los efectos de la pandemia

Profesores solos ante la pantalla

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Gemma Tramullas

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Tras meses de clases virtuales, el estado anímico de los profesores universitarios varía según la materia que imparten, las condiciones de la docencia, la edad y el nivel de aceptación tecnológica, entre otros factores. Cada experiencia es distinta, pero pese a los cursos de formación en nuevas tecnologías muchos no han superado lo que podría llamarse el síndrome de la pantalla negra. Sin embargo, la docencia remota ya no es un recurso puntual, podría alargarse todo el curso y parte del siguiente y tendrá profundas implicaciones en el futuro de la enseñanza superior.

No existen datos que cuantifiquen la nueva afección derivada de la pandemia, pero los profesores hablan de dolores de cabeza, tensión muscular y desánimo tras horas de hablarle a una pantalla sin que los alumnos conecten sus cámaras. A esta sensación distópica hay que añadirle estar pendientes del chat, de compartir presentaciones y vídeos, de que no se corte la conexión, además de atender un alud de correos con dudas de los estudiantes. Paradójicamente, en una época en la que se pide desacelerar la actividad profesores y alumnos van más acelerados que nunca.

"Es muy duro hablarle a una cámara sin saber si te escuchan y te entienden -afirma David López, profesor de Informática de la Universitat Politècnica de Catalunya-. Hay profesores cansados, deprimidos y quemados, incluso algunos que están pensando en jubilarse. Esto ocurre sobre todo entre los que ya no eran muy amigos de la tecnología, pero también hay gente que se está adaptando bien".

Más formación

López también forma parte de la Asociación de Enseñantes Universitarios de Informática (AENUI) que ha hecho un estudio informal sobre la formación que han recibido los docentes para adaptarse al formato virtual: "La sensación es que la mayoría han hecho muchos cursos sobre herramientas como Meet o Blackboard pero no sobre estrategias para mejorar el aprendizaje de los alumnos en un contexto nuevo". Esta asociación ha publicado una declaración sobre los retos que plantea la docencia remota en la que se hace hincapié en el aprendizaje.

En una reproducción del clásico debate sobre el modelo de clase magistral y el participativo, López opina que "hay que ir apartando la idea del profesor como transmisor de conocimiento. Esto se puede obtener a través de libros y vídeos y el profesor tiene que convertirse en un entrenador de otras habilidades planteando problemas y debates".

En ausencia de las aulas físicas, la enseñanza superior se ha trasladado mayoritariamente al espacio privado. El cerrojazo en las universidades, donde solo se permiten algunas clases prácticas, afecta sobre todo a los estudios de humanidades y sociales, mientras que los más experimentales tienen en general más grupos presenciales y pueden seguir disfrutando, aunque de forma muy limitada, la vida en el campus.

Dar clase tiene un componente escénico y al desaparecer el escenario del aula es más fácil "que se pierda la magia", asegura Joan Guàrdia, catedrático de Metodología de las Ciencias del Comportamiento de la facultad de Psicología de la Universitat de Barcelona (UB). "La universidad presencial tiene una ventaja frente a la educación masiva en línea y no se puede transformar en ocho meses en algo que no es", asegura.

Modelo mixto

Para Guàrdia (candidato en las elecciones al rectorado de la UB, puesto al que también aspiran el actual rector, Joan Elies, y David Vallespín) se está haciendo un trabajo muy "intenso y exitoso", que explicaría en parte la carga mental que padecen los docentes. "Vamos hacia un modelo educativo mixto y esta situación es una oportunidad para aprender. Ser profesor es un privilegio, aunque sea boca abajo y con las manos atadas".

"Pero antes -advierte- habrá que ofrecer una reparación a muchos estudiantes a quien se les ha robado el recuerdo del primer día de facultad, que nunca se olvida. Habrá que volver a acogerles en un espacio que es para socializar en ese tránsito hacia ser ciudadanos adultos y responsables".

Hace 25 años nacía la Universitat Oberta de Catalunya, que ofrece toda la enseñanza en formato virtual, y uno de sus fundadores fue el catedrático de Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación Albert Sangrà: "Entiendo el estrés y la tensión emocional y hay que agradecer el enorme esfuerzo de los docentes en este periodo -recalca-. Es lógico que algunos quieran volver a lo que había antes, pero yo les diría que confíen y que sean capaces de explorar nuevas maneras de hacer, más sostenibles y habitables, en estos entornos digitales que también pueden ofrecer grandes satisfacciones".

Sangrà insiste en que "educar en línea no es replicar lo que se hace en la clase presencial". La clave está en "gestionar el tiempo y los espacios de otra manera para conseguir los mismos objetivos educativos" y para ello hace falta tiempo y "más apoyo al profesorado" para que pueda afrontar sin estrés la docencia en un formato de "presencialidad discontinua". "Este aprendizaje -concluye- es una oportunidad para dar un paso adelante en la transformación digital de la sociedad del siglo XXI". La UOC ha puesto a disposición de la comunidad educativa un ‘Decálogo para la mejora de la educación on line’ que puede descargarse gratuitamente. 

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