Análisis

Auge y caída de Rodrigo Rato

El hombre que pudo ser presidente del Gobierno, llegó a ser director general del Fondo Monetario Internacional y presidente de Bankia, carga con el peor expediente judicial de un gobernante en democracia

Rato, condenado a 4 años de cárcel y 2 millones por blanqueo y tres delitos fiscales

Rato, condenado a 4 años de cárcel y 2 millones por blanqueo y tres delitos fiscales

Javier Santacruz

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Madrid
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La nueva condena a Rodrigo Rato devuelve a la actualidad a uno de los personajes clave de la historia económica reciente de España. La trayectoria de Rato refleja una combinación de éxitos muy relevantes en su etapa como responsable político y fracasos sonoros en su vida fuera de la política, los cuales le han llevado a varios procesos judiciales con sentencias condenatorias.

En su “primera vida” en la oposición al Gobierno socialista y después ya en el Gobierno popular como vicepresidente y ministro de Economía, contribuyó al crecimiento y modernización de la economía española, con dos hitos fundamentales en la primera legislatura 1996-2000: por un lado, poner en marcha un plan de estabilización macroeconómica que permitió embridar la inflación vía recorte del gasto público, reduciendo el déficit presupuestario y, al mismo tiempo, bajando los impuestos directos. Si no hubiera existido este plan, habría sido imposible entrar en el Euro. Una vez más habríamos tenido otro fracaso histórico resignándose a un “Euro a dos velocidades”.

Por otro lado, no sin dudas importantes, Rato fue impulsor de las leyes de liberalización de los sectores productivos y continuó los procesos de privatización de las empresas públicas. España se convirtió en uno de los países con las fronteras económicas más abiertas del mundo, impulsando dos vientos de cola que hasta la fecha nunca se habían producido en el país: una drástica reducción de los costes de la financiación gracias a la entrada del Euro y un ciclo económico expansivo que empezó en el último Gobierno González.

Esto es lo que el maestro Juan Velarde denominó en sus escritos el “modelo Aznar-Rato”. El vicepresidente no podía estar en mejor posición para liderar en los años siguientes el país, pero la decisión de José María Aznar por la que designó sucesor a Mariano Rajoy cerró esta posibilidad. Algunos analistas sitúan este “modelo Aznar-Rato” como el inicio de los principales males económicos que eclosionaron en 2008. Pero no es bueno confundir lo que eran “vientos de cola” con la gestión que se hizo de ellos, especialmente a mitad de la década de los 2000.

Justo después de esta fecha, el paso de Rato por el FMI también fue significativo, aunque años después lo más conocido fue su salida. Rato fue elegido director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), cargo que ocupó entre 2004 y 2007. Su nombramiento fue considerado un reconocimiento a su gestión económica en España y a su reputación en los foros internacionales.

Durante su mandato, el FMI enfrentó varios desafíos, incluyendo las primeras señales de la crisis financiera global de 2008. Aunque Rato impulsó reformas internas para hacer al FMI más representativo, su gestión ha sido criticada por no anticipar ni mitigar los riesgos que llevaron a la crisis. En 2007, Rato renunció abruptamente a su cargo en el FMI, alegando motivos personales. Sin embargo, su dimisión generó especulaciones sobre posibles desacuerdos internos y su deseo de regresar a España para participar en el sector privado, siendo nombrado en 2010 presidente de Caja Madrid y liderando poco tiempo después la fusión de cajas que dio lugar a Bankia.

Aquí está el punto de declive, visto con la perspectiva del tiempo. Una cosa fue lo “aparente” y otra ha sido sus consecuencias nefastas a medio y largo plazo. La suma de malas decisiones regulatorias (quién pudo pensar que juntar cajas “buenas” con “malas”, las llamadas “fusiones frías”, era una idea definitiva), una decisión de rescate que implicó una condicionalidad macroeconómica al país de la cual aún no hemos salido (teóricamente hasta 2027 que habría que devolver completamente la ayuda financiera solicitada en 2012) y una falta de autoridad crítica por parte de Rato a la hora de gestionar los riesgos reales que había, llevó al peor de los resultados.

La historia de los años siguientes ya es de sobra conocida. El caso de las tarjetas 'black' fue solo uno de los numerosos procesos judiciales que enfrentó Rato tras su salida de la vida pública. En 2015, fue detenido brevemente en el marco de una investigación por presunto blanqueo de capitales, fraude fiscal y corrupción entre particulares. Aunque Rato negó todas las acusaciones y se declaró víctima de una persecución política, su imagen pública quedó gravemente deteriorada.

Los escándalos que involucraron a Rato también generaron un debate más amplio sobre la corrupción y la falta de transparencia en las instituciones públicas y privadas de España, así como sobre la responsabilidad de las élites políticas y económicas en la crisis financiera. Por ello, hoy en día, Rato es una figura que genera sentimientos contradictorios. Para algunos, sigue siendo un tecnócrata brillante que cometió errores graves; para otros, representa la corrupción y la falta de rendición de cuentas que han caracterizado a parte de la clase política y económica española.

Su caso sirve como advertencia sobre los riesgos de combinar poder político y económico sin los controles adecuados, como ha ocurrido frecuentemente en la banca, así como sobre las consecuencias de tomar decisiones aparentemente adecuadas que generan efectos muy negativos a largo plazo.