Geriátrico
La residencia Tàber aceptó nuevos ancianos hasta el último momento sin avisar del cierre: "Me han engañado"
Cuenta atrás para el desalojo de la residencia Tàber: las familias denuncian falta de información y ayuda con los traslados
Protesta ante el geriátrico obligado a cerrar en el Eixample: "Aún no sé dónde me van a llevar"

El edificio donde se encuentra la residencia Tàber, en obras para crear nuevos pisos turísticos / Marc Asensio Clupés / EPC


Gisela Macedo
Gisela MacedoPeriodista
La dirección de la residencia Tàber de Barcelona continuó aceptando nuevos residentes sin advertirles del inminente cierre y deslaojo hasta el último momento. Este geriátrico, ubicado en el Eixample, obligará a sus ancianos a irse este viernes, 28 de febrero, tras la venta del edificio a un nuevo propietario que pretende transformarlo en pisos de alquiler de temporada. La noticia del desalojo se comunicó a las familias tres semanas antes de esta fecha, aunque la operación ya llevaba tiempo gestándose.
Es el caso de Paula (nombre ficticio), quien ingresó a su tía en la residencia el pasado 14 de enero, apenas tres semanas antes de recibir la notificación del cierre. Antes de tomar la decisión, visitó el centro y fue atendida por una trabajadora social y una enfermera -nunca por la gerente-. "Tuvieron muy buen trato", recuerda en una conversación con EL PERIÓDICO. Aquellas trabajadoras tampoco sabín que el centro cerraría pronto y se quedarían sin empleo.
El 7 de febrero, Paula, como el resto de familiares, recibió un correo electrónico notificando el cierre y el desalojo programado para el día 28 de ese mismo mes. Intentó comunicarse con la gerencia, pero nadie respondió. "No me habían dicho nada, y me hicieron pagar el mes como si nada. Me han engañado", denuncia indignada. La familiar lamenta que, a pesar de que el desalojo ya estaba decidido, siguieran aceptando ingresos sin advertir a los nuevos residentes de la situación.
Falta de apoyo
El caso de su tía es aún más complicada porque lleva dos años esperando una plaza pública. Al no haber conseguido una hasta el momento, se encontraba en la residencia Tàber con una plaza privada. Esto significa que, a diferencia de los residentes con plazas concertadas, la familia no ha recibido apoyo de la Generalitat para su reubicación, viéndose obligada a encontrar un nuevo hogar por su cuenta y a contrarreloj. De los 24 ancianos que viven en la residencia, 21 cuentan con una plaza concertada con la Generalitat, y tres disponen de plaza privada.
"Cuesta mucho encontrar una residencia en buenas condiciones y que te puedas permitir. En general, los precios son impagables y las condiciones, pésimas. Además, una vez elegida, el proceso de adaptación es muy complicado, porque son personas mayores, con demencias y enfermedades. A mi tía, la pobre, no le ha dado tiempo ni de adaptarse", lamenta Paula.

Residencia Tàber / Marc Asensio Clupés / EPC
Sin doctora y con las obras en marcha
A la noticia sorpresa del desalojo se suma otra preocupación: la dirección de la residencia Tàber despidió a la doctora del centro al menos un mes antes del cierre, sin informar a los familiares. Estos se enteraron durante una reunión el pasado sábado, en la que también echaron en falta la presencia de un mediador de la Generalitat, que habían solicitado. "Cuando ingresé a mi tía en enero había doctora y pagábamos un precio contando con esa figura", denuncia Paula.
Mientras tanto, y con los ancianos aún en la residencia, las obras de reforma del inmueble ya han comenzado. Desde hace días, la fachada del edificio está cubierta por un andamio y el ruido de los trabajos marca los últimos días de estancia.

Vestíbulo del edificio de la residencia Tàber, en obras para convertirse en pisos turísticos. / Marc Asensio Clupés / EPC
Los familiares también critican "las maneras" con las que la gerente ha manejado la situación. Según explican, esta persona acudió a la reunión del sábado, en la que comentaron cómo se iba a llevar a cabo el desalojo, "sin ganas de colaborar" y sin dar explicaciones. Cuando le preguntaron desde cuándo sabía que la residencia cerraría, se limitó a responder que no contestaría a esa pregunta. "Esta clase de personas no deberían trabajar en el ámbito social, con gente vulnerable como los mayores. Les falta ética y moral", critican los familiares.
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