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Industria aeroespacial

El auge tecnológico de Catalunya revierte la fuga de cerebros: "Me fui porque con dos carreras y un máster, solo optaba a unas prácticas de 900 euros"

La creciente cantidad de empresas desarrollando proyectos punteros y su capacidad de pagar mejores sueldos que antes está haciendo regresar a ingenieros de todas partes del mundo

Catalunya ya tiene nueva estrategia espacial: el Govern prepara nuevas misiones y una inversión millonaria en el sector

Josep Molins (izquierda) y Guillem Duarri (derecha), dos ingenieros de Sateliot que se fueron al extranjero para trabajar y han podido volver gracias al auge de las empresas 'deep tech' y del espacio en Catalunya

Josep Molins (izquierda) y Guillem Duarri (derecha), dos ingenieros de Sateliot que se fueron al extranjero para trabajar y han podido volver gracias al auge de las empresas 'deep tech' y del espacio en Catalunya / MANU MITRU / EPC

Paula Clemente

Paula Clemente

Barcelona
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Se inscribió en la carrera de Ingeniería de Vehículos Aeroespaciales, en la UPC, a sabiendas de que su camino se tendría que desviar, casi seguro, hacia el extranjero. En parte porque “cerrarse a trabajar fuera es limitarse a uno mismo, porque este es un ámbito profundamente internacional”. Pero, también, porque aquí no había las oportunidades que, en cambio, sí encontró Guillem Duarri tras vivir y sacarse un segundo título de Ingeniería de Sistemas del Espacio en Reino Unido. Al final, se acabó estrenando en el mercado laboral como operador de satélites en Varsovia (Polonia) donde estuvo dos años.

Más o menos en la misma época, Josep Molins vivía en Alemania. Había estudiado Ingeniería Aeroespacial, también en la UPC; realizó un máster especializándose en el sector espacial y accedió a cursar un grado en Administración y Dirección de Empresas que les ofrecía la UOC en paralelo a su formación. En su caso, la andadura profesional empezó en Alemania.

“Busqué [trabajo] en todas partes, Alemania, Suiza, Francia y también España, pero aquí solo recibí dos ofertas para posiciones de prácticas”, recuerda Molins. “Tras cuatro años de grado, dos de máster y de estar acabando la carrera de ADE, aquí solo optaba a unas prácticas de 900 euros”, retrata el mismo. En Alemania, sin embargo, la ofrecieron un salario de 3.500 euros brutos al mes.

Estuvo cinco años en el país germánico hasta que, como en el caso de Duarri, Sateliot se cruzó en su vida. Esta empresa catalana que desarrolla y opera constelaciones de nanosatélites para lograr conectividad 5G decidió hacer de los ingenieros españoles que tuvieron que emigrar por falta de oportunidades su filón de captación de profesionales, el elemento más cotizado, actualmente, en este sector. Del centenar de personas que conforman su plantilla (serán 150 antes de terminar el año), entre un 15% y un 20% responden a este perfil.

Guillem Duarri (izquierda) y Josep Molins (derecha), dos ingenieros de Sateliot que se fueron al extranjero para trabajar y han podido volver gracias al auge de las empresas 'deep tech' y del espacio en Catalunya

Guillem Duarri (izquierda) y Josep Molins (derecha), dos ingenieros de Sateliot que se fueron al extranjero para trabajar y han podido volver gracias al auge de las empresas 'deep tech' y del espacio en Catalunya / MANU MITRU / EPC

Y no es la única. Son varias las empresas agrupadas bajo la etiqueta ‘deep tech’ (desarrollo de tecnología de alto nivel) que aseguran tener a varios perfiles así en su plantilla, lo que confirma la mayor: que el auge de la industria tecnológica y espacial catalana está empezando a revertir la fuga de cerebros.

“No nos podemos diferenciar por estar en una región donde sea muy fácil levantar cientos de millones [de capital], no nos podemos diferenciar por tener un ecosistema de larga trayectoria, donde sí nos podemos diferenciar es en que hacemos algo muy interesante y lo hacemos con una cultura distinta a la del resto”, sostiene Xavi Escales, director de RRHH de Sateliot. La empresa, dicho por él mismo, se encuentra justo en la dicotomía de crecer como lo está haciendo, sin perder esa cultura. “Por eso es tan importante para nosotros intentar buscar a gente española o catalana, además de los perfiles internacionales, para preservar estos valores”, afirma.

