Opinión | Empleo

Fernando Pinto

Fernando Pinto

Profesor del Área de Economía Aplicada II de la Universidad Rey Juan Carlos

Madrid

El mercado laboral español ante el espejo: resiliencia, fatiga y una advertencia de fondo

El espejismo de una recuperación laboral robusta, alentada en los últimos años por factores transitorios, comienza a disiparse

Archivo - Oficina del SEPE.

Archivo - Oficina del SEPE. / Alejandro Martínez Vélez - Europa Press - Archivo

Cada inicio de año somete a prueba la robustez del mercado laboral español. Esta vez, los resultados de la Encuesta de Población Activa (EPA) del primer trimestre de 2025 revelan algo más que un retroceso estacional: dibujan las primeras grietas serias en una estructura que parecía sólida. No se trata únicamente del calendario (la Semana Santa tardía apenas explica una parte), sino de un aviso más profundo: el mercado laboral español empieza a mostrar signos de fatiga estructural.

España ha destruido 92.500 empleos entre enero y marzo y ha sumado 193.700 nuevos desempleados, elevando la tasa de paro hasta el 11,36%. Más allá de la cifra, lo inquietante es su intensidad: el mayor incremento de paro en un primer trimestre desde 2013. El espejismo de una recuperación laboral robusta, alentada en los últimos años por factores transitorios, comienza a disiparse.

Debilidades que no se pueden ocultar

El empleo privado, verdadero termómetro de la salud económica, apenas retrocedió en términos netos. Sin embargo, la caída del empleo público (más de 92.000 puestos de trabajo destruidos) revela un ajuste inevitable tras años de expansión presupuestaria. Cuando el gasto público comienza a replegarse, el empleo ligado a él también muestra su vulnerabilidad. Es una advertencia clara de que los impulsos artificiales tienen un recorrido limitado si no van acompañados de un tejido productivo robusto.

El mercado laboral ha perdido, además, calidad: disminuye el empleo a tiempo completo mientras crece el empleo a tiempo parcial, a menudo más precario. Esta tendencia no es accidental. Es el reflejo de una economía que crece, pero no lo hace necesariamente sobre bases más sólidas o competitivas.

En términos sectoriales, el ajuste es claro: los servicios destruyen más de 112.000 empleos, la industria y la construcción retroceden, y solo la agricultura consigue crear empleo, en un movimiento que tiene más de refugio que de apuesta estratégica. No es este el perfil de un mercado de trabajo capaz de sostener un crecimiento de largo plazo.

Un deterioro social silencioso

Más allá de los datos agregados, la EPA de este trimestre revela una erosión silenciosa pero preocupante: el paro juvenil se dispara hasta el 26,5%, el nivel más alto en casi un año. Los hogares con todos sus miembros en paro vuelven a aumentar hasta los 882.900. Y el crecimiento del desempleo de larga duración apunta a la cronificación de situaciones de exclusión que la recuperación anterior no logró revertir.

Estos datos no son anecdóticos. Son la semilla de problemas sociales más profundos: pérdida de capital humano, aumento de la desigualdad y debilitamiento de los cimientos del crecimiento futuro.

Pese a todo, conviene reconocerlo: en términos interanuales, el saldo sigue siendo positivo. En los últimos 12 meses, España ha creado más de 515.000 empleos y ha reducido el número de desempleados en casi 189.000 personas. También ha aumentado la población activa, señal de confianza en el mercado laboral.

La resistencia de la creación de empleo, aun en un entorno internacional de creciente incertidumbre, merece ser destacada. Pero sería irresponsable ignorar las señales de alerta bajo la superficie.

La resiliencia no es infinita. Y las bases que la han sustentado (políticas expansivas, estímulos públicos, condiciones financieras laxas) no pueden mantenerse indefinidamente sin un coste económico o fiscal.

España necesita transformación

La EPA del primer trimestre de 2025 plantea una pregunta incómoda pero necesaria: ¿queremos seguir dependiendo de impulsos coyunturales o estamos dispuestos a emprender de verdad un cambio de modelo económico?

España necesita abandonar definitivamente la dependencia de sectores de baja productividad. Debe apostar de manera decidida por la inversión, la innovación, la formación y la flexibilidad laboral. Necesitamos menos rigideces normativas y más incentivos a la creación de empresas, al crecimiento empresarial y a la competitividad internacional.

El bienestar futuro no se construirá sobre más regulaciones ni sobre más gasto público: se construirá sobre una economía privada dinámica, innovadora y capaz de competir en el mundo. El mercado laboral es el reflejo de esa capacidad. Y los datos de hoy nos advierten de que el tiempo para reaccionar se está acabando.

La oportunidad sigue estando ahí. Pero para aprovecharla, España necesita menos complacencia, más reformas de calado y un liderazgo que entienda que la verdadera protección social pasa, siempre, por crear más y mejores empleos, no por multiplicar el asistencialismo.