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Consumo

De la reduflación a la cheapflación: el nuevo fenómeno que ya se ve en los supermercados

Los consumidores se enfrentan a productos de menor calidad sin una clara indicación de los cambios realizados

Un cliente consulta los precios de las tabletas de chocolate en el lineal de un supermercado.

Un cliente consulta los precios de las tabletas de chocolate en el lineal de un supermercado. / Juani Ruz

Pedro Sanjuán

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La inflación persistente ha transformado la manera en que tanto consumidores como empresas interactúan en el mercado. Mientras que los consumidores buscan alternativas más económicas como marcas blancas y ofertas, las empresas se esfuerzan por reducir costos de producción para mantener los precios y fidelizar a su clientela. Sin embargo, esta búsqueda de eficiencia ha dado lugar a prácticas controvertidas, como la cheapflación, que plantean interrogantes sobre la transparencia y la protección del consumidor.

El afán por no perder clientes ha llevado a algunas marcas a cruzar la delgada línea que separa la relación calidad-precio del engaño. La cheapflación, una práctica que consiste en reducir la calidad de los productos para mantener los precios, se presenta como un incremento encubierto en el precio que perjudica a los consumidores.

¿Qué es la cheapflación?

"El término cheapflación surgió a finales del siglo XX para definir una práctica seguida por los fabricantes para sobrevivir a una crisis galopante. Básicamente consiste en sustituir los materiales o ingredientes que conforman el producto por otros de menor coste y, por lo tanto, de inferior calidad", explica Eduardo Irastorza, profesor de OBS Business School.

Esta estrategia permite a las marcas mantenerse en el mercado e incrementar su margen de beneficio, pero a costa de la calidad del producto. En última instancia, los consumidores reciben un producto peor o en menor cantidad por el mismo precio.

Organizaciones de consumidores, como la OCU, han detectado casos de cheapflación en diversos productos. Un ejemplo común es la sustitución del aceite de girasol por aceite de colza en productos fabricados, aprovechando el incremento del precio del primero para reducir los costes de producción sin alterar el precio final.

Esta práctica no se limita a los productos de alimentación; también se observa en artículos de ropa y electrónica, donde se utilizan tejidos o componentes más baratos y de inferior calidad.

La dificultad de detectar la trampa

La cheapflación es difícil de detectar para el consumidor, ya que requiere recordar los ingredientes originales del producto y comprobar si ha habido cambios. En principio, esta práctica no es ilegal siempre que los ingredientes estén correctamente reflejados en el etiquetado.

Sin embargo, Miguel Ángel Ruiz, presidente de la Asociación Española de Consumidores (Asecon), subraya que se trata de un tema preocupante porque lo que se cambia es la calidad del producto, y la mayoría de los consumidores no son conscientes de ello.

Ruiz aboga por ofrecer información transparente y diferenciada al consumidor en el etiquetado, destacando los cambios de ingredientes y su impacto en la calidad del producto.

"Estamos hablando de cambiar unos ingredientes por otros bajo una misma apariencia de envase y, por tanto, el consumidor ahí difícilmente se va a dar cuenta que la calidad ha disminuido de manera considerable. Lo recomendable es que se ofrezca información transparente y diferencia al consumidor dentro del etiquetado", afirma.

Para frenar la cheapflación y otras prácticas similares, como la reduflación (reducir el tamaño o cantidad de un producto manteniendo o elevando su precio), la OCU ha presentado una enmienda a la Ley General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios.

La propuesta de la OCU establece que, "cuando se ponga a la venta un producto de consumo preenvasado con una cantidad nominal constante, deberá informarse de forma inequívoca, clara y comprensible a las personas consumidoras siempre que se reduzca dicha cantidad o se utilicen materias primas de peor calidad y esto se traduzca en un aumento del precio por unidad de medida, manteniendo el mismo o similar diseño en su envase".

La OCU propone que esta información se muestre de forma legible y visible en el punto de venta final, de manera independiente y adicional a la etiqueta del precio, durante un plazo mínimo de 90 días desde la primera comercialización del producto con las nuevas características.

Siguiendo el ejemplo de países de la UE como Francia y Alemania, la OCU considera que "estos cambios en las condiciones del producto deberían de advertirse de forma inequívoca clara y comprensible en el envase del producto" o que, en su defecto, el fabricante "informe expresamente de estas prácticas a los distribuidores para que se advierta de forma independiente y adicional junto al precio por unidad de medida de ese alimento en el lineal del supermercado".

La cheapflación representa un desafío para los consumidores, que se enfrentan a productos de menor calidad sin una clara indicación de los cambios realizados. La propuesta de la OCU busca garantizar una mayor transparencia en el etiquetado y proteger los derechos de los consumidores, permitiéndoles tomar decisiones informadas al realizar sus compras. Es crucial que las autoridades y las empresas trabajen juntas para asegurar que las prácticas comerciales sean justas y transparentes, promoviendo la confianza y el bienestar de los consumidores.