Mercado de la energía
Las petroleras baten récords de beneficios espoleadas por la guerra de Ucrania
La británica BP anuncia una reducción en sus compromisos de descarbonización tras doblar sus multimillonarias ganancias en 2022

Los bancos, las petroleras y los fabricantes de armas. Los tres sectores conforman la santísima trinidad que más caja está haciendo en estos tiempos convulsos de guerra en Europa, una guerra que ha contribuido decisivamente a espolear la crisis energética, la espiral inflacionista y los tipos de interés, fenómenos estrechamente relacionados que ayudan a explicar los estratosféricos resultados obtenidos el año pasado por los tres sectores mientras el grueso de la sociedad se empobrecía. Solo entre las seis mayores petroleras privadas del mundo, sus beneficios se acercarán en 2022 a los 200.000 millones de euros, una cifra nunca vista gracias al efecto de la guerra de Ucrania en los precios del gas y del petróleo, así como al repunte de la demanda tras los peores años de la pandemia.
La británica BP ha sido la última en hacer públicas sus cuentas del año pasado, saldadas con un beneficio récord de 25.800 millones de euros, más del doble que en 2021. Una suerte que han compartido sus competidoras. La también británica Shell anunció la semana pasada los mejores resultados en sus 115 años de existencia: ganó 37.000 millones de euros. Lo mismo que Exxon, la primera compañía de hidrocarburos de Estados Unidos y la segunda en en capitalización del mundo por detrás de Saudi Aramco. Exxon se embolsó un beneficio superior a los 52.000 millones, un 142% más que el año anterior. “Claramente nos hemos beneficiado de un mercado favorable”, les dijo a los inversores su consejero delegado, Darren Woods.
Precios estratosféricos
En el caso de Chevron, el beneficio rondó los 34.000 millones de euros, mientras que en el de ConocoPhillips, también estadounidense, superó los 16.000 millones, el más alto para la compañía en una década. En los próximos días se conocerán los resultados de la francesa TotalEnergies, que completa el sexteto de lo que inglés se llama ‘Big Oil’, un grupo en el que algunos incluyen también a la italiana Eni. “La crisis energética derivada de la guerra de Ucrania se ha traducido en precios estratosféricos, especialmente del gas, pero también del petróleo, lo que explica estos resultados”, asegura a este diario Carlos Torres Díaz, analista jefe para los mercados del gas y la electricidad de la consultora noruega Rystad.
Las compañías europeas en particular han concentrado su negocio en los últimos tiempos en el gas, considerado por la Unión Europea como un "combustible de transición” hacia las renovables, menos contaminante que el petróleo. Tanto en la producción como en la exportación, particularmente del gas natural licuado (GNL), que se transporta en barcos metaneros y se ha convertido en la principal alternativa al gas ruso que llegaba a Europa por gasoducto. “Y esos precios del gas, espoleados por la competencia entre los compradores europeos y asiáticos, han llegado a estar 10 veces más alto de lo normal”.
La guerra ha tenido un efecto incuestionable en los precios, según el analista de Rystad. "Los precios empezaron a subir en 2021 porque Rusia comenzó a reducir el suministro a Europa, pero todo se exacerbó con la explosión en el Nordstream 1 y las sanciones para castigar la invasión", afirma Torres Díaz. “Todo eso ha coincidido con una menos producción de la prevista en los reactores nucleares franceses y y las hidroeléctricas del continente por la escasa de agua, lo que ha contribuido a aumentar los precios de los hidrocarburos".
Impuestos para los "beneficios extraordinarios"
Noticias relacionadasLos obscenos beneficios de las petroleras han hecho que en EEUU se renueven las voces que llaman a gravar sus “beneficios extraordinarios”, una asignatura todavía pendiente a pesar de que Joe Biden ha llegado a sugerirlo o de los pocos impuestos que las grandes petroleras pagan en el país. En el Reino Unido sí que los pagan, después de que el gobierno conservador del ex primer ministro, Boris Johnson, impusiera un gravamen del 25% a esos beneficios inesperados. Pero lo hizo únicamente a aquellos derivados de su producción de gas y petróleo en el mar del Norte, poco menos que calderilla para el negocio de sus compañías globales.
Lo más preocupante, en cualquier caso, es que ante la bonanza actual algunos parecen estar replanteándose sus compromisos para reducir las emisiones de CO2. BP anunció el martes que piensa tomarse las cosas con más calma de la prometida hace tres años. En lugar de reducir su producción de combustibles fósiles un 40% para 2030, promete ahora reducirla solo un 25%. Y todo ello mientras aumenta su inversión en proyectos de hidrocarburos. Falta ver si otros siguen su estela. “De momento no es una tendencia en el sector, al menos en Europa”, dice Mariano Marzo, miembro del Consejo de Administración de Repsol.
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