Por Gabriel Ubieto
Diseño: Andrea Hermida-Carro

¿Pueden prohibirme ir a trabajar
con chanclas o bermudas?

Siete y media de la mañana, julio, un vagón del metro de Barcelona repleto de gente que va a trabajar y en el exterior los termómetros van cogiendo temperatura. En ese momento ya se superan los 25 grados y, para cuando los pasajeros paren a comer, superarán los 30 grados. La vestimenta es variada, desde gruesos trajes de ejecutivo con corbata al cuello, hasta vestidos a media rodilla, pasando por polos y pantalones cortos. Y pese a que la tentación pudiera llamar a tirarse al lino, las sandalias y la mínima ropa posible, los códigos de vestimenta –formales o informales- siguen rigiendo el 'outfit' de los empleados cuando acuden al centro de trabajo. ¿Puede mi empresa prohibirme usar pantalones cortos? ¿Es legal que el uniforme sea de un determinado corte? ¿Quién define cuando una prenda es adecuada o no para trabajar?

Ciertas indumentarias siguen siendo tabú en los centros de trabajo, algunas por motivos de seguridad, otras de imagen corporativa para con el cliente y otras por convenciones meramente estéticas. No es un debate nuevo, si bien las nuevas modas y el aumento de las temperaturas fruto de la crisis climática lo reabren cada tanto en las oficinas. Y algunos casos acaban en los tribunales.

¿Hasta qué punto la empresa puede marcar cuál debe ser el aspecto o vestimenta de un trabajador? "Si la compañía quiere que sus trabajadores vayan vestidos de determinada manera debe proveerles de un uniforme. Y si deja que cada uno vaya vestido a su manera siempre tiene que justificar por qué exige a sus trabajadores llevar determinada ropa o se la prohíbe. El límite está en los derechos fundamentales", afirma el abogado y profesor de la UOC, Pere Vidal.

"Podemos venir como queramos, no tenemos ninguna instrucción específica sobre la ropa. Ahora que hace calor, siempre voy en pantalón corto", explica Josep, un analista de datos de una importante empresa tecnológica con sede en el Poblenou de Barcelona. "Entra dentro del sentido común de cada uno. Si un día tengo una presentación con unos clientes me pongo un polo y unos pantalones largos, pero tampoco pasa nada si se me pasa. Nunca he visto ningún problema en ese sentido", añade.

Más estrictos se muestran en otras compañías, como es el caso de las consultoras o la banca. Ana trabaja en una entidad bancaria de renombre, con clientes internacionales y cuentas millonarias. Allí el traje chaqueta o las blusas y pantalones formales son la norma entre las mujeres, y el traje y corbata, obligatorio entre los hombres. "Tienes que ir vestido como si fueras a una entrevista de trabajo. Es una norma no escrita, pero todo el mundo la cumple. Al final eres el embajador del banco cuando tratas con los clientes", cuenta. El criterio de la empresa y la cultura informal instaurada en la misma son claves a la hora de definir qué vestimentas imperan en la oficina.

La falda es una pieza de ropa habitual entre las mujeres durante todo el año, si bien en los meses de verano se acorta en aras de combatir el calor. Longitud de dicha prenda ha sido hasta ahora origen de polémica en los centros de trabajo, ya fuere porque la empresa la consideraba excesivamente corta para alguien que realizara una atención al público o bien porque la dirección la imponía como uniforme a sus empleadas.

Este último fue un caso que llegó en el 2011 hasta el Tribunal Supremo. Una empresa que gestionaba siete residencias de ancianos obligaba a sus enfermeras a llevar como uniforme falda, delantal, cofia y medias, mientras que sus colegas hombres podían ir con el clásico pijama sanitario. La dirección alegó que con ello pretendía "dar a la clientela una buena imagen de la empresa" y que en 15 años de llevar dicho uniforme nunca antes se había quejado formalmente ninguna enfermera. El alto tribunal sentenció contra la empresa, consideró que dicho uniforme era discriminatorio para con las mujeres y les obligó a retirarlo.

