Brecha generacional

La vivienda y los salarios agrandan la distancia entre jóvenes y mayores

Textos:
Gabriel Ubieto y Rosa M. Sánchez
Infografías:
Francisco J. Moya y Alex R. Fischer

"Una sociedad prospera cuando sus ancianos plantan árboles en cuya sombra saben que no se van a sentar", reza un antiguo proverbio griego. Bajo esta idea de progreso y ese pacto intergeneracional se han estructurado hasta ahora las sociedades, empujadas por la voluntad de que los hijos vivieran mejor o igual que sus padres. No obstante, hace años que lleva instalado un sentir popularmente compartido de que los jóvenes de hoy -en términos relativos- viven peor que sus progenitores.

Un sentir avalado por una batería de datos que muestran cómo los noveles de ahora tienen peores sueldos que los de sus padres cuando empezaron a trabajar. También empleos más precarios, si es que los tienen y no están engrosando las altas tasas de paro juvenil que caracterizan desde hace años al mercado laboral español. Y todo se retroalimenta con un precio de la vivienda, tanto de propiedad como de alquiler, que no deja de subir y que cada día consume una porción mayor de la nómina de la ciudadanía, y en especial de los más jóvenes.

El destino de nuestro dinero

La sociedad española ha cambiado mucho a lo largo del último medio siglo. De vivir gran parte de los españoles en pueblos y de la agricultura, en las últimas décadas se han vuelto urbanitas, ensanchando las grandes ciudades y obligados por ello a destinar una parte cada día mayor de sus rentas a pagar su vivienda.

El consumo en los hogares se ha ido diversificando a medida que han aumentado los ingresos. De la austeridad de una familia de la década de los 60, que prácticamente solo gastaba en alimentación y techo, hoy los españoles reparten la nómina también en compras, salir a cenar a restaurantes o ir a ver espectáculos, al cine o al teatros, entre muchos otros.

En los años 50 la vivienda se llevaba una porción pequeña del presupuesto familiar, prácticamente el mismo importe que los hogares gastaban en vestido y calzado.

En la década de los 90, los españoles ya destinaban una de cada cuatro pesetas a la vivienda y más o menos lo mismo a la alimentación.

A inicios del siglo XXI se confirmó el vuelco:

En el año 2001 la vivienda superó a la alimentación como primer destinatario de los ingresos familiares (32,7% frente a 18,6%), mientras que en 2021, el peso de los gastos vinculados a la vivienda aumentó algo más, hasta rozar el 34%. El destinado a alimentos y bebidas proseguía un progresivo descenso y se situaba en el 16,43%.

Un techo bajo el que dormir

Acceder a una vivienda es la clave para que una persona pueda emanciparse e impulsar su proyecto de vida. Comprar una vivienda de un importe medio de 174.000 € directamente es imposible para un salario medio de 12.640 € para jóvenes de 16 a 29 años. Alquilar es algo más fácil, pero para este nivel de ingresos, solo es posible si se comparte piso.

Con carácter general, el esfuerzo para comprar una vivienda media en España alcanza equivale a 7,9 veces el salario mediano en España (con datos del Banco de España para el tercer trimestre de 2022). Según cálculos del Instituto de la Juventud de España, comprar una vivienda requiere, al menos, un salario anual de 23.250€ (1.937€ al mes). En este caso, harían falta 14 años de sueldo para pagar la hipoteca.

En 2008, alrededor del 55% de los jóvenes de entre 16 y 29 años tenían una vivienda en propiedad. En 2021, este porcentaje ha caído hasta el entorno del 33%. En este mismo periodo, para el conjunto de la población la tenencia en propiedad de la vivienda también ha bajado, pero mucho menos: ha pasado del 80% al 76%.

Optar el alquiler es algo más fácil, pero no del todo. Una renta mensual de alquiler de 896 euros representa el 85% del salario medio de un joven de entre 16 y 29 años (de 12.640 euros). De ahí que uno de cada tres jóvenes que viven en alquiler lo hagan en un piso compartido. Con tres personas, el alquiler baja a 282 euros, el 26,8% del ingreso medio juvenil.

EL ESFUERZO PARA COMPRAR UNA VIVIENDA DE 174.000 EUROS

(un joven de 16 a 29 años tiene actualmente un salario medio en España de 12.640 euros anuales)

Personas de
16 a 29 años

Personas de
30 a 34 años

Pago de entrada

49.610 euros

49.610 euros

Ingresos mínimos anuales necesarios

23.250 euros

23.250 euros

Ingresos mínimos mensuales

1.937 euros

1.937 euros

Diferencia con el salario medio

83,93%

36,46%

Años de salario medio para comprar una vivienda libre

13,8 años

10,2 años

Según datos del Instituto de la Juventud de España, solo el 15,9% de los jóvenes con edades entre 16 y 29 años están emancipados (un total de 1.096.518). El 52,5% de ellos viven en régimen de alquiler. El 32,5% ha optado por comprar y el 15,1% han obtenido la vivienda de forma gratuita, de su familia.

