Arte en Consell de Cent, 331

La descarada Maria Corte da el salto al pincel

La sala Gothsland, en el corazón galerista del Eixample, inaugura la primera exposición de esta cartelista de la Mercè y cotizada ilustradora al otro lado del Atlántico

JORDI COTRINA

JORDI COTRINA / JORDI COTRINA

Carles Cols

Carles Cols

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Expone Maria Corte en la Gothsland, algo que se puede decir solo en seis palabras, es verdad, pero que merece muchas más. Ahí vamos, sobre todo porque, en opinión de alguien que durante 11 años ha intentado desentrañar el alma babilónica de esta ciudad (vamos, quien aquí está tecleando estas letras), una de las obras que se exhiben en esa galería de arte del 331 de Consell de Cent es toda una epifanía que pone punto y final a esa desesperada búsqueda. Se titula ‘Souvenir’ y es, lo dicho, babilónica. Esta presentación tal vez les parecerá raruna, así que, para ordenar las ideas, vamos por partes.

Primero, la protagonista. Maria Corte (Barcelona, 1983) fue parte del paisaje cotidiano de la ciudad en septiembre de 2019 porque suyo fue el cartel de la Mercè de aquel año, un ‘ochomil’ profesional para el que fue elegida a pesar de que su obra era hasta entonces más conocida en la riba occidental del Atlántico y mucho menos en la suya, la oriental. Sus ilustraciones gustan mucho en ‘The New York Times’, ‘The Washington Post’ y ‘Vanity Fair’ (por citar al azar una santísima trinidad de los medios escritos de Estados Unidos) y gustan, probablemente, no solo porque Maria técnicamente sea un portento con la tableta gráfica, sino porque pone ese don al servicio de un descaro delicioso. Sus ilustraciones son ingeniosas, provocadores, sensuales, transgresoras… Son sus señas de identidad, como un Joan Brossa mujer y más desvergonzado de lo que ya lo era el original.

Un visitante contempla un cuadro de gran formato de la artista.

Un visitante contempla un cuadro de gran formato de la artista. / JORDI COTRINA

Segunda cuestión, la novedad. Se ha pasado al pincel. Lo que se exhibe en Gothsland son óleos y otras técnicas manuales. Literalmente, se ha manchado las manos por primera vez desde que salió de la Escola Massana. Allí cursó sus estudios sin saber qué le depararía el mercado laboral hasta que, en algo que parece sacado de un cuento pero es real, se apuntó tras pagar 60 euros a un concurso de cazadores de talento de una agencia de Park Avenue, Richard Solomon. Pensó que había tirado a la basura 2.000 duros cuando, en lo que fue todo un sorpresón, le hicieron los primeros encargos desde la BBC y ‘The New York Times’. Los óleos que ahora exhibe en el corazón galerista del Eixample son, en este sentido, el inicio de una nueva María Corte. A punto de cumplir 40, a otros les da por una crisis. No es su caso.

Tercera cuestión y en absoluto intrascendente, el lugar. Gothsland (un nombre extraño, cierto, homenaje a cuando esta esquina de la península era considerada a tierra de los godos) es una galería con notable pedigrí en la ciudad, más de medio siglo de trayectoria, aunque con su actual nombre y dirección postal existe en realidad desde 1978, que no es poco. Los Pinós, que andan ya por la segunda generación al frente de este espacio, son conocidos por su amor incondicional por el modernismo y, es más, igual que los habitantes de aquel imaginario pueblo de la Sierra de Alcaraz que sienten devoción por Faulkner (‘Amanece que no es poco’, 1989, de José Luis Cuerda), en Gothsland la sienten por Ramon Casas, en lo cual, por cierto, no están solos (+1), así que la pregunta lógica es qué hace la obra de Maria Corte en un lugar como este. Tiene su lógica.

La epifanía

Este párrafo es un resumen de parte de la charla mantenida con Maria durante la inauguración de la muestra. Del modernismo catalán que tanto adoran los Pinós se heredó, por ejemplo, una formidable colección de carteles que atesora, sobre todo, el Museu Nacional d’Art de Catalunya. Son el retrato pictórico de una época, reconocibles siempre al primer golpe de vista, del mismo modo en que, unas décadas después, lo fueron también de otra etapa histórica los carteles de propaganda republicana durante la Guerra Civil. La cuestión es si estos años 20 en curso, desde luego más locos que los de hace un siglo, tienen su propio marchamo figurativo o, preguntado al revés, si toda esa oceánica estética que ha proporcionado la ilustración digital tiene un mínimo denominador común de relato y mirada y si alguien se está tomando la molestia de preservarla de las posibles amnesias que pueda padecer algún día internet y sus tentáculos.

Toca reconocer que el cava tal vez algo tuvo que ver con esa deriva de la conversación a lo demasiado serio (¡hasta de NFT’s hablamos, mi primera vez, y aún no tengo claro qué son!), pero el caso es que en un momento determinado se hizo un pasillo entre los asistentes y allí, al fondo de la sala y a la derecha según se entra en Gothsland, estaba ‘Souvenir’, la representación perfecta de Barcelona como ciudad de desenfada lascivia, esa Babilonia de la que se abominaba en la Biblia con gruesas palabras pero que en la Antigüedad era realmente la repanocha, lo suficiente como para que Alejandro Magno la eligiera para vivir.

Una de las varias ideas indelebles en las obras de Maria Corte es la de las mujeres que toman los mandos de su propio placer, toda una revolución, y en ‘Souvenir’ esa mujer es Barcelona, que yace desnuda y parece utilizar los símbolos de la ciudad para su propio goce, con un Colón de pie sobre un pezón, una Sagrada Família como almohada y, lo que todo el mundo alguna vez ha sospechado, con lo de la plaza de las Glòries deberían comenzar a llamarlo Torre Dildo. Si sienten curiosidad, Consell de Cent, 331. A Ramon Casas, quizá, le habría encantado.