Brecha intergeneracional

¿Cómo evitar que los hijos vivan peor que sus padres?

Mejorar las condiciones laborales, las políticas públicas de vivienda o reformular el sistema público de pensiones son algunas de las medidas sugeridas por los expertos consultados

brecha generacional

brecha generacional / MANU MITRU

Gabriel Ubieto

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Si los 'baby boomers' vieron pasar 20 años entre su primera crisis, la del petróleo del 1973, y su segunda, cuando España entró en el mercado común europeo, los 'millennials' acumulan tres terremotos económicos en apenas década y poco de trayectoria laboral. Primero, en 2008, fue la financiera e inmobiliaria, y recientemente la del covid la ha relevado la actual espiral de precios. Desde hace años lleva instalado un sentir popularmente compartido de que los jóvenes de hoy -en términos relativos- viven peor que sus progenitores. Un sentir avalado por una batería de datos que muestran como los noveles de hoy tienen peores sueldos, empleo más precarios (cuando no están en paro) y pagan más por su propio techo, entre otros.  

¿Cómo romper con esa inercia y recoser la brecha intergeneracional? Las recetas ofrecidas por los distintos expertos consultados para el presente reportaje difieren, si bien todos coinciden en el mismo mensaje. “Plantear un conflicto entre pensionistas y jóvenes es una falacia”, coincide el profesor de la UAB e investigador del centro de estudios demográficos, Pau Miret

"No es una guerra intergeneracional", coincide el catedrático de la Universidad Complutense de Madrid y subdirector de Fedea, José Ignacio Conde-Ruiz. "Las políticas buenas para los jóvenes no son un cheque cultural, son aquellas que promueven el crecimiento a largo plazo. […] Los que ya tenemos una edad nos deberíamos preocupar a la hora de votar no solo por lo nuestro, sino también lo de ellos", apunta.

La vivienda se ha demostrado como una losa creciente sobre las espaldas de los más noveles, especialmente dadas las condiciones laborales actuales. España, que ya en el arranque del siglo era uno de los países de la Unión Europea en el que más tardaban los jóvenes de irse de casa de sus padres, no solo no ha mejorado, sino que ha empeorado. En 2000 un español se independizaba a los 29,4 años; en 2021 lo hace a los 29,8 años. “En 1985, con la ‘ley Boyer’, se liberaliza el mercado del alquiler en España, los precios se disparan y desde entonces ningún gobierno se ha preocupado por aprobar medidas que garanticen que los jóvenes pueden acceder a una vivienda”, apunta Miret. 

¿Su receta? Ampliar los recursos a los ayuntamientos para que desarrollen sus propios parques de vivienda públicos, dando uso preferente a aquellas personas menores de 30 años. “Si el artículo 47 de la Constitución -“Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada”- queda en papel mojado”, apunta. "La medida depende mucho del municipio. El Estado tiene una gran oportunidad a través de la Sareb, allí tiene un gran activo inmobiliario para habilitar más alquiler social", coincide el director del Institut d'Innovació Social de Esade, Ignasi Martí. "También hay que explorar algún tipo de regulación de los alquileres a precio de mercado", añade Martí.  

¿Cómo corregir la devaluación salarial?

Alquileres altos y sueldos bajos. Las condiciones a las que acceden los jóvenes al mercado de trabajo se han ido degradando. Por ejemplo, hace 20 años, en 2002, el salario medio de una persona entre 20 y 24 años equivalía al 61% del salario medio español. En 2020, últimos datos disponibles de la encuesta de estructura salarial del INE, dicho porcentaje ha bajado 10 puntos, hasta el 51%. En ese mismo periodo, la parcialidad entre los menores de 30 años se ha duplicado y la temporalidad se ha mantenido inmutable: uno de cada dos jóvenes carece de un puesto fijo. 

Desde el sindicato UGT destacan dos medidas recientes que en los próximos años pueden invertir parte de esa tendencia a la precarización de los nuevos jóvenes que se incorporan al mercado de trabajo: la reforma laboral y las recientes subidas del salario mínimo. Sobre la primera, recién cumple su primer año de vigencia y los datos muestran que ha logrado desencallar una temporalidad cronificada entre los jóvenes. Si desde principios de siglo uno de cada dos menores de 30 años tenía un contrato eventual, con apenas variación en el porcentaje, tras un año de la misma dicho porcentaje ha bajado al 34,9%.

“Hasta el 2017 -cuando Pedro Sánchez accede al Gobierno- durante muchos años el salario mínimo fue creciendo sistemáticamente por debajo de lo que subía el salario medio. Y el salario mínimo lo cobran, principalmente, los jóvenes”, apunta el coordinador del área económica de la central. Desde entonces el SMI se ha revalorizado un 37% en cinco años, a expensas de la nueva subida que tiene todavía pendiente registrar este año. “Hasta ahora ha quedado demostrado que las empresas tenían margen para subir ese salario mínimo, a partir de ahora será cuestión de ajustarlo cada año en función del crecimiento económico”, añade.

¿Cómo hacer frente al creciente gasto en pensiones?

Reformas como la laboral no precisan de recursos públicos, pero otras como las de las políticas de vivienda por las que abogan los expertos consultados sí. "Los jóvenes han sido hasta ahora absolutamente irrelevantes a ojos de los partidos políticos. Y eso pesa mucho a la hora de distribuir los recursos públicos”, opina el subdirector de Fedea, José Ignacio Conde-Ruiz, que está pendiente de publicar su libro 'Juventud atracada'. “La prueba la tienes este año, que sin ningún tipo de debate público se ha decidido subir todas las pensiones un 8,5% y no solo subir esa cantidad las más bajas y las más altas plantear que subieran como lo están haciendo los salarios”, apunta. 

Según los Presupuestos Generales del Estado del 2022, cuatro de cada 10 euros invertidos por el Estado van a pagar pensiones. Un gasto que irá en aumento durante las próximas décadas, cuando los ‘baby boomers’ vayan jubilándose y dejando paso a generaciones menos numerosas. Para evitar que ese previsible aumento de gasto se coma todo el margen del Estado para hacer política, serán necesarios más ingresos y/o menos gastos. 

“Si la demografía ha cambiado tienes que reformar el sistema de pensiones, como, por ejemplo, alargando la edad de jubilación de una manera flexible que permita compatibilizar pensión y salario”, apunta. “Nadie quiere introducir este tipo de medidas, pero si no lo haces, ¿de dónde vas a sacar dinero para otro tipo de políticas”, apunta el catedrático de la Complutense. 

“Pensiones y políticas sociales no son cajas cerradas”, replica Del Pozo (UGT). “El Estado puede obtener más recursos de muchas maneras, como persiguiendo el fraude fiscal sobre los beneficios de las empresas o subiendo las bajas cotizaciones a la Seguridad Social que tienen ahora mismo los salarios más altos”, apunta. “Contraponer una cosa con la otra es un debate absolutamente forzado. Cuando se sube el gasto en Defensa es absurdo decir que los militares se lo quitan a los jóvenes”, añade.