El número de estudiantes que hacen selectividad se ha triplicado en 40 años

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MARÍA JESÚS IBÁÑEZ / BARCELONA

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De los primeros a los últimos, de los nacidos entre los años 1957 y 1958 hasta los bachilleres de la quinta del 98, los estudiantes catalanes que han ingresado en la universidad (o que prevén ingresar en los próximos meses) se han casi triplicado en número y han mejorado mucho, muchísimo, los resultados. A la última tanda de pruebas de selectividad, que empiezan este martes, concurrirán más de 32.000 personas en Catalunya frente a las 12.000 que lo hicieron en la primera edición, en junio de 1975. De esa convocatoria, el Ministerio de Educación no conserva datos, pero sí los tiene de la siguiente, cuando la tasa de aprobados fue de poco más del 72% en el conjunto de España. El año pasado, en Catalunya, casi el  97% de los alumnos matriculados en las pruebas las superaron.

No es de extrañar que el porcentaje de estudiantes que pasan con éxito la selectividad haya aumentado tanto y que lo haya hecho de forma progresiva de año en año, argumentan los expertos. Es, dicen, una de las consecuencias del sistema de ‘enseñanza para el examen’ (una práctica más conocida por su denominación en inglés, ‘teach for the exam'). “Se trata, de hecho, de un efecto muy conocido por los pedagogos: cuando se diseña un tipo de evaluación, se acaba diseñando también, de forma indirecta, la forma en que trabajarán los estudiantes y sus profesores”, constata Pere Quer, vicerrector de Ordenación Académica de la Universitat de Vic (UVic-UCC)

Lamentablemente, la selectividad no es el único caso. Cada vez más, los alumnos de sexto de primaria y los de cuarto de ESO, que desde hace unos años se someten también a pruebas externas de evaluación, explican que sus profesores dedican algunas semanas de preparación en clase a estos exámenes de competencias básicas. Se pierde, critican los pedagogos, el carácter educativo del curso, que pasa a ser un “mero entrenamiento de cara a unas pruebas”.

IGUALDAD DE OPORTUNIDADES

La actual selectividad es uno de los mecanismos previstos en la gran reforma educativa iniciada en 1970 con la ley general de educación (LGE) o ‘ley Villar Palasí’ (por el ministro que la puso en marcha). Cuatro años después de la implantación de esa normativa, se aprobó una ley específica para regular el acceso a la universidad, la denominada ‘ley Esteruelas’ (por el titular que ocupaba en ese momento el Ministerio de Educación, Cruz Martínez Esteruelas).

“El sistema, que fue creado para garantizar la igualdad de oportunidades, ha sido un gran instrumento social”, asegura el vicerrector Quer. Prueba de ello, prosigue el académico, “es que en sus 40 años de existencia, apenas nadie ha cuestionado el modelo, porque se ha considerado un sistema limpio, transparente e equitativo”. De hecho, constata, “las universidades han presionado para que el nuevo sistema de acceso, el examen de reválida de la LOMCE, siga teniendo una estructura similar a la actual selectividad”.

Otro de los “efectos perversos” de la prueba que se hace en España, afirmaba hace ya unos años Fernando Muñoz Vitoria, asesor técnico del Instituto Nacional de Calidad y Evaluación (INCE) del ministerio y profesor de secundaria, es “el relativamente alto porcentaje de estudiantes que se ven ‘obligados’ a matricularse en carreras que no les atraen, o que incluso rechazan”. “Todo ello se produce en una situación en la que la supuesta igualdad de oportunidades ante el sistema educativo, aun reconociendo avances significativos respecto a épocas pasadas, resulta difícil de defender, ya que se constata que las clases sociales más favorecidas están claramente sobrerrepresentadas en el bachillerato, en la universidad y, dentro de esta, en las carreras más prestigiosas”, agregaba Muñoz Vitoria en un artículo publicado en la ‘Revista de Educación’ que publica el propio ministerio.

El vicerrector de la UVic-UCC aún añade otra consecuencia indeseable de la selectividad. “Lo que ha pasado es que, sobre todo en los últimos años, las carreras más buscadas han acabado reclutando a los alumnos con mejores notas, pero no necesariamente a los alumnos con el mejor perfil o con la mayor vocación”. “Quizás es un tema menor, el precio que se ha tenido que pagar por disfrutar de un modelo de selección como este, pero creo que es una de las cuestiones mejorables del sistema”, concluye.