EN LÍNEA HASTA MAYO

La universidad se muda a los hogares

Un aula de la Facultad de Política de la UAB, vacía

Un aula de la Facultad de Política de la UAB, vacía / periodico

Gemma Tramullas

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Cuando el Trinity College de Cambridge echó el cierre en 1665 por un nuevo y letal brote de peste bubónica, uno de sus alumnos aprovechó para avanzar desde casa en sus estudios de matemáticas y filosofía. Mucho tiempo después, aquel estudiante llamado Isaac Newton volvió a la universidad habiendo descubierto las bases del cálculo. Los rectores de las doce universidades catalanas acordaron ayer en una reunión con el president de la Generalitat, Quim Torra, que las clases continuarán siendo en línea hasta final de curso, lo que obligará a estudiar desde casa a más de 208.000 alumnos solo de grado, además de los de posgrado y doctorado, y a teletrabajar a miles de profesores y personal académico.

Aunque se trate de una medida temporal, el nuevo contexto tiene profundas implicaciones para la institución. “Hay un antes y un después de esta crisis, en la docencia en línea y en la vida”, asegura Virginia Luzón, vicerrectora de Comunicación de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB).

Dos días después de anunciarse el cierre de los centros, 18.448 estudiantes y 1.581 profesores se conectaban casi simultáneamente al aula global (el campus virtual) de la UAB. En la Universitat de Barcelona (UB), en dos semanas la actividades evaluativas virtuales habían aumentado un 173%. Son solo dos ejempos de la magnitud de un salto digital para el que las universidades venían preparándose desde hace años.

“Se ha producido un cambio de paradigma --explica Luzón--. Hasta ahora el campus virtual era un soporte tecnológico para la docencia y ahora es el único medio de docencia”. La tecnología ha aguantado bien el embate, pero ¿y el factor humano? Clases, exámenes, trabajos, prácticas, tutorías… todo ha pasado a hacerse a distancia. Webinar, Collaborate y Team se han convertido en palabras habituales.

Pero no se trata solo de colgar power points y vídeos. La docencia en línea tiene unas dinámicas distintas para las que no todo el mundo está preparado y da lugar a experiencias inauditas, como ver a los estudiantes de cirugía animal de la UAB aprender a suturar con telas que simulan los tejidos biológicos del laboratorio.

Las universidades quieren evitar que el formato a distancia aumente la brecha económica y digital. La UAB está cediendo ordenadores y lápices de datos para los alumnos que no tienen wifi y el rector de la Universitat Pompeu Fabra (UPF), Jaume Casals, se comprometió ayer en una carta a su comunidad a estar especialmente pendiente de esta cuestión.

Hasta ahora los estudiantes se habían mantenido sorprendentemente silenciosos pero ya empiezan a escucharse quejas por sobrecarga de trabajo o exámenes videogilados con un exceso de celo. Los sindicatos exigen que se tengan en cuenta las circuntancias personales y que se flexibilicen los criterios de evaluación. Algunos profesores, sobre todo los más precarios y con cargas familiares, también están organizándose.

Cristina Gelpí, vicerrectora de Proyectos de Docencia de la UPF hace un balance “muy positivo”. El centro ha realizado cerca de 200 exámenes a distancia “sin incidencias”: “Es nuestra responsabilidad asegurar que mantenemos nuestros parámetros de calidad”.

¿Pero cómo hacer compatible la excelencia con la magnitud del drama humano? “No puede existir la excelencia académica si no se tiene presente que aprender y enseñar son acciones que tienen que movilizarse desde la ética, el compromiso y la responsabilidad –explica el rector de la  UB, Joan Elias--. A veces, escenarios nuevos sobrevenidos nos abren posibilidades para explorar escenarios desconocidos que nos pueden ayudar a crecer como personas”.

Por su parte, Virgina Luzón considera que la excelencia se está demostrando en el hecho de que la cooperación y la solidaridad están sustituyendo, por lo menos temporalmente, a la competitividad y la lucha por los ránquings que domina el ámbito universitario. Los muros elististas de la academia se han venido abajo para llegar a la sociedad.

En un contexto histórico más amplio, esta tranformación no es la más profunda que ha experimentado la institución. La guerra civil, las protestas estudiantiles contra el franquismo o contra el Plan Bolonia pusieron a prueba las costuras de la academia. Sin embargo, el proceso no ha hecho más que empezar. La pandemia afectará la movilidad internacional, una de las bases del actual sistema, y probablemente habrá cambios en las matriculaciones, los contenidos y las tasas.

“El coronavirus nos ha hecho plantearnos de golpe hacia dónde va la universidad –reflexiona Dídac Ramírez, exrector de la UB y autor del libro Universitat, valors i societat--. ¿Vamos hacia un sistema de aprendizaje en línea como el de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) o hacia la universidad de los años 50? Cualquier transformación tiene que hacerse con mucho cuidado, adaptándose a los cambios sociales, pero sin perder la naturaleza de la universidad que, aparte de formar profesionales, debe contribuir a la inteligencia de la sociedad a través del conocimiento”.

Según la Unesco, 1.500 millones de niños y jóvenes han dejado de ir presencialmente a la escuela, el instituto o la universidad en todo el mundo a causa de la pandemia. “En mi universidad han discutido durante años dar algunos cursos en línea –contaba Yuval Noah Harari, profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén y autor de Sapiens-- . Pero hubo muchos problemas y objeciones, y nunca se hizo nada. Ahora, en una semana, se ha establecido un sistema para mover todas las clases en línea”. En Londres, el Imperial College organizó un curso científico virtual gratis sobre el covid-19 al que se apuntaron 7.000 personas.

En sociología existe un concepto que trata de las consecuencias imprevistas de las acciones humanas y quizá el nuevo contexto facilite que surjan otros Isaac Newton. Los expertos internacionales prevén que los campus tradicionales volverán con fuerza, aunque con medidas de prevención para evitar nuevos brotes. Pero en las redes sociales ya circula con fuerza el lema No volveremos a la normalidad porque la normalidad es el problema. La academia seguirá formando a los mejores profesionales pero ahora empieza a debatirse también para qué.