Esquerra de l'Eixample
Barcelona condensa en un cómic los 113 años de infamia de la Modelo
El libro, primero de una nueva línea editorial del ayuntamiento, repasa con testimonios reales la historia de una cárcel que jamás fue la Bastilla local pese a merecerlo
Carles Cols
Carles ColsPeriodista
Con los trazos de una veterana de la ilustración y el diseño gráfico, Susanna Martín, y con un solvente relato a cargo del periodista Jordi de Miguel, la oficina editorial del Ayuntamiento de Barcelona acaba de sacar de la imprenta ‘Històries de la Model’, primer número de una colección con la que se pretende, con rigor y sin almíbares, convertir en comic un pasado de esta ciudad que jamás debería caer en el olvido. Como corresponde, el libro ha sido presentado intramuros de aquel presidio que, pese a su nombre, jamás fue modélico y, lo que es peor, jamás fue una Bastilla barcelonesa. Comienza así con la Modelo una colección con el sello municipal que ya tiene en agenda un segundo volumen, en este caso dedicado a la huelga de los alquileres de 1931.
La Modelo abrió sus puertas (bueno, es esa una expresión tal vez inadecuada) en junio de 1904 y vació sus últimas celdas en 2017, o sea, que el libro resume, que no es fácil y sin embargo lo consigue, 113 años de una siempre angustiante historia. Coincide la publicación, por ejemplo, con el estreno en los cines de ‘Modelo 77’, que es capaz de dedicar una hora y media de metraje solo a unos meses de la vida de esta cárcel, a aquel momento en que los vientos de libertad que parecían soplar durante la Transición no refrescaban en el interior de ese centro penitenciario. Lo que Martín, al lápiz, y De Miguel, al teclado, han conseguido es todo lo contrario, no una mirada a un instante, sino un retrato panorámico sobre cuánta vergüenza debería sentir Barcelona por haber tolerado (en mitad y a la vez de espaldas al Eixample) la presencia de un lugar que, más que de reclusión, lo fue casi siempre de represión y de violencia injustificable, hasta la muerte en ocasiones, por ajusticiamiento público o por palizas en la penumbra.
Decía un referente del anarquismo como Piotr Kropotkin que toda revolución que quisiera merecer realmente ese nombre, revolución, debería comenzar por derruir a pico y pala las cárceles, y en Barcelona eso hizo el movimiento libertario con la prisión de la Reina Amàlia en 1936, pero la Modelo sobrevivió porque estaba más que acreditada su solvencia para encarcelar al rival político en las más inhumanas condiciones. Es por eso que se la debería considerar la antítesis de la Bastilla y, también, un lugar que no debería caer en el olvido, razón por la que ahora se publica este volumen.
A través de varios saltos temporales y del relato oral de algunos ‘inquilinos’, como Anna Sallés, pareja de Manuel Vázquez Montalbán, ambos encarcelados en 1962 por cantar en las calles de Barcelona ‘Asturias patria querida’ cuando en la costa cantábrica había una protesta minera de aúpa, el libro logra ser realmente muy inmersivo. Es una de las ventajas del cómic respecto a la fotografía. Muy poco de cuanto sucedió allí fue retratado con una cámara. Como si fueran aquellos retratos robot que elabora la policía, siempre es posible, por el contrario, dibujar lo sucedido a través de la voz de los testigos.
A menudo se recuerda, cuando se escribe sobre la Modelo, lo oximorónico de su nombre, que naciera con el propósito de humanizar la vida en la cárcel y ser un lugar de tránsito para el retorno a la vida en sociedad y terminara, en realidad, como todo lo contrario. En realidad, no debería extrañar. Su singular forma arquitectónica, esa estructura panóptica en la que el preso siempre se sentiría vigilado, era una idea gestada en la mente de un tipo tan singular como Jeremy Bentham, contrario a la esclavitud cuando era de lo más común, detractor de la pena de muerte, también del trabajo infantil, y uno de los primeros defensores de los derechos humanos, pero raro hasta la médula, pues aquel pensador, padre del utilitarismo, pidió que, tras morir, su cuerpo fuera descarnado y el esqueleto fuera sentado en una silla, vestido y exhibido eternamente en una de las salas del University College de Londres. Ahí sigue.
El libro recuerda esos orígenes, su uso como arma política en diferentes etapas del siglo XX y, por supuesto, su brutal degradación en los años 70 y 80, cuando el alcaide de la Modelo se podría decir que era la droga, porque eran la heroína y otras sustancias las que fijaban las reglas de funcionamiento. Desde la calle podía extrañar en aquellos tiempos que los patios de la cárcel estuvieran cubiertos con una red. Se instalaron para evitar que desde la calle lanzaran paquetitos con droga para los presos. Se metían dentro de pelotas de tenis, así que, qué mejor que una red para detener ese juego.
La inventiva siempre superaba toda solución. Comenzaron entonces a lanzarse bolas de hielo que quedaban atrapadas en la red, pero, claro, con el paso de las horas se deshacían y el sobre con la droga terminaba por caer al patio.
Es uno de los capítulos que recoge el libro, pero en este punto hay que hacer un inciso y recordar que sobre esa etapa, aunque sea dentro del género de ficción, hay un antecedente difícilmente superable, ‘Fuga en la Modelo’, tal vez la cima del cómic ‘underground’ de Barcelona, una obra maestra que lleva la firma de Miguel Gallardo y Juan Mediavilla, un retrato sobre lo que era esa cárcel mucho más preciso de lo que cabria suponer. Hay una anécdota que lo corrobora. Para dibujar las páginas en las que relataba la fuga que anunciaba el título, Gallardo, que quería ser riguroso como un Hergé de la línea chunga, se presentó en el Col·legi d’Arquitectes de Catalunya para ver si tenían algún material del que sacar ideas. Le proporcionaron directamente los planos de la construcción de la Modelo. ‘Fuga en la Modelo’ fue un ‘best seller’ porque era una historia muy loca y divertida, pero, también, porque mostraba el interior de la prisión con una fidelidad pasmosa para los estándares de entonces. Hoy es visitable.