Comercio
Enrique Tomás empieza a vender sus bocadillos de jamón en máquinas expendedoras
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Enrique Tomás, a la derecha, junto a sus hijos Albert Tomás y Núria Tomás, también trabajadores de la empresa. / Cedida


Paula Clemente
Paula ClementePeriodista
Periodista del equipo de economía. Escribo sobre cuestiones relacionadas con el Consumo, las empresas (especialmente las medianas y pequeñas), el emprendimiento y el tejido tecnológico local.
En marcha (y con buenas perspectivas) el plan de vender las 24 horas del día, en muchísimos más puntos, y con muchísima menos inversión. La empresa de jamonería catalana Enrique Tomás ha inaugurado este martes su sistema de venta de bocadillos a través de máquinas expendedoras. El formato se ha estrenado con 30 equipos en el aeropuerto de Barcelona, que supondrán una inversión de 26 millones de euros durante los 5 años que tiene vigencia el contrato de adjudicación firmado con AENA. Eso, sin contar la producción, el personal y la logística necesaria para llevar el proyecto a cabo. La idea, sin embargo, es llevar el invento mucho más allá: primero, si todo va según lo previsto, a las estaciones de metro, pero, luego, a intercambiadores de transporte, estadios de futbol o cantinas de grandes empresas.
"Las posibilidades de extender este negocio son muy amplias", apunta en un comunicado el consejero delegado de la compañía, Enrique Tomás. "El punto inicial es el aeropuerto de Barcelona porque, además de las características del consumidor que encontramos aquí, nos permite estar cerca de varios de nuestros puntos de venta y producción, y también aprender para poder llegar luego a muchos otros lugares", añade.
"El metro es un objetivo primordial -detallan, en privado, fuentes de la compañía-. Estamos trabajando para estar presentes si logramos que se den todas las circunstancias necesarias".
Funcionamiento de la máquina
En las máquinas del aeropuerto, a través de las cuales Enrique Tomás espera vender en torno a 3.000 artículos al día, la empresa ofrece desde sus bocadillos de jamón ibérico, hasta sobres de jamón, patatas Frit Ravich o zumos de naranja naturales, entre otros.
El sistema funciona de modo que los productos perecederos se irán reponiendo de forma continuada cada 4 horas siempre que se pueda, y, cuando no se pueda, el equipo está preparado para modificar el precio del producto acorde con el tiempo que lleve allí. El objetivo es "garantizar la máxima frescura y una textura crujiente", que Tomás atribuye como símbolo de identidad de su producto.
"Hacerlo posible requiere un sistema de garantía de calidad y un sistema logístico que permite garantizar la frescura de la oferta y que la satisfacción del cliente sea igual de alta que en cualquiera de nuestros puntos de venta tradicionales", ha explicado el ejecutivo, que maneja un negocio que, de acuerdo con los últimos datos disponibles, ingresa 84 millones de euros, creció un 50% solo el año pasado y aspira doblar esa cifra en 2023.
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