Regreso a la escuela

Mascarilla 'interruptus' en la vuelta al cole

Por la calle subían sin el tapabocas, en el último retal de un verano que ha sido casi normal, y a punto de iniciar un curso que ahora se parece un poco más al de antes del covid

Carlos Márquez Daniel

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Subían por la calle volquetes de padres y madres con sus cachorros. Todavía en pantalón corto, pero ya con las bambas porque en el patio hay que darlo todo y la chancleta quita prestación. La mayoría, sin mascarilla, porque no es obligatoria en la vía pública si hay una mínima distancia de seguridad. Pero conforme iban llegando al lugar de entrega de la escuela, se colocaban el tapabocas, con absoluta normalidad, como si no hubieran pasado unas vacaciones en las que han podido burlar emocionalmente el virus. Sin quejas tras un verano casi normal, con un cierto automatismo 'déjà vu' y algo de resignación, se iban cubriendo la cara.

Empieza el segundo curso del coronavirus y el transporte público permite calibrar cómo va la recuperación. El metro de Barcelona, por ejemplo, ha incrementado un 24% las validaciones respecto al primer día de clases de 2020, y un 17% si se compara con el lunes anterior. Buena noticia que confirma la lenta pero constante recuperación de la movilidad colectiva, aunque todavía estemos un 25% por debajo de los valores previos a la pandemia.

Así ha empezado el curso escolar en el Institut Joan Oró de Lleida.

Así ha empezado el curso escolar en el Institut Joan Oró de Lleida. / Jordi V. Pou

Cerca de un millón de chavales, de infantil hasta bachillerato (1,5 millones, si sumamos todos los formatos educativos en Catalunya), han iniciado las clases de este bendito regreso a una cierta estabilidad, que vendrá marcada por unas pautas sanitarias que mantienen la mascarilla pero rebajan el control de los patios. Cada casa sabrá la pelea que ha vivido a primera hora, con ese despertador que quizás estaba sin pilas después de tres meses de barbecho. Tirones de sábana, ducha rápida, desayuno fugaz y a la calle una vez repasada la mochila. La bata, el estuche, la carpeta; alguna cosa que quieren enseñar a los amigos. Y como decíamos, sin mascarilla, blandiendo el bronceado que poco a poco se irá desvaneciendo. Muchos habrán tenido que volver a casa a medio camino al darse cuenta de que se la habían olvidado. No volverá a pasar.

¡Ya era hora!

Una vez entregados, la mirada cómplice entre los padres, y la frase de compadreo después de dos semanas de equilibrios para mantener a los chavales ocupados y vigilados: "¡Ya era hora!". Alivio, pero también las dudas de si se adaptará, de si el profe les gustará, de si se portarán bien después de tres meses de vida asilvestrada. Los interrogantes de siempre, porque el título de padre va asido a un sufrimiento que nunca descansa. Pero, a diferencia del curso pasado, poco debate sobre la pandemia, las medidas sanitarias o los positivos en clase que seguro que están por venir. Porque la quinta ola remite, pero qué duda cabe de que llegarán nuevos dígitos.

La recogida tiene el plus de saludar a la maestra, de consultarle si todo ha ido bien. Y de recordar, por si lo habíamos olvidado, que cuando a un niño le preguntas "¿cómo ha ido?", rara es la ocasión en la que pasará de un raquítico "bien" que es una educada invitación a dejarles un poco en paz. Hay que apretar, arrancarles las palabras. Entonces te cuentan, de manera telegráfica, que en el patio de la mañana iban sin mascarilla porque no se mezclan con otras clases mientras que en el de la tarde si la llevan para poder jugar con el resto de burbujas. Te explican que el tapabocas es un engorro (ellos dicen que es una "mierda") porque apenas lo han llevado durante el verano. Y te recuerdan que hay que comprar la bata de plástica porque la del año pasado se ha quedado pequeña. Y el gorro de piscina, el chándal del educación física, la cantimplora, el gel hidroalcohólico...