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El fin de una actividad tradicional

Cierra la última granja lechera del Pallars: "Fuimos pioneros en tecnología, pero ahora no hay relevo generacional"

Las cifras muestran que el sector lechero catalán está cada vez más concentrado en menos manos y que las explotaciones son ahora más grandes

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"Papá, yo no quiero ser payés": la falta de relevo en el campo llega a Catalunya

Vacas estabuladas.

Vacas estabuladas. / Getty Images

María Jesús Ibáñez

María Jesús Ibáñez

Lleida
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"En 1989, aquí, en el Pallars, éramos más de 130 ganaderos productores de leche... Hoy nosotros, que somos ya los últimos, echamos el cierre", entre abatido y liberado Jaume Montané, copropietario de la explotación de vacas lecheras que gestiona la sociedad anónima de transformación (SAT) Brams, explica por teléfono las razones que les han llevado a tomar la decisión. No ha sido fácil, confiesa, pero "esta es una producción muy laboriosa, muy entregada, muy de estar siempre al pie del cañón, porque a los animales hay que ordeñarlos cada día, no es una tarea que se pueda dejar para mañana", explica.

Montané y sus otros tres socios se han encontrado con que nadie estaba dispuesto a tomarles el relevo y este mes de octubre se han vendido las vacas de ordeño. Su granja, situada en los prados del núcleo de Pujol, en el término municipal de Baix Pallars, era ya la única que seguía activa en la comarca del Pallars Sobirà. "Hace años que nos habíamos quedado solos produciendo leche: tampoco había ya vaquerías ni en el Jussà, ni en la Alta Ribagorça, ni en el Vall d'Aran". En el territorio del Pirineo de Lleida solo quedan negocios abiertos en el Alt Urgell, donde la Cooperativa Cadí, que fabrica quesos y mantequillas, mantiene viva la actividad.

Los datos de la Consellera d'Agricultura i Ramaderia de la Generalitat muestran una evolución peculiar del sector de la producción de leche en Catalunya: mientras el número de explotaciones no ha dejado de disminuir en los últimos años (de las 542 censadas en 2018, el año pasado quedaban 412, lo que supone una reducción del 24%), la cifra de cabezas de ganado, en cambio, ha aumentado en torno a un 5%, al pasar de las 118.944 reses de hace seis años a los 125.051 animales de 2024. Esto significa, en suma, que las granjas son ahora más grandes y se concentran en menos manos.

El queso sí, la leche ya no

"Cuando en 2004 nos juntamos los cuatro ganaderos que quedábamos en la zona para poner en marcha Brams, hicimos una inversión fuerte y montamos una granja con capacidad para 200 vacas, con robots para ordeñar, una tecnología que en ese momento nos convirtió en pioneros", cuenta Montané. La empresa fue bien y poco después los mismos socios (y otros más) pusieron en marcha la quesería Tros de Sort, "que va a seguir abierta, esta sí, pero ahora con leche que nos suministrará un vaquero del Alt Urgell", agrega el ganadero pallarés.

Imagen de la granja de la SAT Brams, en Pujol, (Baix Pallars, en la comarca del Pallars Sobirà), entre las montañas de Peramea.

Imagen de la granja de la SAT Brams, en Pujol, (Baix Pallars, en la comarca del Pallars Sobirà), entre las montañas de Peramea. / El Periódico

Lo que pasó es que las centrales lecheras a las que vendían la leche "fueron cerrando poco a poco". La penúltima fue la Cooperativa Agrícola y Ganadera del Pirineo (Copirineo), con sede en La Pobla de Segur, que cerró en 2013, tras tener que someterse a un concurso de acreedores y presentar un expediente de regulación de empleo (ere) para sus 43 trabajadores. "Seguimos trabajando luego unos años con el nuevo propietario, la Sociedad Cooperativa Altoaragón, pero llegó un momento en que nos comunicó que ya no le salía a cuenta venir hasta aquí arriba para recoger nuestra leche", prosigue el pequeño empresario.

Sin ayudas para modernizar

Los costes de producción se les comían los ingresos, "tuvimos que ir reduciendo la cabaña, el tanque que habíamos comprado para almacenar la leche se nos quedó grande y vimos que si no volvíamos a invertir, esto no tenía ya futuro", relata Montané, que lamenta que el proyecto se haya ido a pique "también por falta de la Administración, que no tiene previstas ayudas para este tipo de situaciones". "A mis 65 años no tengo derecho, por ejemplo, a solicitar una subvención para un plan de mejora, porque eso está reservado solo para los jóvenes", critica. "¿Y qué pasa si no encontramos a ningún joven que quiera seguir la actividad? ¿Qué ha de hacer un veterano que quiera reinvertir para modernizar su explotación", cuestiona Montané.

"Lo más triste de todo -añade- es que estamos cerrando porque nadie quiere venir a estos valles del Pirineo a recoger la leche que producíamos, que esa leche se está pagando a precios ruinosos y que, en esas condiciones, no hay manera de que haya relevo generacional y las correspondientes ayudas", concluye.

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