pasado industrial

El Eixample rememora cuando Barcelona era el Manchester de los juguetes

El archivo del distrito organiza un rompecabezas de pistas con documentos de la época en que había 60 fábricas de juguetes en la ciudad

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A1-159226798.jpg / JORDI OTIX

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Barcelona fue el Detroit del Mediterráneo durante el primer tercio del siglo XX, cuando había en la ciudad hasta 41 fábricas distintas de coches, y fue también una aún mayor y sin embargo muy olvidada capital de la producción y comercialización de juguetes. Hasta 60 factorías salpicaban la trama urbana y no menos de 100 tiendas, con sus respectivos escaparates. Es ese pasado, el de la Barcelona de los juguetes, por la que esta urbe llegó a ser llamada la París del Sur, el que ahora ha decidido comenzar a rescatar el Arxiu Municipal del Districte de l’Eixample, que atesora un estupendo fondo documental sobre esta cuestión y que, de forma experimental, utilizará este sábado 5 de noviembre para organizar una minimalista actividad, ‘Secretos de un rompecabezas’, destinada a familias con hijos de entre 7 y 12 años.

El archivo del distrito ocupa la dirección postal de lo que un día fue el Waldorf, tercer cine de la ciudad que proyectó películas con el impresionante sistema cinerama. Está en los números 38 y 40 de la calle de Calàbria y a pie de calle no se intuye lo que esconde en su planta sótano. Los archivos municipales de Barcelona, repartidos entre sus distintas sedes, suman 50 kilómetros de estanterías, y en el del Eixample está la parte que le corresponde, un fondo, por decirlo de algún modo, ecléctico, porque tanto es posible consultar ahí qué licencia tiene el bar de debajo de casa que causa molestias, como rastrear la pasión con la que se ‘remuntó’ un sinfín de fincas históricas en tiempos del alcalde Porcioles e incluso hoy en día.

Es en ese mar de documentos en el que deberán navegar las familias que participen en el juego para, en esta ocasión, construir un puzle con piezas del pasado juguetero del distrito. No es una prueba piloto, pero casi. Según cuál sea el resultado, el proyecto se ejecutará después en los archivo hermanos de Gràcia y Sarrià-Sant Gervasi.

En el número 114 de la calle de Entença estuvo la fábrica de juguetes de Emilia Gimeno Valero, que era capaz de producir (eso revela la documentación disponible) “unas 40.000 baratijas al mes”. El paisaje de aquella calle era entonces bien distinto. En el portal adyacente había una papelería y, en el contrario, una vaquería.

Planos de la fábrica de Emilia Gimeno Valero, de la calle de Entença, capaz de producir "40.000  baratijas al mes".

Planos de la fábrica de Emilia Gimeno Valero, de la calle de Entença, capaz de producir "40.000 baratijas al mes". / Arxiu Municipal del Districte de l'Eixample

En el 203 de Borrell se fundó e instaló alrededor de 1908 la compañía de Juguetes Fosfóricos de José Salas, cuyas cajitas de bengalas sin usar se venden aún a través de los foros de coleccionistas de internet.

Que Barcelona fuera una suerte de Manchester del juguete no fue algo que germinara por primera vez en el Eixample. Ya en 1888, la ciudad presumía cara al resto del mundo de su buen oficio en la elaboración de soldaditos de plomo. Una docena de años después, la ciudad fue reconocida en la Exposición Universal de París de 1900 como un referente en la fabricación de juguetes de hojalata. E. Roca Farriols, uno de los pioneros de esta rama de la producción, ganó una medalla de plata en aquella cita de la capital francesa.

Ya antes nde aquella fecha, en Chicago en 1893, las muñecas de cartón piedra de Jaume Pujol e Hijo se llevaron también un premio, y por aquellas fechas más o menos se fundó en Barcelona la sociedad Guadall y Aduá, que sorprendió a la clientela con los primeros juguetes metálicos con resorte.

Plano de la fábrica Lehmann, que en parte de la documentación municipal aparece con variaciones del mismo nombre, como Lemanos.

Plano de la fábrica Lehmann, que en parte de la documentación municipal aparece con variaciones del mismo nombre, como Lemanos. / Arxiu Municipal del Districte de l'Eixample

En esta tradición juguetera, no obstante, el Eixample jugó en una liga superior gracias a lo que sucedió en el número 159 de la calle de Consell de Cent, porque ahí estuvo nada menos que la casa Lehmann, empresa fundada originalmente en Alemania en 1856 por Ernst Paul Lehmann, y que perdió su apellido en 1935 durante el ascenso del nazismo. Era judío.

Hoy, aquel interior de manzana, al que se accede a través de un pasillo adoquinado, tiene, paradójicamente, un cierto aire a los espacios de creación cultural del Kreuzberg de Berlín, ciudad natal de Lehmann.

La base de la chimenea de la f´brica Lehmann, que tantas cabezas cerámicas de muñeca permitió cocinar.

La base de la chimenea de la f´brica Lehmann, que tantas cabezas cerámicas de muñeca permitió cocinar. / JORDI OTIX

La imponente chimenea que se alza en mitad del minúsculo patio es la misma que durante el primer tercio del siglo XX servía para cocer las cabezas cerámicas de unas muñecas que fueron muy populares no solo en Barcelona, sino en toda España y en el resto de Europa. Era una industria, en realidad internacional. Las piezas cocinadas en Barcelona podían ser después ensambladas en alguna de las otras factorías de la empresa, como esa radicada en París que visitó en su día el literato y periodista Léo Clareti, que al ver a los empleados encajar las distintas partes de las muñecas escribió que aquello era la fusión “de los mitos de Prometeo, Pigmalión, del Edén y del Juicio Final, cuando los busto buscan sus respectivos muslos”.

Clareti, solo por situar al personaje, fue, además de un notable experto en la historia de los juguetes, l primer esposo de Henriette Caillaux, protagonista del más famoso crimen cometido en Francia en 1914, tanto que hasta eclipsó periodísticamente el inicio de la Primera Guerra Mundial, pero esa es una línea argumental que queda muy lejos del Eixample.