La corbata es una pieza habitual entre los hombres en muchos uniformes. Es el caso de una de las aerolíneas con más historia en España, donde sus pilotos y copilotos tienen la obligación de llevar este complemento anudado en todo momento. "Cuando te contratan te dan todo el uniforme: gorra, camisas, corbata, pisacorbata, galones, americana, pantalones, zapatos e incluso calcetines. Y se supone que tienes que llevarlo en todo momento", cuenta Óscar, piloto. No obstante, reconoce que una vez entran en la cabina la exigencia se relaja y suelen quedarse en mangas de camisa.

Peor lo tienen, en este sentido, los tripulantes de cabina, que durante todo el vuelo están de cara al público y bajo ellos rige un estricto código de vestimenta. "Dentro del avión tenemos que llevar tacones de cuatro centímetros y fuera de siete", cuenta Laura. Especialmente los nuevos, pues el sobrecargo después de cada desplazamiento debe redactar un informe y destaca si alguien no lleva todos los componentes o no va pulcramente vestido. "En otra aerolínea en la que trabajé el pañuelo al cuello era obligatorio y tenía que estar a 4,5 centímetros. La sobrecargo venía con una regla y lo medía", añade.

Es obligación del empresario evaluar y prevenir los riesgos laborales que puedan producirse en un centro de trabajo u oficina. En entornos industriales o de la construcción son obligatorios calzados específicos de protección y el uso de chanclas está terminantemente prohibido por el tipo de actividad que allí se desempeña. Es menester que la empresa provea al trabajador de botas o zapatos de especial protección.

No obstante, si llevar chanclas no entraña un riesgo identificado para los empleados y no existe un código de vestimenta previo que lo prohíba explícitamente, la empresa no puede legalmente vetar este tipo de calzado en la oficina a sus trabajadores. Esto aplica a las chanclas y a cualquier otra pieza de ropa.

La barba históricamente ha sido motivo de veto en determinados oficios. Y objeto de conflicto desde hace años, no solo desde la irrupción de la estética hípster. En 2000, el Tribunal Superior de Justicia de Madrid (TSJM) ya tuvo que pronunciarse en el caso de un cocinero al que su empresa le había prohibido dejarse perilla alegando cuestiones de higiene.

El trabajador se escudó en que llevaba varios años trabajando en la compañía, que no había quejas previas en este sentido y que todos esos años había lucido un frondoso bigote, sin que ello hubiera sido motivo de censura por parte de la dirección. Finalmente los magistrados determinaron que el restaurante carecía de motivos, ya que el empleado desarrollaba su tarea "con el debido aseo y cuidado", según reza el fallo.

Algunas de las aerolíneas siguen tiene una política estricta en cuanto a maquillaje, siendo obligatorio para las tripulantes de cabina. "En Air Nostrum teníamos que llevar los labios pintados de un color determinado, con tono suficiente para que se notara", afirma Laura. En otras compañías son menos estrictos y no tienen un código de imagen establecido al respecto.

Cada compañía está obligada a entregar a sus empleados (o tenerlo colgado en la intranet) una normativa de imagen personal sobre estas cuestiones. Algunas empresas, en aras de evitar conflictos con los trabajadores o judicializar el asunto, establecen que el maquillaje debe ser "discreto" si no apuestan por el mismo.

Los tatuajes siguen siendo tabú en determinados oficios. Hay reputados hoteles de la ciudad de Barcelona que no contratan camareros si estos llevan grabados en la piel que el uniforme deja a la vista. Las agencias de trabajo temporal que contratan a este personal incluyen preguntas de este tipo en sus entrevistas de trabajo y descartan automáticamente a los candidatos que llevan tatuajes.

En sectores como la banca los tatuajes siguen siendo una 'rara avis', además de que la vestimenta de trajes y corbata deja poco espacio a lucir estas tintas. "Desde el 1 de junio están permitidos en mi aerolínea, pero no pueden superar los tres centímetros si están a la vista. En otras la gente se los tapaba con esparadrapo o haciendo coincidir el reloj", cuenta una tripulante de cabina.

Un reportaje de EL PERIÓDICO

Textos:
Gabriel Ubieto
Diseño:
Andrea Hermida-Carro
Coordinación:
Rafa Julve