El Ninot, el referente

El Mercat de la Concepció de Barcelona fía su futuro a una gran reforma sin fecha

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Uno de los pasillos del Mercat de la Concepció.

Uno de los pasillos del Mercat de la Concepció. / ELISENDA PONS

Carles Cols

Carles Cols

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Un mercado municipal sin ningún bar en el que desayunar o almorzar. No es que esa sea la condición ‘sine qua non’ que defina este tipo de equipamientos de la ciudad, pero no hay duda de que los bares han terminado por ser una de sus señas de identidad, para los clientes y, también, para el resto de ‘paradistas’. El Mercat de la Concepció, ahora que se cumple un cuarto de siglo de su mayúscula reforma, languidece sin bares y con, como mínimo, tres negocios cerrados por jubilación y falta de relevo generación. Su oferta sigue siendo, por decirlo de algún modo, acorde con el barrio en el que está, la Dreta del Eixample. Amílcar no solo es un encantador frutero, que conoce a toda la clientela por su nombre, sino que el producto que vende en compañía de los dueños de la parada, Ignasi y David, sería digno incluso del Colmado Múrria si se dedicara a este tipo de género. Pero un clima de desasosiego cunde en la Concepció desde hace semanas. Están pendientes de una segunda gran reforma y no tiene aún fecha en el calendario.

Suponían, o eso se deducía de los contactos con el Institut Municipal de Mercats de Barcelona (IMMB), que el inicio de las obras era inminente, quizá pasadas las fiestas navideñas. El hecho de que ya se haya encontrado, tras un primer fiasco, un candidato idóneo para ocupar el supermercado que dejó vacante Caprabo, invitaba a pensar a los comerciantes de la Concepció que se había desencallado el principal obstáculo para retomar la reforma pendiente. El espacio lo ocupará Lidl, con el detalle, no menor, de que ganará metros cuadrados en la planta a pie de calle, porque un defecto de las obras de hace 25 años es que el supermercado quedó mayormente encajado en el sótano, lo que hacía muy incómoda la compra.

Dos negocios del mercado y, entre ellos, uno de los bares, cerrado desde que se jubiló Miguel.

Dos negocios del mercado y, entre ellos, uno de los bares, cerrado desde que se jubiló Miguel. / ELISENDA PONS

El proyecto general está por ultimar. A lo largo del pasado septiembre, el IMMB se reunió en dos ocasiones con los representantes de los distintos negocios del mercado para concretar lo que se pretende. Salvando las distancias, porque las dimensiones no son equivalentes, se pretende reproducir lo que se considera un éxito, la reforma del Mercat del Ninot, al otro lado del Eixample, donde además de los productos habituales se potenció una presencia de locales de degustación, desayuno y almuerzo.

El plan pasa por hacer lucir aún más si cabe las dos fachadas de la Concepció, la de Aragó y la de València, porque realmente se trata de un edificio de Antoni Rovira i Trias con una hermosa personalidad. Las ‘paradas’ más cercanas a la puerta de València serán trasladadas al corazón del marcado y en esos metros cuadrados que se ganarán se resucitará, con creces, la oferta de bares y restaurantes. Desde que hace unos 10 meses bajó por última vez su persiana Miguel, famoso en el barrio por sus gazpachos, la Concepció es un lugar algo más tristón. Si las obras logran el objetivo marcado, el mercado debería dejar de ser solo un destino al que ir a comprar. Está en una zona del Eixample rica en oficinas, así que la idea es abarcar más público que el simplemente residencial.

La desaprovechada fachada de la calle de Aragó, acceso al fuuro Lidl.

La desaprovechada fachada de la calle de Aragó, acceso al fuuro Lidl. / ELISENDA PONS

El pasado septiembre, según el IMB, el mercado recibió 94.500 visitantes. La cifra, por si sola, no permite formarse una opinión. ¿Es poco? ¿Mucho? Los comerciantes con más años de oficio allí, que son la mayoría, creen que el mercado ha sido una víctima colateral de la transformación demográfica del barrio durante los últimos 15 años. La calle de Girona, un de las cuatro entradas del equipamiento, fue de las primeras de la ciudad en la que comenzaron a aparecer, junto al portero automático, las cajitas con código de seguridad para guardar llaves, toda una señal que ahí había como mínimo un apartamento turístico. No es extraño ver pasar turistas por el interior del mercado, pero muy pocos compran y, cuando lo hacen no van más allá de un par de piezas de fruta o un muslo de pollo. A eso hay que añadir que la Dreta de l’Eixample es, con diferencia, una de las zonas más deseadas por los fondos de inversión para comprar fincas completas y, por supuesto, gentrificar. Se van del barrio los clientes habituales del mercado y los nuevos residentes no suelen tener ese hábito. Esa nefasta tendencia no ha sido capaz de corregirla por ahora la otra gran novedad del entorno del mercado, es decir, la conversión de Girona en un eje verde. La calle es ahora un agradable bulevar. Incluso, gracias a sus mesas, bancos y una suerte de camastros de madera, un lugar de estancia, pero lo cierto es que por esa fachada el mercado tiene una entrada menos noble, a través de un pasaje. Almenos allí hay un bar.