Visita a una imprenta insólita
La ONCE celebra frente a su sede el bicentenario del "mejor invento del mundo", el braille
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Carles Cols
Carles ColsPeriodista
Fue hace 200 años cuando poco menos que se hizo la luz para los ciegos del mundo, pues 1825 fue la fecha en la que Louis Braille, hijo invidente de un peletero que trabajaba el cuero con un punzón tuvo la feliz idea de que el tacto de los dedos podía suplir a los ojos como sistema de lectura. Y es precisamente el 4 de enero de cada año el día consagrado en el calendario a tal descubrimiento, una efeméride que la delegación catalana de la ONCE siempre celebra, y más este año en que la cifra es redonda, dos siglos nada menos, así que en esta ocasión han decidido sacar a la calle, frente a su sede central del número 1 de la calle de Sepúlveda, un par de siempre sorprendentes máquinas Perkins de escritura para ciegos y, ya puestos, han franqueado el acceso al sótano del edificio, donde está una de las dos única imprentas braille de España.
Lo que hace 200 años hizo Braille (1809-1852) merece un par de apuntes. El primero es que no era ciego de nacimiento. Perdió el sentido de la vista en un accidente en el taller de su padre. Tenía cinco años, una edad lo suficientemente temprana como para no tener, ya de mayor, recuerdos visuales, por ejemplo de las facciones de sus padres o de su entorno doméstico. Su suerte, dentro de lo que cabe, es que fue a su manera un hijo de la Revolución Francesa, que entre otros saltos históricos supuso una mayor atención a las personas que, por el motivo que fuera, se habían quedado siempre en los márgenes de la sociedad. Los ciegos eran unos de ellos, condenados a la mendicidad muy a menudo.
La revolución de 1789 supuso que en París se inaugurara un Instituto para Jóvenes Ciegos, y allí Braille despuntó intelectualmente como pocos alumnos. Tuvo una idea genial. Le llamó la atención un sistema que había desarrollado un militar francés experto en mensajes cifrados, Charles Barbier, que había concebido un sistema para leer los mensajes del alto mando a oscuras, no fuera que al encender una vela se revelara la posición al enemigo. Braille simplificó aquel código de una forma tan perfecta que aún es hoy el que se usa sin apenas cambios.
Con motivo del bicentenario de la invención de ese método de lectura táctil, Enric Botí, delegado de la ONCE en Catalunya, un extraordinario conversador y un pozo sin fondo de conocimientos sobre esta materia, ha aprovechado para insistir en que este tiene que ser el año en que el braille dé un salto legislativo desde hace tiempo reclamado. “Es muy molesto descubrir que cuando crees que le has puesto una nube de leche al café, te has confundido y has sacado de la nevera el zumo de naranja”, dice. El Gobierno ha prometido a la ONCE que 2025 será el año en que las normas de etiquetado inclusivo se abrirán paso como ya lo han hecho en el sector farmacéutico, de entrada, como mínimo, en los productos de limpieza, un peligro en caso de error.
La fiesta que ha montado la ONCE en su sede para rendir el homenaje que sin duda se merece Louis Braille podría parecer, de entrada, muy sencilla. Un invidente disfrazado de astronauta invitaba a los peatones a atreverse a usar sus dedos para leer y, después, les hacía una demostración de cómo funciona la máquina de escribir Perkins. A partir de algo tan simple, sin embargo, se abría todo un mundo de preguntas y las respuestas había que ir a buscarlas al sótano, donde esta organización tiene no una sino varias imprentas de Braille, que en verano trabajan a destajo para puntear los libros de texto escolares y que durante el resto del año operan a demanda, es decir, que se imprimen, con un sistema que nunca deja de sorprender, todos los títulos que los asociados piden. Las hojas salen de la imprenta marcadas a doble cara, ese ya es un primer detalle que llama la atención. Otro es cómo Javier Castro, uno de los operarios, que en su caso no es invidente, lee con la vista las páginas, porque el braille es táctil, pero con un entreno suficiente es también comprensible con los ojos. Es por eso que Botí no duda en afirmar que el alfabeto braille es uno de los mejores inventos del mundo.
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