El cruce de Rambla de Catalunya con Consell de Cent se peatonalizará para poner fin a la actual indisciplina al volante
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El cruce de Rambla de Catalunya con Consell de Cent, un paso peatonal poco respetado por los vehículos. / MANU MITRU


Carles Cols
Carles ColsPeriodista
La Rambla de Catalunya será un poco más rambla cuando finalicen unas obras pequeñas por su presupuesto y dimensiones (48.000 euros y apenas 400 metros cuadrados de superficie), pero, según se mire, muy simbólicas. Tras poco más de un año de su inauguración, los ejes verdes del Eixample han sido objeto de un chequeo en profundidad con el propósito, entre otros, de corregir imprevistos, no solo de diseño, sino también fruto de la imprevisibilidad de la vida cotidiana barcelonesa. En el cruce de Consell de Cent con la Rambla de Catalunya se llevará a cabo una intervención no prevista cuando esa primera calle se convirtió en un bulevar. El punto central de la intersección de esas dos vías será totalmente peatonal, o dicho de una forma quizá más clara, a partir de diciembre, quienes paseen por la Rambla no tendrán que cruzar ninguna calzada en el trayecto que va de Diputació y Aragó. Será una rambla continua, como la de Ciutat Vella.
Era (aún es) un punto que en el nuevo ecosistema urbano que han creado los ejes verdes obliga a los peatones (perdón por la comparación) a estar más atentos que ‘Cynomys ludovicianus’, vamos, un perrito de las praderas, con la vista puesta en los cuatro puntos cardinales para esquivar vehículos a motor. No debería ser así. Cuando se reurbanizó aquel cruce de calles, se colocaron clarísimas señales de tráfico que obligan a coches y motos a continuar en línea recta si transitan por la Rambla de Catalunya yen sentido descendente y a girar a la derecha si provienen de Consell de Cent. Sea por ignorancia o, sencillamente, por el enraizado ‘je m’en fout’ de muchos conductores, los peatones transitan por ese punto inseguros mientras esquivan coches y motos vehículos donde, salvo en contadas excepciones, como las emergencias, no debería haberlos.

La intersección que en breve se peatonalizará de forma clara e indiscutible. / MANU MITRU
Las obras previstas no son nada del otro mundo en cuanto a ejecución, pero sí que de ellas se derivan interesantes preguntas y lecciones. Los trabajos consistirán en dar continuidad al pavimento asfáltico de la rambla peatonal y, claro, que un bordillo de unos 20 centímetros marque de forma indiscutible que aquello ya no es calzada de tráfico rodado. Se recolocarán los semáforos unos cinco metros más adelante y será necesario reacondicionar algún sistema de drenaje. Punto y final. Eso, en cuanto a las obras. Desde el punto de vista político, estas obras y el conjunto de medidas anunciadas para mejorar la convivencia en los ejes verdes constatan hasta qué punto el equipo de gobierno de Jaume Collboni ha decidido dejar atrás el cierto desdén con que el recibió esta herencia de Ada Colau, entre otras razones, como ha subrayado el concejal del Eixample, Jordi Valls, la aceptación por parte de los ciudadanos es mayúsculas.
Las obras de esa intersección de calles podrían incluso analizarse con ánimo de malmeter. A su manera, dividirán Consell de Cent en dos. Las querellas que se presentaron en el anterior mandato contra esa reforma urbanística sostenían, entre otros argumentos, que con el nuevo diseño los ejes verdes perdían su función de facilitar la movilidad tal y como se supone que blinda el Plan General Metropolitano. Raro será, sin embargo, que en esta ocasión haya una querella contra lo previsto en el cruce de Consell de Cent con Rambla de Catalunya.

