

Las mujeres que nos dan de comer | El sector primario
"Sin nosotras no habrá
relevo generacional"
Las mujeres que nos dan de comer | El sector primario
"Sin nosotras no habrá relevo generacional"
Un reportaje de María Jesús Ibáñez
En un sector tan complicado, que tanto depende de la climatología, de los precios y de directrices que muchas veces se diseñan en despachos de Bruselas, no es fácil el papel que desempeñan las mujeres. Ni en el campo, ni en la granja, ni en la barca de pesca, ni tampoco al frente de las empresas agroalimentarias. EL PERIÓDICO ha hablado con algunas de ellas para tratar de comprender su realidad y ser altavoz de sus propuestas y soluciones.
Casi un tercio de las explotaciones agrícolas, ganaderas y pesqueras en España tienen a una mujer como titular, pero, pese al incremento registrado estos últimos años (desde 2020 el aumento ha sido de ocho puntos), las mujeres son, a menudo, trabajadoras invisibles, que arrastran problemas de conciliación, que, solo por el hecho de vivir en entornos rurales, resultan aún más difíciles de resolver.



"Siempre lo tuve claro, ya de pequeña me subía al remolque del tractor de mi padre, entre los montones de paja, y me iba con él a dar de comer a los animales", cuenta Teresa Montanuy, estudiante de Veterinaria de 23 años, que, cuando termine sus estudios en la Universitat de Lleida, regresará a la explotación ganadera que su familia tiene en la pequeña localidad de Estorm, en el Pallars Jussà. A la joven Montanuy, que es consciente de lo duro que es el trabajo en el campo, no se le hace en absoluto cuesta arriba eso de "tener que madrugar cada día y no disfrutar apenas de días vacaciones".
"Y es que sin las mujeres no se puede pensar en el relevo generacional. Somos la mitad de la población y, en un sector tan envejecido como el sector primario, no hay futuro si no se cuenta con nosotras", proclama, por su parte, Raquel Serrat, criadora de yeguas en Queralbs, en el Ripollès.
"Somos la mitad de la población y, en un sector tan envejecido como el primario, no hay futuro si no se cuenta con nosotras"
La edad media de los agricultores en España es, en la actualidad, de 62 años, y los menores de 35 no representan más del 15% de la población agraria, según datos del Ministerio de Agricultura. Se da la circunstancia, además, de que los mayores de 65 años gestionan, en su mayoría, explotaciones de pequeño tamaño, con rentabilidades tan bajas que no logran captar el interés de los jóvenes, ni de los hombres ni de las mujeres.
También en el sector pesquero el reto es el relevo generacional. A Cristina Caparrós, armadora en el puerto de Barcelona, la cosa le viene de familia. "Mi madre y mi abuela ya hacían el trabajo que hago yo ahora", cuenta. Ella no se sube a la barca, sino que lleva "la gestión de lo que se requiere hacer desde tierra", desde compras y ventas a reparaciones y preparativos. "¿Por qué no salimos las mujeres a la mar? Pues por un problema claramente de conciliación", lamenta.


Más allá de la viabilidad económica de las explotaciones, el reto de quedarse a vivir en el campo "pasa por el acceso a los servicios, muchas veces servicios básicos, como los educativos, los de cuidados y dependencia, a los que resulta muy complicado llegar cuando se vive en un municipio pequeño", lamenta Raquel Serrat, que desde la semana pasada es la nueva coordinadora nacional de Unió de Pagesos, el sindicato mayoritario en Catalunya.
Esa falta de servicios de apoyo a la conciliación es aún más acusada lejos de los grandes núcleos de población, agrega Esmeralda Rourera, propietaria de fincas de cereales y granjas de ganado bovino en Almenar, en el Segrià. Rourera recuerda lo invisibilizada que ha estado durante siglos la labor de las mujeres en el campo. "Ellas eran las que llevaban la casa, el huerto, el corral... y, ya más recientemente, ellas eran las que cuadraban las facturas mientras ponían el caldo", relata.
"Ellas eran las que llevaban la casa, el huerto, el corral... y, ya más recientemente, ellas eran las que cuadraban las facturas mientras ponían el caldo"
"Soy consciente de que para desarrollar mi vocación, para trabajar de lo que verdaderamente me gusta, voy a tener que quedarme a vivir en el territorio", señala Teresa Montanuy. "Y no es fácil, no creas... Conozco muchos casos de amigos o familiares que podrían ganarse la vida de la actividad agraria, pero que han renunciado a ello por el reto que es vivir en un pueblo", prosigue.
De los 947 municipios que hay en Catalunya, un total de 593, esto es el 63%, tienen una población inferior a los 2.000 habitantes, y 332 no llegan siquiera a los 500 empadronados. Para el conseller de Agricultura, Òscar Ordeig, es urgente atender a esa realidad. "Es cierto que un sector que aprovecha el 50% de su talento no tiene futuro... Y un territorio que infravalora el 50% de ese talento, se quedará también atrás. El mundo rural ya tiene menos renta y menos inversión privada y trabajamos para que deje de ser así", explica Ordeig a preguntas de este diario.


