UNA HISTORIA DEL EIXAMPLE

La casa del puro teatro

El Teatre Nacional de Catalunya cumple 20 años de programación. El centro recupera y actualiza los clásicos y vela por el patrimonio escénico contemporáneo

Vista aérea del espectacular edificio del Teatre Nacional de Catalunya.

Vista aérea del espectacular edificio del Teatre Nacional de Catalunya.

FELIPE VALENZUELA

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Decenas de carteles rodean el edificio del Teatre Nacional de Catalunya (TNC). La programación se exhibe a lo largo de la plaza de las Arts y acompaña a la estructura que Ricard Bofill levantó en 1996, un edificio sostenido por 26 columnas de 12 metros definido por su gran escalinata. ¿El motivo de este diseño arquitectónico? Reforzar la presencia de la edificación y reflejar a través de la fuerte estructura la autonomía de la Generalitat.

La idea de construir un centro de teatro se comenzó a concebir a mediados de los 80 cuando la Generalitat invito a Comédie Française. una compañía teatral, a actuar en el Liceu. "Fue ahí cuando Josep Maria Flotats entró en contacto con la Conselleria de Cultura", afirma Xavier Albertí, quien lleva ya ocho años como director artístico del TNC.

Flotats fue escogido para ser el director de un centro que se encargase de velar por el teatro a través de una programación muy bien definida. "El TNC se podría definir perfectamente por sus representaciones de clásicos, obras que lo soportan todo, que envejecen y aún así se pueden contextualizar sin ningún problema", explica Montse Gual Gibert, una abogada, estudiante de teatro y concejal del Ayuntamiento de Vilassar de Mar que lleva yendo al TNC desde su inauguración con 'L' Auca del Senyor Esteve', en 1997. "Tiene obras como En la solitud dels camps de cotó que no suelen llegar a Barcelona", explica Gual.

Proyecto original

La primera idea era construir dos edificios: uno destinado a la representación de las obras y después un espacio de talleres dedicado a proporcionar los materiales necesarios para los espectáculos. "Con el tiempo se dieron cuenta de que un centro público debía alimentar la actividad de las fábricas locales, y un taller así podía afectar a la productividad del sector", afirma Xavier Albertí.

Este segundo espacio pasó entonces a ser un escenario más aunque guarda parte de su papel original: renueva y reutiliza el material necesario para cada representación, recicla la decoración para seguir usándola en cada temporada y tiene un almacén subterráneo que va desde la calle de Ribes hasta la avenida de la Meridiana, con sectores dedicados exclusivamente a sillas, vestuario y caracterización.

Polémica inauguración

En 1996 las obras del espacio de talleres se habían  acabado y Flotats presentó el TNC a la sociedad catalana con la puesta en escena de Angels in America, de Tony Kushner, una obra estadounidense sobre el virus del sida. Su puesto como director no duró mucho ya que fue destituido a los dos años, probablemente por estrenar un teatro catalán con una obra extranjera y criticar la política teatral de la Generalitat en su discurso inaugural.

Aunque, la idea del Teatre Nacional perdura intacta desde hace ya dos décadas: utilizar las obras clásicas para reflejar a la contemporaneidad. Porque el verdadero teatro no debe ser un museo.