Cambio de negocio

Fractus, la empresa que revolucionó las antenas de los móviles, invita a sacar todo el partido a la innovación

La compañía con sede en Sant Cugat ha pasado de ser una tecnológica a defender y monetizar la propiedad intelectual, mediante la compra de carteras de patentes y la creación de sociedades con empresas de tecnología

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Carmen Borja, directora de Propiedad Intelectual, y Jordi Ilario, CEO de Fractus.

Carmen Borja, directora de Propiedad Intelectual, y Jordi Ilario, CEO de Fractus. / JORDI OTIX

Glòria Ayuso

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Barcelona
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¿Qué pasa cuando una pequeña empresa crea una tecnología que conquista el mundo? Eso fue lo que le ocurrió a Fractus, una 'spin-off' de la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC) que desarrolló una antena multibanda revolucionaria: tan pequeña que podía integrarse dentro de los teléfonos móviles, que por aquel entonces eran externas, justo cuando estos empezaban a democratizarse a finales de los años 90.

La empresa patentó su invención en plena explosión del mercado móvil. Sin embargo, escalar su fabricación a nivel global requería inversiones descomunales. Frente a ese reto, optaron por un modelo de licencias, delegando la producción a terceros para acelerar su crecimiento. La sorpresa llegó cuando “vimos que se estaba utilizando nuestra tecnología sin nuestro consentimiento”, recuerda el CEO, Jordi Ilario.

Transformación decisiva

“Aunque todos usen tu tecnología, acabas con solo un 0,5% del mercado. ¿Cómo compites con una empresa china con toda su capacidad financiera?”, afirma Ilario. A partir de ese momento, Fractus dio los primeros pasos en lo que después fue una transformación decisiva: pasó de ser una empresa tecnológica a una organización centrada en la defensa y monetización de su propiedad intelectual. Y lo hizo con éxito: hoy ha licenciado su tecnología al 80% del mercado mundial de conectividad inalámbrica. En Estados Unidos, ha firmado acuerdos con las cuatro principales operadoras para el uso de sus antenas en infraestructuras.

Con una estructura interna de 20 personas —ampliada hasta 50 si se cuentan los colaboradores legales en Europa, EE. UU. y Asia—, la empresa ha adaptado toda su organización para enfocarse al nuevo negocio. El equipo de investigación de mercado adquiere productos bajo sospecha y los analiza para determinar si incorporan tecnología patentada por Fractus. Si es así, contactan con la empresa para negociar una licencia. Este proceso puede durar entre 18 meses y dos años y medio. Si no hay acuerdo, se inicia la vía judicial. “Es el último recurso, pero garantiza que las empresas terminen pagando”, explica Ilario.

Ampliación de dispositivos

Actualmente, Fractus está en su tercer gran programa de licencias, centrado en el Internet de las Cosas (IoT), ya que su tecnología se usa también en relojes inteligentes, contadores de luz, dispositivos de salud, domótica y más. 

Desde 2009, ha ingresado cerca de 200 millones de dólares en licencias, con una media anual de 10 millones.

Para Ilario, sin embargo, lo más importante es haber podido demostrar que una empresa pequeña puede competir globalmente frente a las grandes. "Sin las patentes, hubiéramos cerrado en 2008", asume.

La ambición de la empresa es ahora dar un paso más allá y explotar todo su conocimiento, a sabiendas de que hay empresas que desarrollan tecnología cuya atención se centra en desarrollar nuevas generaciones de productos, y que están perdiendo el negocio de defender sus patentes. La empresa contempla adquirir carteras de patentes de terceros o crear sociedades conjuntas para explotarlas comercialmente. "Nuestro enfoque es generar ingresos compartidos con los titulares de las tecnologías", detalla el CEO.

Alas a la innovación

Al mismo tiempo, "queremos animar a los nuevos emprendedores a que protejan sus ideas y las comercialicen”, señala la responsable de Tecnología y Propiedad Intelectual en Fractus, Carmen Borja.

Fractus colabora con la UPC a través del Deep Tech Hub, un programa que reta a estudiantes a resolver problemas reales con soluciones tecnológicas. Para Borja, el modelo de licencias ofrece una salida a las muchas tecnologías que nacen en start-ups, universidades o centros de investigación y que, sin los recursos adecuados, nunca ven la luz comercial. “Muchas ideas fracasan no por falta de innovación, sino por no tener los medios para escalar. Con el licensing, pueden generar valor sin necesidad de producir o industrializar: otros ya lo están haciendo”.

Este enfoque permite, según Borja, reinvertir en investigación y mantener un ecosistema vivo de innovación. “Tenemos inventores muy prolíficos", destaca, en ámbitos como el cloud y en distribución, control y almacenamiento de energía para la descarbonización. "Esto solo es sostenible si hay retorno económico”, subraya.

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