Amenaza de gentrificación
Los vecinos de la Casa Fajol reclaman al fondo NAD que no convierta la finca en una colmena de habitaciones
Un fondo de inversión compra la Casa Fajol de Barcelona y comienza ya a echar vecinos

Los vecinos de la Casa Fajol, en pie de guerra. / JORDI COTRINA
Las familias de la Casa Fajol (Llancà, 20), más conocida en Barcelona a pie de calle como la Casa Papallona, se reunirán el jueves con los nuevos dueños de la finca, un fondo de inversión holandés, NAD, para que desista en sus planes de echar a todos los vecinos y convertir ese icónico edificio en una colmena de habitaciones de alquiler. Guiados por el Sindicat de l’Habitatge Socialista, las 11 familias que dan vida a ese inmueble, algunas desde hace varias décadas, quieren abrir una negociación colectiva para renovar todos los contratos de alquiler, o sea, que New Amsterdam Developers (NAD), que en verano compró el edificio a los Fajol, deje de enviar burofax en los que se conmina a los inquilinos a dejar su vivienda.
El fondo de inversión se ha aliado en esta operación con una empresa local, Enter Coliving, que a principios de 2023 ya anunciaba que entre sus objetivos estaba el disponer de una cartera de cómo poco 1.000 habitaciones de alquiler en la ciudad. La ley les ampara para llevar a cabo sus planes, que de forma implícita implican gentrificación. Eso es lo que se les dio por respuesta a los afectados cuando acudieron a la Oficina de l’Habitatge, es decir, que la administración nada puede hacer para evitarlo. En opinión de Marina Parés, portavoz del sindicato, eso es una prueba más de que las leyes que regulan el mercado inmobiliario no protegen el derecho constitucional a la vivienda, sino el uso de los pisos como objeto de mercado.

La mariposa que corona la Casa Fajol, una obra de Josep Graner. / Enric
Marga Aguilar, una de las vecinas afectadas, recibió recientemente el temido burofax. Ha decidido ignorarlo. Lleva 32 años en la Casa Fajol. Le ha entristecido que una de sus vecinas y amigas se haya rendido y se haya ido a casa de sus padres, fuera de Barcelona. La consecuencia de ello no es solo la ausencia de esa amiga en la finca, sino también el asistir día tras días como las obras que ha puesto en marcha NAD, por ahora en tres apartamentos, avanzan a buen ritmo, como una suerte de advertencia de lo que le sucederá algún día al que ha sido desde 1992 su hogar.

El Sindicat de l'Habitatge Socialista, en la rueda de prensa para presentar el caso. / JORDI COTRINA
Los vecinos y el sindicato se verán el jueves las caras con los representantes de NAD, que al menos ha aceptado mantener una reunión, pero por lo pronto, a la espera de ver en qué termina esa cita, en la exposición del caso que se ha hecho frente al vestíbulo de la finca han participado no solo lo afectados por este caso, sino también representantes de otros dramas inmobiliarios cercanos, como el de la calle Tarragona 84. Esa finca se hizo un notable hueco en la prensa a raíz de que un juez obligó al ayuntamiento a validar allí 120 licencias de apartamento turístico. A través de un pulso judicial, las autoridades municipales lograron detener provisionalmente parte de aquellas licencias. El resultado, desde el punto de vista de los residentes, no ha sido del todo satisfactorio. Ahora, esos pisos son alquileres de temporada.
Tal y como ha explicado Parés, lo que a estas alturas resulta incuestionable es que no faltan pisos, sino que sobran rentistas o, dicho de otro modo, que las políticas que ponen sobre la mesa los gobiernos central, autonómico y municipal, destinadas a promover la construcción de miles de viviendas, no atacan en absoluto la raíz del problema si se permite que el antiguo parque inmobiliario se trocee para convertirlo en habitaciones de alquiler.
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