Crisis bancaria
El riesgo viene de Suiza y se llama Credit Suisse
Martí Saballs Pons
Director de Información Económica de Prensa Ibérica.
La quiebra de Silicon Valley Bank (SVB) y sus consecuencias han permitido despejar a córner el interés por la crisis de un banco suizo, de los considerados sistémicos, de larga historia y pedigrí: Credit Suisse. En 2022 presentó unas pérdidas de 7.400 millones de euros y su capitalización bursátil se ha hundido en 12 meses el 69% hasta valer 8.600 millones. El valor de la acción vale 2,13 francos suizos; hace 15 años valía 16 francos. Ha anunciado más pérdidas para este año y una reducción de 9.000 empleos de los 52.000 que suma. En el último trimestre se retiraron de Credit Suisse 111.000 millones en depósitos. El 14 de marzo el banco helvético anunció que en la profundidad de sus estados financieros había "debilidades materiales". Léase: falta de rigor en el control de los riesgos. Su balance, tan agujereado como un queso gruyer. Menos mal que son suizos.
¿Hasta qué punto el mundo abisal de las altas finanzas está lleno de Melanocetus johnsonii, el simpatiquísimo pececito de dientes afilados y antena a modo de linterna? ¿Qué ocurre en el sistema financiero que genera dudas perennes sobre su gobernanza y transparencia? ¿Por qué estamos siempre con el ay en el cuerpo a la espera de la próxima pesadilla fruto de las malas praxis? ¿Acaso no ha servido para nada la regulación generada tras la crisis de 2008? Estos días, como fruto de la caída de SVB, nos hemos enterado de que la
Reserva Federal
de EEUU, el banco central, adoptó medidas más laxas para controlar la banca regional. Como si la experiencia de lo ocurrido en Europa con las cajas de ahorro no hubiera servido para nada hace 15 años.
¿Hasta qué punto el mundo abisal de las altas finanzas está lleno de ‘Melanocetus johnsonii’ de dientes afilados?
Simplificación explicativa
La historia, desde los orígenes de los tiempos, ha demostrado que las crisis económicas empiezan por las finanzas. Perico deja dinero a Paquito para que se lo guarde a cambio de unos intereses. Con ese dinero de Perico, Paquito compra a Marieta unos bonos (deuda), también con sus intereses, que ella ha emitido para poder ampliar su huerto de tomates. Los primeros años el negocio de los tomates va de perlas, pero un año irrumpe un microbio que destroza la cosecha. Se rompe la cadena de suministro de dinero, se encarece la deuda y empiezan los impagados. Si no ha habido unas buenas coberturas contra el riesgo, catacrac.
Es una simplificación que sirve para explicar que un cambio de escenario producto, siempre, de un aumento inesperado de los
tipos de interés
que encarecen el pago de la deuda puede tener efectos muy perniciosos. Por repetir: quien haya gestionado mal el control de los riesgos, haya apostado por caballo que acaba siendo perdedor o no haya generado los cortafuegos necesarios acaba palmando. Dependiendo del tamaño de la víctima, la estampida puede ser mayor o menor.
En septiembre de 2008 esta estampida, que empezó a brotar en el otoño de 2007, estuvo a punto de llevarse consigo el sistema financiero mundial. En el origen: la burbuja inmobiliaria y el reparto de papelitos hipotecarios –deuda– entre las entidades de medio mundo. La subida de los tipos de interés rompió la baraja y el valor de los activos inmobiliarios que parecían que crecerían para siempre se desmoronaron. La intervención de los gobiernos –emisión de deuda que aún pagamos más el dinero de los contribuyentes– rescatando los bancos en peligro de quiebra evitó lo peor. El sistema se salvó.
Tras una etapa de tipos de interés en cero o negativo para enfrentarse a la pandemia, las multimillonarias emisiones de deuda emitidas por los bancos centrales para evitar el hundimiento de la economía han acabado resucitando la inflación. La
invasión de Ucrania
ha hecho el resto. Para combatirlo, los bancos centrales han subido los tipos y han dejado al descubierto la debilidad de aquellas entidades financieras que no han hecho bien los deberes. SVB es uno de los casos. Credit Suisse es otro.
El efecto SVB, hasta donde sabemos –el mundo de la banca tiene agujeros negros qui ni siquiera los reguladores son capaces de vislumbrar–, es limitado a la credibilidad de algunos bancos regionales y especializados de EEUU. En España, por poner el caso, no hay ejemplo de un banco especializado netamente en un sector que ha burbujeado estos últimos años como el de las start-up.
Más puede afectar el recorrido de Credit Suisse. La entidad helvética ya ha anunciado que separará su negocio de inversión, la antigua First Boston, y las quinielas sobre su próxima adquisición por otra entidad –se apunta a UBS– no paran de crecer. ¿Habrá efecto dominó o se controlará?
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