Aniversario comercial

Food Coop BCN, la 'rara avis' de los súpers, cumple un año

Originario de Nueva York y exitoso en Francia, esta fórmula de supermercado cooperativo avanza a paso de caracol en Barcelona

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A1-162998455.jpg / ÀNGEL GARCÍA

Carles Cols

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El primer (y único por el momento) supermercado cooperativo de Barcelona, singularísimo invento nacido en 1973 en Nueva York y que ha sido replicado con gran éxito hasta en países muy poco dados a las influencias extranjeras, como Francia, está a punto de cumplir un año y sus fundadores admiten, en un ataque de sinceridad que les honra, que anda algo justo de socios. No está en juego aún la viabilidad de Food Coop BCN, porque así se llama, pero cara a su aniversario quieren los fundadores, primero, recordar su existencia, en el pasaje de Aragó, 9, Esquerra de l’Eixample, y, segundo, dejar abierta la puerta a que su caso sirva para reflexionar qué es comercialmente hoy Barcelona, una ciudad con una envidiable red de mercados municipales, sí, pero que, sin embargo, parece a la par un campo de batalla en el que pelean por cada bloque de casas los ‘mercadonas’, los ‘condis’, los ‘caprabos’ y los ‘lidls’, mientras en la retaguardia las calles se asemejan cada vez más a un ‘paquis temático’.

LA INSÓLITA CUNA DE LA IDEA

La fórmula, lo que son las cosas, fue alumbrada en lo que se considera uno de los más inexpugnables baluartes del capitalismo, Nueva York, pero en Brooklyn, lo cual atenúa un poco la aparente contradicción. En febrero de 1973 abrió sus puerta el hoy decano de los Food Coop en Park Slope, un barrio que había sido de lo peorcito de la ciudad en los años 60, con peleas de bandas en mitad de la calle a botellazos, pero que, aunque a paso de tortuga, a partir de los 80 se transformó socialmente hasta que se tejió allí una red vecinal de esas que echan profundas raíces. Park Slope Food Coop tiene actualmente más de 17.000 socios, una cifra de vértigo, sobre todo si se tiene en cuenta que habrá republicanos a los que aquello les parecerá poco menos que un soviet.

Una clienta y cooperativista, al fondo, en uno de los pasillos de Fiood Coop BCN.

Una clienta y cooperativista, al fondo, en uno de los pasillos de Fiood Coop BCN. / ÀNGEL GARCÍA

¿QUÉ ES Y CÓMO FUNCIONA?

Las diferencias entre uno u otro Food Coop, a un lado u otro del Atlántico, son pocas. Es un supermercado exclusivamente para socios. Estos pagan una única cuota de inscripción, 90 euros, por ejemplo, y a partir de entonces su aportación será en especias, es decir, tres horas mensuales de trabajo. Puede ser en la caja, reponiendo estanterías, en contabilidad…, la cuestión es que la suma de horas trabajadas entre todos los socios abarata radicalmente los gastos en nóminas. Hay empleados contratados, sí, pero el grueso principal de los trabajadores son socios.

¿ES MÁS BARATO?

Ese un objetivo, pero en realidad no el principal. Para los progenitores del Food Coop BCN, una de las grandes sorpresas ha sido descubrir en qué se han transformado las supuestas leyes de la oferta y la demanda. Las cuentas de la cooperativa son conocidas por todos los socios. Y son simples. Se aplica un 22% de incremento al precio de coste de los productos, ya sean pomelos, cebolla o yogures, preferentemente de proximidad y de elaboración ecológica. Es un beneficio modesto si se compara con lo que sucede en otros establecimientos, dicen, pero la sorpresa no ha sido esa, sino el constatar cómo los supermercados de las grandes marcas juegan con los precios con criterios más propios de Uber en Nochevieja y, en ocasiones, apostando a pérdidas, para dejar en fuera de juego a la competencia. Cuando la leche está bien de precio en una estantería, la diferencia la paga el cliente con creces cuando dos pasillos más allá mete en el carro un paquete de salchichas.

¿ES FOOD COOP BCN UN ESPEJO MÁGICO DEL EIXAMPLE?

Como en el cuento, si se le pregunta, dice la verdad. Casi en la esquina de Aragó con Casanova, o sea en una de tantas zonas más que densamente pobladas de Barcelona, los impulsores de esta cooperativa han descubierto muy pronto la verdadera cara del Eixample: es un distrito de solitarios. En un 34% de los 112.000 pisos del distrito vive solo una persona. Es una cifra que impresiona, y más si se tiene en cuenta que los demógrafos prevén que ese porcentaje aún crecerá más. Para un proyecto como Food Coop BCN, eso es un serio contratiempo. La nevera de alguien que vive solo en su apartamento no es precisamente, cuando se abre la puerta, una desbordante cornucopia. Socios con hijos, como los de Brooklyn, es lo que desean los cooperativistas de Food Coop. Por las características del negocio podría parecer que el enclave natural de esta suerte de ‘kibutz’ comercial sería un barrio como el de Gràcia, una opción que se sopesó, pero la densidad de población allí es mucho menor. El Eixample parecía un lugar más adecuado, pero a poco que se le conoce se revela su fragilidad social. El siguiente punto dice mucho sobre ello.

La venta a granel, una de las característica de Food Coop BCN.

La venta a granel, una de las característica de Food Coop BCN. / ÀNGEL GARCÍA

¿ES FOOD COOP UN TINDER CON CARRITO?

Es esa una forma provocadora de preguntarlo, y puede incluso que fuera de lugar, pero en realidad ya es sabido desde los años 70, cuando en Brooklyn dieron el primer paso, que este tipo de cooperativas tejen relaciones sociales. También lo hacen los mercados municipales, pero en ellos los clientes no trabajan tres horas al mes. Permitan ustedes aquí una breve digresión histórica. Cuando los europeos llegaron a América se sorprendieron por las plantas y los animales que allí había, tomates y pavos, por ejemplo, pero a lo mejor no repararon tanto en lo sorprendente que era que tras miles de años los humanos del otro lado del Atlántico se hubieran organizado socialmente del mismo modo, agrupados en ciudades, con casas con ventanas y puertas, con estructuras políticas y religiosas jerarquizadas, como si ese manual de instrucciones estuviera escrito en la genética de la especie. Las ciudades solo son interesantes, en realidad, si en ellas hay dinámicas que propicien las interacciones entre personas. Es entonces cuando son más atractivas. Puede parecer algo que ocurre de forma natural. No es así. Hacen falta catalizadores. Aunque minúsculo, Food Coop BCN es uno de ellos. Ha superado una prueba del nueve que no todos los puntos de socialización resuelven. Entre los cooperativistas hay, por ejemplo, italianos residentes en el Eixample, una comunidad que en este distrito es la más numerosa de entre las de origen extranjero. Son más de 11.000. Si el proyecto de la cooperativa solo hubiera despertado la curiosidad de los barceloneses nativos, sería un mal punto de partida.