OPINIÓN
Todos los matices detrás de la palabra ‘lujo’
En los últimos 50 años, la oferta de servicios y artículos destinados a personas adineradas se ha extendido por todo el planeta y se ha hecho más accesible a las clases medias

Vista del superyate de lujo 'Valerie' atracado en el Puerto de Barcelona. / REUTERS


Martí Saballs Pons
Martí Saballs PonsDirector de Información Económica de Prensa Ibérica.
Dirige la información económica de Prensa Ibérica desde mayo de 2022. Previamente, ha sido director adjunto de 'El Mundo' y de 'Expansión'. Fue corresponsal de este diario en Estados Unidos de mayo de 1992 a mayo de 1997. También fue redactor jefe de 'Actualidad Económica', gerente de contenidos del diario 'El Cronista' y la revista 'Apertura' en Buenos Aires de 2001 a finales de 2004. Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad de Navarra y EMBA por IESE. Ha escrito los libros Historias de un corresponsal económico, ¿Qué hago con mi dinero? e Inteligencia Empresarial, conjuntamente con Salvador Alemany.
En la cúspide de la pirámide de los productos de lujo se encuentra el superyate. Un centenar de ellos, según los distintos rankings elaborados por las publicaciones especializadas, tienen más de 100 metros de eslora. El primero es el Azzam, 180 metros, construido en 2013 por el astillero alemán Lürssen con un coste estimado de 600 millones de dólares. Su propietario es el emir de Abu Dabi, Mohamed bin Zayed al Nahyan, también propietario del Manchester City, flamante campeón de la Champions League de fútbol. Entre la liga de los propietarios de superyates se encuentra el principal accionista de Inditex, Amancio Ortega, propietario del Drizzle -67 metros- y que espera la entrega de un nuevo bote, el Project 2024, con una eslora similar y valorado en 200 millones. En el sector estiman que el mantenimiento anual de un yate representa el 10% de su coste (sin amortizaciones).
El banco Credit Suisse calcula que en el mundo hay 62,5 millones de multimillonarios -patrimonio superior a 50 millones de dólares-, pero la oferta de lujo es accesible mucho más allá de estas personas. Desde la punta de la pirámide hacia abajo, está llena de productos y servicios al alcance de muchos bolsillos. Los matices son infinitos. El exchef Ferran Adrià decía que lo que más ilusión le hacía era conocer a clientes de El Bulli que habían ahorrado un año para poder permitirse una cena de lujo en Cala Montjoi (Girona).
Hay tanto lujo como estilos. Existe un lujo hortera y chabacano, cuya marca y logo suele destacar de manera exorbitante, y un lujo clásico y elegante. Es muy fácil identificar la procedencia nacional de ciertas tribus solo viendo cómo visten y qué abalorios llevan. No falta ni que abran la boca. No es el mismo el lujo que se vislumbra en el centro de las grandes capitales europeas que el que se observa en las calles y centros comerciales de otras zonas del planeta.
El lujo se ha extendido geográficamente hacia nuevos mercados y se ha expandido socialmente. Se ha creado la frase "permitirse un pequeño lujo", que se puede referir a beber un buen vino en una copa especial o a comer un entrañable jamón ibérico pata negra. Una pluma estilográfica, unas gafas, un reloj, un vestido, un bolso, una vela, una cartera, un bañador o un tipo especial de ropa deportiva pueden aportar pequeños detalles de lujo sobre los que han ido asomando las marcas y empresas que hasta hace 50 años solo eran accesibles a unos pocos bolsillos.
Un pequeño lujo es escaparse a uno de estos hotelitos con encanto que han expandido la oferta turística o darse un tratamiento de belleza. Cuidarse el cuerpo con detalle era un lujo accesible en el pasado solo a unos pocos privilegiados. Hoy, empresas pequeñas y gigantes como L’Oréal, el gran grupo francés al que hoy dedicamos la portada de ‘activos’, generan productos de lujo, aunque suene paradójico, accesibles. Incluso se ha generado un vocablo espantoso para definirlo: productos de masstigio. Es cuestión de elegir.
En un informe sobre la industria del lujo, la consultora Deloitte calcula que el volumen de negocio mundial del sector llegó a 305.000 millones de dólares en 2021. Se comparan con los 252.000 millones de 2020 y 281.000 de 2019. Otro grupo francés, LVMH, es el líder mundial del lujo. Con una capitalización de 458.000 millones, ocupa la posición 12ª de las empresas más valoradas. Su principal accionista es el magnate Bernard Arnault. Su estrategia, como la realizada por otros holdings similares, es haber ido adquiriendo pequeñas empresas especialidadas en productos muy concretos. La española Loewe sirve como ejemplo.
¿Existe un lujo español? Sin duda, en alta gastronomía, vinos de primera calidad, turismo boutique, productos de belleza, perfumería y toques de moda selectiva, existe. Prevalece la artesanía original que no ha llegado a extenderse al igual que marcas de países como Italia, Alemania o Suiza, cuyos relojes siguen marcando la hora del lujo. En automóvil, el grupo Peralada -de la familia Suqué Mateu- ha querido resucitar la histórica marca Hispano Suiza, que forma parte de la European Small Volume Car Alliance (ESCA), cuyos miembros fabrican menos de 10.000 unidades al año.
El informe de Deloitte sobre el lujo exhibe los nuevos desafíos del sector: desarrollar un proyecto de economía circular, eufemismo que equivale a usar el verbo reciclar. Ya hay empresas de lujo que ponen a disposición de sus clientes "buzones" especiales para devolver productos usados que pueden revenderse como segunda mano. Al menos, aún no puede reciclarse el mejor lujo de todos y el más barato: disfrutar libremente de la naturaleza.
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