Manifiesto

La ciencia se reivindica como palanca para la mejora integral de la educación

Un centenar de expertos reclaman al Govern multiplicar por cuatro la inversión en I+D vinculada a la enseñanza para que el sistema sea más efectivo y eficiente

Varios alumnos y alumnas de primaria, en una escuela de Barcelona

Varios alumnos y alumnas de primaria, en una escuela de Barcelona / Ferran Nadeu

Carlos Márquez Daniel

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La ciencia es la base sobre la que se asienta cualquier disciplina. La evidencia reduce el margen de error y allana el camino, pero también es cierto que su abuso ningunea el valor de la improvisación y achica el poder de la imaginación. En la educación, por ejemplo, las cosas funcionan más por inercia que por certezas. Tampoco ayuda que cada gobierno adapte el sistema educativo en función de su ideología y que los profesores tengan que cambiar la metodología al ritmo de los vaivenes políticos y no bajo el prisma y la razón de los estudiosos. Ahora un grupo de expertos, más de un centenar, se han puesto de acuerdo para reclamar precisamente eso, que los que mandan, el Govern y también el Parlament de Catalunya, asienten sus decisiones sobre la enseñanza en base a investigaciones que permitan, entre otras cosas, combatir la segregación escolar. En resumen: intentar tomar caminos -orientados a la calidad y la equidad del sistema educativo- que estén basados en evaluaciones empíricas. Piden, entre otras cosas, multiplicar por cuatro la inversión destinada al I+D ligado a la educación.

"Evidencia contrastada"

Puede que más de uno experimente cierta sensación de 'déjà vu'. Porque lo de conectar conocimiento y educación ya tuvo su momento hace un par de años cuando el Departament d'Educació, junto a la Fundació Bofill y el Institut Català d’Avaluació de Polítiques Públiques (Ivàlua), impulsó el proyecto de 'escuelas de la evidencia' con el objetivo de "incentivar el vínculo entre los grupos de investigación y los centros educativos y mejorar la educación de la evidencia contrastada". Sucedió en noviembre de 2019, y la idea era realizar una prueba piloto en 20 centros en los que se "recogería, difundiría y se generarían evidencias sólidas sobre prácticas en el ámbito educativo, sobre su efectividad y eficiencia". Casi dos años después, según señala Ismael Palacín, director de la Bofill, no se ha hecho absolutamente nada.

Los impulsores reclaman "generar y transferir conocimiento riguroso para mejorar el sistema educativo"

Aquel plan, o mejor dicho, la esencia de lo que debía ser aquel plan, parece ser la semilla de este manifiesto que reclama dedicar el 1% del presupuesto de Educació a "generar y transferir conocimiento riguroso para mejorar el sistema educativo". Ahora, según los firmantes, solo se aporta el 0,27%, mientras que en Salut ese porcentaje escala hasta el 3,2%. El problema, sin embargo, no es tanto que no se estudie o se analice cómo mejorar las herramientas educativas, sino que todo el trabajo que se hace desde la universidades o los centros de análisis no repercute en el mundo real, esto es, en las escuelas, porque apenas hay diálogo entre ambos ámbitos. Para entendernos, es como si la vacuna contra el covid se hubiera descubierto pero no hubiera llegado a la población. De hecho, solo el 5% de los coordinadores de grupos de investigación sobre educación en Catalunya creen que su trabajo transfiere conocimiento e incide en la mejora de las políticas públicas. Sucede lo mismo, reza el manifiesto, con todos los proyectos internacionales cuyo bagaje también pasa desapercibido.

Década de espera

Todo ello, según los impulsores, debería gestionarse desde la Agència d’Avaluació i Prospectiva de l’Educació, contemplada en la ley de Educación de Catalunya, cuyo despliegue, denuncian, lleva una década en barbecho. El diálogo entre los que toman las decisiones y el conocimiento científico debe ser, señalan lo expertos, en ambas direcciones, puesto que los investigadores deben poder acceder a todos los datos vinculados a la enseñanza para poder alcanzar sus conclusiones que luego puedan revertir en una mejora del sistema. Así es como funcionan otros países de Europa, y la conclusión, a su modo de ver, es suculenta: "El resultado es un sistema que empodera a sus profesionales porque les proporciona conocimientos rigurosos y relevantes para la toma de decisiones".

La propuesta presenta objetivos y propuestas concretas. Las 16 medidas que plantean lo impulsores, coordinados por Núria Comas y Josep Maria Vilalta, giran en torno a la necesidad de vincular más y mejor ambos mundos. Eso implica, insisten, más financiación para investigar, más medios para que el conocimiento llegue y se pueda aplicar en los centros educativos, la creación de una plataforma "de transferencia de conocimientos sobre políticas educativas" que haga llegar las propuestas tanto a los agentes públicos como al resto de la sociedad y crear una unidad de enlace entre las 'conselleries' de Educació y la de Recerca i Universitats, primos hermanos con una relación más bien lejana.

"La desconexión que existe entre conocimiento y política educativa implica una gran pérdida de oportunidades", ha relatado Comas este lunes durante la presentación del manifiesto. El documento, sin embargo, carece de un cierto sentido de la realidad a pesar de sus buenas intenciones. De cómo las direcciones de las escuelas y los maestros se ven absorbidos por un día a día con múltiples imprevistos, presupuestos ajustadísimos, falta de efectivos, problemas en los edificios o familias que no siempre lo ponen fácil. A la enseñanza le falta ciencia, seguro, pero también recursos.