No habla de la siesta –aclara, medio en broma, medio en serio, Escales–, habla de sonreír o de preguntar qué tal el fin de semana antes de empezar la jornada. “De no venir solo a trabajar”, resume. “Nos estamos dando cuenta de que esto es diferencial y nos está permitiendo atraer a gente que busca un proyecto atractivo tras llevar años fuera y sentirse un poco desangelada”, prosigue, antes de sumar otro elemento clave: “Desde hace unos meses, nos cuesta menos explicar este crecimiento del ecosistema en Catalunya, y eso nos ayuda”.

Los ingredientes

“Hoy hay más oportunidades”, coincide Adrià Argemí, cofundador y CEO de Pangea Propulsion. Su historia es prueba de todo lo anterior. Él estudió, también, Ingeniería Industrial en la UPC, pero completó sus estudios con una ingeniería Aeroespacial en Toulouse (Francia), entró al mercado laboral vía Airbus, y se especializó haciendo un máster en Italia. Con todo, cuando se decidió a montar su propia empresa, la constituyó en Barcelona.  

“Tenía muy claro que quería volver, no solo desde un punto de vista personal, también quería intentar aprovechar el ecosistema emprendedor que había y hay en Barcelona [cofundó la empresa en 2018]”, apunta este emprendedor. El riesgo era, al mismo tiempo, la ventaja: “Era una ‘rara avis’ dentro del ecosistema, porque la ciudad no estaba en el mapa aeroespacial, pero, había estudiado aquí muchos años ¿por qué no montarla aquí? Es cierto que había ecosistemas donde se invertía mucho más y donde el tejido era más robusto, pero los ingredientes los teníamos”, se explaya Argemí.

Siete años después son una plantilla de en torno a 60 personas, un tercio de los cuales, españoles. Y buena parte de esta proporción, perfiles repatriados.

Trabajar con los procesos más avanzados

“Hay mucha gente joven, de entre 20 y 30 años, que ve que ya no necesita irse a Intel o a compañías del estilo porque todo eso lo puede aprender aquí: nosotros estamos trabajando con los procesos más avanzados a nivel mundial de semiconductores, con nanómetros y otras cosas súper avanzadas”, reflexiona, a su vez, Cesc Guim, CEO de Openchip.

Cesc Guim, CEO de Openchip

Cesc Guim, CEO de Openchip / Cedida

Él es otro cerebro retornado, tras 20 años trabajando precisamente para Intel en Estados Unidos (aunque los últimos lo hacía en remoto desde aquí), cuenta que se animó a apostar por este proyecto nacido en el Barcelona Supercomputing Center (BSC) cuando vio que la propuesta era seria: tenía recursos, tenía apoyos y tenía claras las posibilidades de competir de tú a tú con la tecnología americana.

“Aquí se empieza a entender que al talento hay que pagarle, pero incluso así, hay gente que ha dejado trabajos en grandísimas compañías y se ha apuntado a Openchip por un salario menor, solo por el proyecto”, apostilla Guim, como prueba de la reputación que está ganando Catalunya como ecosistema tecnológico de primer nivel. Ahora mismo, la empresa que dirige tiene 200 personas de una treintena de nacionalidades distintas.

Utilizar tecnología local

A eso se aferra, de hecho, para contrargumentar que todo este 'retorno de cerebros' implique que los ingenieros catalanes van a acabar teniendo un perfil mucho menos internacional, si se les evitan los años trabajando fuera. “En el mundo en que nos movemos, la globalización es por defecto: en nuestra oficina, el 90% de la gente habla todo el día en inglés”, explica. “El ecosistema español se está moviendo en la buena dirección, en unos años, seguramente habrá muchas compañías como la nuestra que crearan un buen ‘pool’ de opciones”, se aventura Guim, que habla de un horizonte tan cercano como 2030.

¿Qué es lo que puede ayudar a que eso realmente ocurra? Como siempre, insiste Argemí, de Pangea, más inversión y toda la ayuda pública posible. “En este sector, el gran tractor siempre es institucional”, se explica. “Estamos mejorando, es un sector en crecimiento que la Generalitat está impulsando, pero aún queda mucho [por hacer], aún siento que nadamos a contracorriente porque estas tecnologías no se entienden muy bien”, reflexiona el mismo. Y a algo parecido apela Guim, de Openchip. “Es importante que Catalunya y España consuma la tecnología que las compañías desarrollan aquí”, reclama el mismo. Eso, viene a decir, ayuda tanto como una inyección de capital pública o privada.

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