La calle de Consell de Cent, ta y como no debería estar. / ELISENDA PONS
En cualquier caso, esos 48.000 euros presupuestados en esa intersección son solo la punta del iceberg de una batería de medidas que Valls ha presentado en una audiencia celebrada en la sede del distrito, en presencia, por ejemplo, de las 18 entidades que a lo largo de las últimas semanas han presentado sus sugerencias y quejas.
Desde el punto de vista de la circulación de vehículos, además del cambio en Rambla de Catalunya, lo más llamativo es que se abrirá el acceso a coches y motos a la calle de Girona atravesando la Gran Via, hasta hoy algo imposible porque una pilonas cortan el paso. Eso es en la frontera de uno de los ejes verdes, el de la Dreta de l’Eixampe. Lo sustancial del plan de mejora está en mitad de esas calles, en especial en Consell de Cent.

El radar de Consell de Cent, en el poste, a la izquierda de la imagen. / A. de Sanjuan
Lo ha repetido durante meses Valls en los plenos del distrito. Los ejes verdes son un nuevo metabolismo para Barcelona a que hay que adaptarse. No todos lo hacen, reconoce. Meses atrás colocó el ayuntamiento unos radares, no sancionadores, sino simplemente capaces de hacer una radiografía de a qué velocidad circulan los vehículos por esas calles. El resultado no fue del todo una sorpresa. Basta con pasear por ahí para llegar a la misma conclusión. Si la velocidad máxima permitida son 10 kilómetros por hora, los que más la incumplen, porque van como mínimo el doble de rápidos, son los ciclistas y patinadores. Es más, aunque vayan a la velocidad adecuada, tampoco son respetuosos demasiado a menudo a la hora de mantener una distancia de seguridad con quienes van a pie.
Se ha puesto como deberes el distrito que la Guardia Urbana y los agentes cívicos pongan remedio a este mal funcionamiento metabólico de los ejes verdes, aunque uno de los problemas de fondo es que se trata de vehículos sin matrícula y de conductores quizá sin el hábito de atender a las señales de tráfico, entre otras razones porque no tienen carnet de conducir. Aún a riesgo de que las ignoren, el plan de mejora de los ejes verdes incluye también la colocación se señales informativas para que rodeen las plazas de los ejes verdes y no crucen por mitad de ellas, un espacio en principio exclusivamente peatonal.

Todo un banco, la última víctima de la carga y descarga sin control. / A. de Sanjuan
El otro frente conflictivo es la de los vehículos de carga y descarga, que en este caso sí conducen personas con carnet de la Dirección General de Tráfico (DGT). Se han añadido más señales que fijan las normas de esta actividad. Ya las había, con horarios muy claros para operar y tiempos máximos de estacionamiento. No se respetaban. Fuentes del distrito, aunque no sea más que una percepción, sugieren que desde que los agentes cívicos han comenzado a recorrer los ejes verdes y desde que la Guardia Urbana ha pasado de informar a multar, al menos la mayor parte de las furgonetas estacionan en el lado correcto de la calle, que en el caso de Consell de Cent es el de mar. Es una percepción. No hay día o semana en que uno de esos repartidores de mercancías no atropelle una pieza del mobiliario urbano. A menudo suelen ser las vallas de los parterres, cuyo relevo costara dos millones de euros, pero en ocasiones se cobran piezas de caza mayores, como poco antes de la reunión en la sede de distrito, todo un banco en la esquina de Consell de Cent con Pau Claris.
Nada de todo eso quita, sin embargo, que los ejes verdes han sido para parte de los barceloneses un gran y agradable hallazgo. Si, como se dice a veces, se vota con los pies, es decir, yendo a los lugares, la de los ejes verdes es una victoria por mayoría absoluta a la que el actual equipo de gobierno ha decidido sumarse sin los recelos que expresó antes, durante y después de la última campaña electoral, cuando se dijo que la verdadera apuesta serían los interiores de manzana (unos 30 se prometieron) y no esas cales que habían terminado en los juzgados. La prueba del nueve es que tan pronto como se han levantado algunas de las restricciones impuestas por la sequía, se ha reemprendido la campaña de plantado en aquellos alcorques que quedaron pendientes de tener su árbol o arbusto de flores. Por eso los llaman ejes verdes.
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