NOVEDAD EN LA ENSEÑANZA

De los números a las notas humanas

Natalia comenta las notas con una de sus alumnas del Institut Bellvitge, el viernes.

Natalia comenta las notas con una de sus alumnas del Institut Bellvitge, el viernes. / CARLOS MÁRQUEZ DANIEL

Carlos Márquez Daniel

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Van pasando, de uno en uno. Se sientan en la silla, sin gesto alguno de vergüenza, dispuestos a escuchar, pero también a dar su opinión. Natalia Pomareda, la tutora de esta clase de cuarto de ESO, les va entregando las notas del primer trimestre. Aunque más que despacharlas, las comparte. Porque ya no se estila ese frío sobre cerrado con una hermética nota numérica. Ahora, en la secundaria obligatoria, como en primaria, empieza a imponerse otra calificación, más centrada en las competencias, en la evolución del aprendizaje. Un sistema que será obligatorio a final de curso pero que algunos centros ya están aplicando. Estamos en el Institut Bellvitge, en L’Hospitalet de Llobregat, y mientras al otro lado del muro se arremolina el mercado de los jueves, con ropa, menaje del hogar y plantas, en el aula toca repasar lo aprendido para iniciar el año con motivación renovada.

Los clásicos de toda la vida se mantienen. Seguro que les suenan. Ese pensar que determinado profe te tiene manía, esa asignatura que se te da mal y será así para toda la vida, esa materia que no entendiste desde el primer día y te dio reparo preguntar para no molestar. Ahí es donde entran los reflejos del educador. Y los de Natalia son propios de la NBA. No duda en preguntarles, aunque la nota sea buena, si creen que podrían haber dado un poco más. Andrés (todos los nombres de los estudiantes han sido modificados) acaba admitiendo que trabaja poco en casa, y cuando la tutora le enseña el comentario de la profe de Matemáticas, que le afea su pasotismo en clase, él acaba admitiendo que su actitud es fruto de una cierta frustración: “El problema es que no me entero de nada”. Natalia le invita a volver a verse después de las fiestas, con los padres si hace falta, para que la fea nota de logro no conseguido alcance, como mínimo, la categoría de logro satisfactorio.

Un reto para todos

Apelar a la familia es una constante en la veintena de entregas de notas testimoniadas por este diario. De cómo una frustración puede convertirse en un reto colectivo. Le sucede lo mismo a Sara con el latín. Dice que le cuesta mucho, que no entiende una sola declinación. “En enero nos sentamos e intentamos buscar herramientas que te puedan ayuda, pero también tú tienes que poner de tu parte, porque la profesora de Latín dice que estás muy ausente a las clases”. Un ‘quid pro quo’ de manual: tú estate por la labor, que el resto nos romperemos la crisma por ti. Àngeles admite que se ha centrado en algunas asignaturas y que ha dejado otras de lado.

Asif lleva solo unos meses en Catalunya y lo tiene todo aprobado. Los docentes han valorado, por encima de la calificación, sus ganas de aprender, de ir superando obstáculos ante una lengua desconocida, ante unos métodos pedagógicos desconocidos y, sobre todo, ante una vida que nada tiene que ver con lo dejó atrás con tan solo 15 años. El caso de Amira es muy similar, aunque ella lleva algunos meses más en Bellvitge. Natalia se deshace en elogios y la anima, más allá de a mantener el buenísimo nivel, a que ayude a sus compañeros. “Tienes que estar muy empoderada porque tienes muchas habilidades”, le resume Natalia.

Mario va sobrado. Se le nota al sentarse, como si tuviera clarísimo lo que le van a decir. Y así es. Natalia le felicita por su casi pleno de logros excelentes. Pero antes de que se vaya a celebrarlo, le invita a cambiar algo de su actitud: “Vas muy bien, pero algunos profesores dicen que interfieres en la clase. Intento que eso sirva para explicar y aportar a los demás, porque sin querer puedes despistar a compañeros que no van tan sobrados como tú”. Asiente. Lourdes es otra luz propia en esta clase de cuarto de la ESO. “Todo muy bien, pero me gusta especialmente cómo ayudas a tus compañeros cuando hay dudas en clase. Aprovecha estas fiestas para desconectar, te lo has ganado”.

Derecho a la pataleta

No es el caso de Carlos, que tiene la Tecnología atravesada. Le dice a Natalia que no lo entiende, que cree que la profesora la ha tomado con él. La tutora, que podría saltarle a la yugular en defensa de su compañera de claustro, invita a su alumno a ir a hablar con ella. “Si no estás de acuerdo, ve a verla. No me gustan estas notas y me gusta que tampoco te gusten a ti, pero si las ves injustas, pregúntale. Pero ten en cuenta una cosa: ella dice que en clase estás apagado e inactivo…”.

Los ojos de estos chavales solían ir directos al dígito. Ese 4 que te hundía o ese 7,5 que te sacaba de clase bailando. Ahora hay matices, grises que trascienden al número, porque, tal y como reza el Departament d’Educació en la carta que recibirán todos los padres asida a las notas, a modo de guía para entender las calificaciones, el objetivo “es ayudar al alumno a ser más competente y acompañarlo para mejorar su proceso de aprendizaje”. 

Entregadas todas las calificaciones, un corrillo de alumnos discute sobre el nuevo método. Solo uno de ellos prefiere las letras. El resto sigue pensando que la nota numérica es más concreta y que ayuda más a saber en qué lugar estás. Cuestión de tiempo, y de asimilar cuáles son los nuevos objetivos de las competencias que se busca potenciar en secundaria. Pero no solo eso -y ahí aflora uno de los principales obstáculos de las escuelas-, ya que también está el problema de que sus padres, dicen, no van a entender nada. Tender puentes, no solo por una mejor educación, sino por un mejor trabajo en equipo entre 'conselleria', docentes y familias. Y que no vuelvan a cambiar el sistema, porque son muchos los profes veteranos que asumen el encargo con recelo. Saben bien que los bandazos son habituales en esto de la formación de los chavales.