Mirador

La asignatura del ejemplo comunitario

Una alumna de ESO durante una práctica de servicio comunitario.

Una alumna de ESO durante una práctica de servicio comunitario.

GREGORIO LURI

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Ramon Rucabado se preguntaba en su Compendio de educación civil (1920): «¿Cuál es el mayor bien que un ciudadano puede hacer en la ciudad?» No le interesaba saber qué beneficios puede proporcionarnos nuestra comunidad, porque no veía al ciudadano como un cliente. Por eso la respuesta que nos ofrece es admirable: «El ejemplo de su conducta moral». Su convicción es que la virtud del ciudadano preserva la virtud de la comunidad.

No hace mucho defendí en Canovelles, ante la concejala de educación y un grupo de maestros, una práctica escolar habitual en bastantes colegios de Alemania, el Fegedienst, mediante la cual los alumnos se corresponsabilizan de la limpieza del centro. En Hamburgo se puso en marcha en 1999 como una actividad educadora del sentido de la responsabilidad. En marzo del 2009 el ayuntamiento de Hildesheim, en la Baja Sajonia, viendo que la crisis económica estaba afectando gravemente sus ingresos, propuso a las escuelas públicas de la localidad que asumieran los trabajos de limpieza para ahorrar 174.000 euros a las arcas municipales.

Los maestros de Canovelles -no así la concejala- me miraban desconcertados. Sin embargo, esta no es una práctica ajena a la tradición pedagógica catalana. Se practicaba en la Escola de Mestres de Joan Bardina. Bardina no hablaba de «trabajo comunitario», sino de «educación económica». Es un buen nombre, puesto que la economía es el saber relativo al oikos, es decir, a la casa común.

Nuestros medios de comunicación recogen estos días que el servicio comunitario entrará a formar parte de los programas educativos de nuestros adolescentes. ¿No debería ser normal que unos jóvenes que reciben enormes cantidades de dinero de la solidaridad pública sean conscientes del deber social del agradecimiento?

La introducción de la nueva materia se está llevando a cabo con sentido común. Y estamos ante una magnífica noticia. Entre nosotros hay muchas experiencias escolares de éxito que no van más allá de los límites de los centros porque no encuentran suficiente apoyo institucional. Ahora se ha actuado con prudencia. Primero se ha experimentado en centros-piloto y después se está generalizando sin precipitaciones. Las cosas que echan raíces en educación son las tratadas con técnicas de horticultor, no las que se ven sometidas a chaparrones reformistas. No hay atajos para conseguir el éxito educativo.

No negaré que la letra pequeña del proyecto que se acaba de presentar despierta algunos interrogantes. Pero me parece que no hay que ser mezquino poniendo la lupa en la letra pequeña de un proyecto noble.

Con el vocabulario pedagógico actual, tan pedante, la consellera Irene Rigau ha afirmado que el servicio comunitario en las aulas de ESO será una «competencia transversal» que servirá para que los jóvenes adquieran una «competencia social y ciudadana» que les permita comprender la realidad y cooperar de forma activa en una propuesta que combina los procesos de aprendizaje y el servicio a toda la comunidad en un solo proyecto.

Yo prefiero decirlo de una manera más sencilla: esta materia tendrá éxito siempre que nuestros alumnos aprendan a ser agradecidos con su comunidad.