"Necesitamos tener más visibilidad, porque llevamos empresas familiares, manejamos a los animales... Y aun así, en el campo tenemos una brecha salarial que es bastante superior al 17% global", proclama Esmeralda Rourera. La mayoría de mujeres que figuran hoy como propietarias de una explotación tienen 65 años o más, posiblemente porque, debido a su mayor longevidad, se acaban convirtiendo en perceptoras de la PAC a edades avanzadas al quedar viudas.
"Está claro que no es un tema de fuerza o de resistencia, como ocurría antes, porque ahora la tecnología está ya en todas partes y eso ha de contribuir a nuestra incorporación", afirma Cristina Caparrós. Además, insiste la armadora, que es también doctora en Químicas, en el sector primario, "al menos en la pesca, aunque los sueldos son variables, superan en mucho el salario mínimo".
"No es un tema de fuerza o de resistencia, como ocurría antes, porque ahora la tecnología está ya en todas partes y eso ha de contribuir a nuestra incorporación"
En la última década, según el Ministerio de Agricultura, el número de explotaciones en España disminuyó un 8%. Pero mientras las dirigidas por hombres se redujeron en un 16%, las gestionadas por mujeres aumentaron un 22%. Las que están en manos femeninas son, señalan las estadísticas ministeriales, un total de 261.600 explotaciones, el 29% del total, que tienen de media menos superficie (18 hectáreas) y menos dimensión económica (31.000 euros) que las de los hombres.
"Nadie discute a estas alturas que las mujeres estamos perfectamente capacitadas para gestionar una explotación agraria, ahora que están tan tecnificadas", asegura Raquel Serrat, que defiende que la mujer "debe pasar a ser ya sujeto, no objeto de las políticas agrarias, que no acaban de plasmar su presencia".



Para Cristina Caparrós, uno de los hándicaps que tienen las mujeres del sector primario es "la absoluta falta de referentes que hay". Ni en el campo ni el mar se han prodigado hasta ahora las figuras femeninas, con lo que las jóvenes que se plantean dedicarse a ello carecen de modelos a seguir o de mentoras con las que aprender. "Yo participo en un proyecto de mentoría de la escuela náutico-pesquera de Barcelona y ahora trabaja con nosotros una alumna de máquinas, pero no es algo habitual", detalla Caparrós.
"Es fundamental dar visibilidad a la labor de las mujeres, pero hay que aumentar también su participación", reflexiona en este sentido el conseller Ordeig. "Para ser competitivos, hay que fomentar el trabajo en equipo y existen habilidades y formaciones que en las que las mujeres son líderes", agrega.
"Aunque no figurasen en los papeles o las escrituras, las mujeres siempre han estado allí, siempre han sido el 'pal de paller'"
Ciertamente es poco habitual que las mujeres estén presentes en los organismos de representación del sector agrario. Raquel Serrat, recién elegida coordinadora nacional de Unió de Pagesos, es la primera mujer que asume tal responsabilidad. Esmeralda Rourera es, por su parte, la única representante femenina en la junta de gobierno del canal de Aragón y Catalunya, del que riegan más de 100.000 hectáreas de tierras. "Es un sector en el que, por ejemplo, nadie se ha planteado fijar cuotas", constata Rourera, que preside la organización agraria JARC en Lleida.
"Lo que está claro es que, aunque no figurase en los papeles o las escrituras, la mujer siempre ha estado allí, siempre ha sido el 'pal de paller', que se dice en catalán... Y sobre todo en el campo, donde el modelo ha sido en muchos lugares de pequeñas explotaciones domésticas", sentencia Teresa Montanuy.

También las mujeres que están al frente de la industria agroalimentaria y de la distribución de alimentos se mueven en un sector de mayoría masculina. Muchas de ellas han llegado a sus puestos de responsabilidad por tradición familiar. Otras, lo han hecho la elección porque la vida las ha conducido hasta allí... Hemos hablado con ocho mujeres directivas y en el siguiente multimedia puedes leer sus respuestas:
Un reportaje de El Periódico
Textos: María Jesús Ibáñez
Diseño: Andrea Hermida-Carro
Coordinación: Rafa Julve