Alquileres altos, salarios cada año menores y la incógnita de cuánto durará el actual contrato dificultan la acción de marcharse de casa de los padres e independizarse. La tasa de emancipación española ha sido históricamente de las más tardías en toda Europa y las tres crisis prácticamente encadenas durante las últimas dos décadas no han permitido mejorar los registros, sino al contrario. En 2000, un español se independizaba a los 29,4 años; en 2021 lo hace a los 29,8 años, según datos de Eurostat. Casi cinco años más tarde que la media europea.

Otro mundo laboral

Si los 'baby boomers' vieron pasar 20 años entre su primera crisis, la del petróleo del 1973, y su segunda, cuando España entró en el mercado común europeo, los 'millennials' acumulan tres terremotos económicos en apenas década y poco de trayectoria laboral. Primero, en 2008, fue la financiera e inmobiliaria, y recientemente la del covid la ha relevado la actual espiral de precios.

A lo largo de todos estos años las condiciones laborales de los más jóvenes han ido empeorando. Siempre los noveles han tenido peores sueldos o menos estabilidad que sus mayores, pero actualmente -sobre todo en las últimas dos décadas- la brecha se ha ido agrandando.

Si bien las tasas de paro entre los menores de 30 años siempre han sido sustancialmente altas en España, durante la Gran Recesión estas llegaron a superar el 40%. Un empeoramiento de la conexión entre lo que estudian los jóvenes y el tipo de empleo que ofrecen las empresas explican en parte ese desajuste, que alimenta desde hace décadas colas y colas de desempleo.

La temporalidad es otro lastre histórico que lleva cebándose con los más jóvenes desde hace décadas. No ha sido hasta la reciente reforma laboral que ha habido un cambio sustancial en las estadísticas. Hasta ahora prácticamente uno de cada dos menores de 30 años tenía un contrato eventual y tras un año con la norma en vigor dicho porcentaje ha bajado a cerca de uno de cada tres.

Esa falta de estabilidad crónica va de la mano de salarios paupérrimos, ausencia de expectativas de promoción y dificultades para sumar ahorros y emprender proyectos vitales, como, por ejemplo, emanciparse y tener hijos.

A expensas de cómo evolucione la eventualidad, lo que sí ha ido subiendo durante las últimas décadas es la parcialidad. Especialmente la no deseada. Pocas horas trabajadas que implican pocos ingresos. En las últimas dos décadas ha habido un 'boom' de los 'mini-jobs' -una manera de repartir la miseria, a ojos de algunos- y el porcentaje de menores de 30 años con un contrato a media jornada se ha doblado.

La actual crisis de precios ha intensificado el debate sobre la capacidad de compra de los salarios en España. Las generación del 'baby boom' ha logrado, hasta cierto punto, salvar su poder adquisitivo durante las últimas crisis, mientras los noveles que se incorporan al mercado de trabajo cada vez lo hacen en peores condiciones.

En 2002 un menor de 20 años cobraba cerca del 50% del salario medio en España. Dos décadas después, un menor de 20 años cobra el 37% del salario medio. Si hace años tener un empleo era sinónimo de garantía de llegar a final de mes, hoy en día esos dos conceptos no necesariamente van siempre de la mano.

Ese cóctel de precariedad creciente se traduce en un creciente riesgo de pobreza entre las generaciones más jóvenes. Actualmente uno de cada cuatro (24,6%) menores de 30 años está en riesgo de exclusión social, lo que se traduce en no poder permitirse ir comer pescado o carne una vez a la semana, mantener su vivienda a la temperatura adecuada o afrontar gastos imprevistos.

Efectos presentes y futuros

Los años que los jóvenes pasan en precariedad laboral se han doblado en los últimos 30 años, según cuantifica un estudio de la UAB. Una degradación de las condiciones que tienen un efecto directo en su capacidad para encarar proyectos vitales, como formar una familia y tener hijos, y que, a su vez, tiene un efecto sobre la demografía.

El número de hijos por mujer se ha desplomado a la mitad en las últimas cuatro décadas y la edad media a la que estas ejercen la maternidad se ha ido retrasando, entorpecida por una edad más tardía de emancipación.

Menos hijos, llegan más tarde y en el otro lado de la balanza las generaciones precedentes, más numerosas, viven más. La esperanza de vida ha crecido casi 10 años y los sistemas públicos de pensiones se preparan para un aumento sin precedente del gasto para sostenerlos.

España será en 2050 el tercer estado de la Unión Europea que más recursos tenga que destinar a pagar sus pensiones, según un reciente estudio del Banco de España. Un reto para el que las generaciones hoy más veteranas necesitarán a las más jóvenes, para que estos, con sus cotizaciones y sus actuales sueldos, las sostengan.

Un reportaje de EL PERIÓDICO

Por Gabriel Ubieto y Rosa M. Sánchez
Infografías: Francisco J. Moya y Alex R. Fischer
Coordinación: Rafa Julve