La revolución alimentaria llegó
con el microondas

Por María Jesús Ibáñez /
Diseño: Andrea Zúniga

En 1978, cuando este diario inició su andadura, los hornos microondas ni siquiera se habían asomado a las cocinas españolas. Ese mismo año, en EEUU, apenas un 13% de los hogares contaban con este electrodoméstico y aquí aún hicieron falta unos años -hasta entrados los 90- para que se vieran los primeros. Empezaron siendo casi un objeto de lujo (medio millón de pesetas podía costar uno, unos 3.000 euros). Hoy, no hay hogar que no lo tenga.

El microondas ha sido el principal testigo de la revolución de la alimentación en España, un país en el que hace 45 años era toda una rareza comer precocinados y ultracongelados, que son ahora algo completamente cotidiano. A ello contribuyó también la ostensible mejora de dos electrodomésticos clave, el frigorífico y el congelador, que en este tiempo han ganado en seguridad y eficacia y han reducido su gasto energético.

Lo que comíamos en los 70

Cuando nacía EL PERIÓDICO, llegaban a los mercados españoles las primeras cajas de kiwis y muchas familias descubrían por primera vez aguacates, piñas frescas y endivias. El consumo de carne de ternera cogía fuerza y empezaba a desplazar al cordero. España pasaba a ser un país que comía 21,8 kilos anuales de carne por habitante a principios de los 70 a consumir 46,2 kilos a finales de esa década. ¡Más del doble!

Lo que comíamos en los 80

En los años 80, la proliferación de grandes superficies y la aparición del autoservicio en muchos establecimientos permitieron abaratar los costes de comprar comida, lo que se tradujo en un descenso de los presupuestos familiares para alimentación. Se industrializaron los postres lácteos (llegaron los flanes, las natillas y el petit suisse), se popularizaron productos que hasta entonces eran considerados de lujo como el salmón ahumado y el foie y, muy importante, se rompieron los ciclos estacionales de algunos alimentos, lo que permitió, por ejemplo, que empezase a haber tomates todo el año.

Lo que comíamos en los 90

Las pizzerías -que se suman a los ya existentes 'franckfurts'- fueron, ya en la década de los 90, los primeros locales de comida rápida que se vieron en España. No tardarían en llegar las hamburgueserías y los restaurantes chinos con platos para llevar. Esos años se produce una paradoja en la alimentación de los españoles: mientras crece la preferencia por este nuevo tipo de alimentos, aumenta también la idealización por el cuerpo delgado y la preocupación por la obesidad y el sobrepeso y sus efectos sobre la salud. La apertura de fronteras de esa década supuso también la llegada de frutas exóticas (mangos y papayas, entre otros), la irrupción de la banana como gran competidora del plátano autóctono y la popularización del salmón fresco, cuyo consumo definitivamente se disparó.

Lo que comíamos en los 2000

El inicio del nuevo milenio, la introducción del euro y, sobre todo, la incorporación (ahora ya sí) masiva de las mujeres al mundo laboral impulsaron aún más los alimentos elaborados y transformados: creció la oferta de producto congelado, llegó la lechuga de bolsa y las gamas de precocinados se diversifican. En los supermercados son cada vez más frecuentes también los envases monodosis, para atender las necesidades de aquellos que o bien viven solos o bien comen fuera de casa. En esta década de los 2000 irrumpió en España el primer superalimento, las bayas de goji, pero, en contrapartida, cayó el consumo de legumbres, de 20,2 gramos por persona y día a 11,9 gramos en 2006.

Lo que comíamos en los 2010's

Tras la crisis de 2008, la de la burbuja inmobiliaria, el precio pasó a ser uno de los principales motivos de compra de los españoles. Eso propició la expansión de las denominadas marcas blancas, que se consolidaron definitivamente en la década de 2010. Y mientras crecía la demanda de productos muy concretos, como el aguacate o las hamburguesas, se ponían de moda dietas basadas en súperalimentos o detox. El consumo de carne se redujo ligeramente hasta los 93 kilos por persona y año.

En este 2023, tras el confinamiento del covid que marcó el arranque de la década y con la actual inflación, las familias han vuelto a poner el foco sobre los precios, aunque ahora ya no todo vale. La salud es una prioridad y el consumidor apuesta cada vez más por la proximidad. También espera que los productos y las empresas alimentarias sean sostenibles, responsables y de confianza.

Y en los próximos 45 años...

'Ostras y mejillones para un mundo mejor', el artículo de Toni Massanés

Un reportaje de EL PERIÓDICO

Textos:
María Jesús Ibáñez
Diseño e ilustraciones:
Andrea Zúniga
Coordinación:
Rafa Julve, Ricard Gràcia y Iosu de la Torre