PLAN ACADÉMICO PIONERO EN ESPAÑA
Los estudiantes tendrán que hacer trabajo social para sacarse la ESO
En un momento en que las pruebas PISA y las evaluaciones externas determinan cómo hay que educar a los adolescentes en muchos países desarrollados, cuando el Gobierno español acaba de aprobar una reforma educativa que apuesta por las reválidas -basadas en criterios homogéneos y centralizados- como herramienta para mejorar la calidad de la enseñanza, hay quien reivindica que no todo se puede medir a partir de un resultado, de una nota obtenida en un examen.
Este viene a ser el argumento que guía la última medida pedagógica anunciada por la Generalitat y que se va a implantar en centros de secundaria de Catalunya a partir de septiembre: un plan por el que los alumnos de tercero y cuarto de ESO prestarán un mínimo de 10 horas de servicios a la comunidad (que se sumarán a otras 10 horas previas de preparación en el aula), obligatorios para obtener el título de graduado. El próximo curso, serán unos 5.000 estudiantes de 15 o 16 años de 152 centros quienes pasen por ello. Dentro de cinco años, la previsión es que participen todos los alumnos (unos 70.000 chavales), anunció ayer la Conselleria d'Ensenyament.
El programa, pionero en España e inspirado en la experiencia que desarrollan desde hace años países como Estados Unidos, Alemania, México, Suiza u Holanda, pretende que «los estudiantes experimenten y protagonicen, a lo largo de su trayectoria escolar, acciones de compromiso cívico, aprendan el ejercicio activo de la ciudadanía y pongan en juego sus conocimientos y capacidades al servicio de la comunidad», recalcó la titular de ese departamento, Irene Rigau. La medida, subrayó la consellera, está recogida en la ley de educación de Catalunya (LEC).
FORMACIÓN DE DOCENTES /El programa, explicó Ensenyament, se ampliará a medida que se vaya preparando al profesorado. Así, el año que viene recibirán formación específica los docentes de otros 180 institutos para que, ya en el 2015-2016, se incorporen también en el programa. Y así hasta el curso 2019-2020, en que estará implantado en 1.108 centros. La parte práctica, es decir, la actividad fuera del aula o sobre el terreno, se hará fuera del horario de clase y la evaluarán las oenegés con las que colaboren los jóvenes.
«Los profesores podrán decidir el proyecto de cooperación y a través de qué asignaturas se desarrolla. Habrá un primer trabajo en el aula, al que se dedicarán unas 10 horas lectivas, en que se analizarán las necesidades y el contexto de esa actividad, las causas y cómo se puede abordar», concretó Meritxell Ruiz, directora general de Atención a las Familias y la Comunidad Educativa.
De este modo, la directora general disipó (al menos inicialmente) las dudas planteadas por algunos expertos, que habían advertido del riesgo de que la iniciativa no alcance los objetivos anhelados «si no se implica emocionalmente a los jóvenes, si no se les hace ver que su intervención será útil para la comunidad con la que conviven», como recomendó Jaume Funes, psicopedagogo especializado en la población adolescente.
«La iniciativa, sin duda, contribuirá a despertar conciencias y compensará el espíritu de competitividad e individualidad que parece primar estos últimos años en la escuela, pero puede fracasar estrepitosamente si los chicos ven esta actividad como algo impuesto. No puede haber un voluntariado obligatoria», objetó Funes, que cree que Ensenyament trata, con este programa, «de recordar a los ciudadanos, estéticamente, que también tiene alma social».
En todo caso, agregó Rigau en la presentación de la iniciativa, el fin «no es incorporar una maría al currículo de secundaria, ni hacer que todos los alumnos sean chicos escoltas, sino que adquieran nociones como el respeto, el esfuerzo o el trabajo en equipo en un momento en que fijan la escala de valores que tendrán cuando sean adultos».
Pese a las previsiones optimistas de la consellera y su directora general, que valoró muy satisfactoriamente la respuesta recibida por parte de los docentes durante los dos años en que este programa se ha aplicado como prueba piloto, los profesores no lo tienen tan claro. Fuentes del colectivo advirtieron ayer con recelo de que no se sabe aún quién escogerá a los profesores encargados de tutelar y coordinar las actividades de cooperación, ni tampoco se ha determinado cómo afectará a su día a día.
También desde las oenegés (la Taula del Tercer Sector ha participado en la elaboración del programa) se reclaman «medios para que esta iniciativa no sea una carga para las entidades colaboradoras, que tendrán que programar y evaluar al alumno», indicó Roger Buch, especialista de la Fundació Pere Tarrés en asociacionismo y voluntariado. Buch, que recordó que el sector llevaba años reivindicando la entrada de estas actividades solidarias en las escuelas, insistió también en la necesidad de hacer un buen seguimiento para que la experiencia «no sea una simulación de la realidad, sino que vean la realidad tal y como es».
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