Crisis

La tormenta energética perfecta empuja a Bruselas a repensar el mercado eléctrico

Marienborg (Denmark), 30/08/2022.- European Commission President Ursula von der Leyen attends a joint press conference after the Baltic Sea Energy Security Summit in Marienborg, Denmark, 30 August 2022. The summit aims to increase the energy security of the area in the context of the Russian invasion of Ukraine by strengthening regional cooperation. (Dinamarca, Rusia, Ucrania) EFE/EPA/MADS CLAUS RASMUSSEN DENMARK OUT

Marienborg (Denmark), 30/08/2022.- European Commission President Ursula von der Leyen attends a joint press conference after the Baltic Sea Energy Security Summit in Marienborg, Denmark, 30 August 2022. The summit aims to increase the energy security of the area in the context of the Russian invasion of Ukraine by strengthening regional cooperation. (Dinamarca, Rusia, Ucrania) EFE/EPA/MADS CLAUS RASMUSSEN DENMARK OUT / EFE / EPA / MADS CLAUS RASMUSSEN

Silvia Martinez

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Un verano más caluroso de lo habitual, “con temperaturas récord” que han elevado el uso del aire acondicionado y, por tanto, del consumo de energía. Menos producción nuclear -de los 56 reactores franceses 29 no producen electricidad o muy poca- y de renovables, debido a la falta de agua en los pantanos y al menor viento. Y, la alternativa, el gas, más cara que nunca por el “chantaje energético” de Rusia, que ha disparado los precios de la electricidad. En resumen, Europa vive una tormenta perfecta que ha empujado finalmente a la Comisión Europea a mover ficha para intervenir un mercado eléctrico europeo en crisis, con medidas para reducir la demanda, desacoplar (finalmente) el precio de la electricidad y el gas y aprovechar los recursos adicionales para ayudar a los consumidores vulnerables.

De momento, son ideas aglutinadas en un documento preliminar de trabajo que Bruselas ha puesto sobre la mesa de cara a la reunión de urgencia que los ministros de energía de la UE celebrarán el 9 de septiembre, tras un verano lleno de “episodios alarmantes”. Como el que disparó el precio de la electricidad en los países bálticos el pasado 16 de agosto a media tarde a 4.000 euros el megavatio hora. Fue algo puntual. Pero el temor ha llevado a Bruselas a diseñar, a marchas forzadas, una respuesta que pone el acento en reducir el consumo eléctrico de forma coordinada en la UE, particularmente en las horas pico del día en las que la electricidad es más cara, a través de fórmulas similares a las utilizadas para reducir la demanda de gas, con incentivos a los hogares y compensaciones a las empresas que rebajen su consumo. 

Bruselas también ve viable fijar un tope de precio “específico” para las tecnologías "inframarginales", distintas al gas con costes más bajos, como pueden ser la mayoría de las renovables, la nuclear o el lignito. El dinero ahorrado por esta vía podría posteriormente servir a los Estados miembros para financiar esquemas de apoyo para los consumidores, rebajando la factura de la luz final vía la tarifa regulada. La introducción de este mecanismo, no obstante, no sería compatible con el impuesto a los llamados beneficios caídos del cielo, las ganancias extraordinarias que obtienen las empresas de generación eléctrica que no tienen que pagar derechos de dióxido de carbono (CO2) ni usan gas, que tendría que ser abolido en caso de optar por la la vía del tope de precios. "Se puede garantizar que utilicemos parte de los beneficios excesivos que los productores de electricidad obtienen -que nunca esperaron y que no pueden reinvertir tan rápidamente- para orientar nuestro apoyo a las rentas bajas y a las empresas vulnerables en estos tiempos de electricidad cara", decía este viernes la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, durante una reunión de su partido en Alemania.

No, a europeizar la “excepción ibérica”

En cambio, los expertos de la Comisión enfrían otras opciones como “europeizar” el sistema de precios regulados aplicado por Grecia, intervenciones obligatorias en los precios minoristas o dar subsidios para neutralizar el efecto del sistema de comercio de emisiones de CO2 sobre la electricidad porque, aunque se reducirían los precios de la electricidad, se pondrían en riesgo los esfuerzos para reducir el consumo. Tampoco ven con buenos ojos imitar en el resto de Estados miembros la llamada “excepción ibérica”, que ha permitido a España y Portugal topar el precio del gas utilizado para la generación eléctrica abaratando la factura, porque “aumentarían la demanda de gas y electricidad y amenazarían la seguridad del suministro eléctrico”.

Se trata de un balance compartido por otros actores clave de la industria que consideran que el mecanismo hispano-portugués no está bien diseñado y no ofrece un balance adecuado entre proteger a los ciudadanos de la pobreza energética y mantener la señal de precios que muestra que la energía es valiosa y escasa. “Ahora mismo estamos viendo un aumento en el uso del gas para electricidad en España. Eso no es bueno. Necesitamos usar menos gas para electricidad en los próximos meses y años y si copiamos esa intervención no obtendríamos buenos resultados”, considera Kristian Ruby, secretario general de Eurelectric, el organismo representante de las eléctricas europeas. En su opinión, separar el gas no será suficiente, porque hay otras fuentes de energía como el carbón que también se están encareciendo. A corto plazo, defiende, la UE debe apostar por ahorros masivos de energía, organizar subastas que permitan a las industriales recibir compensaciones por ahorro energético y, sobre todo, actuar con prudencia para “no diluir demasiado la señal del precio”. 

Sin soluciones milagro

Los expertos comunitarios tienen claro que no hay soluciones milagro y que nada devolverá los precios a los niveles precrisis o eliminará los efectos significativos sobre la inflación que sigue batiendo récords en la Eurozona y que se disparó al 9,1% en agosto. Pero también son conscientes de que la situación ha escalado a una situación alarmante y que es necesario actuar. Cuando el Gobierno de España lanzó su ofensiva, allá por septiembre de hace un año, para convencer al resto de socios europeos de la necesidad de controlar los precios del gas y la electricidad y reformar el mercado eléctrico pocos países se subieron al carro, y mucho menos el Ejecutivo comunitario. 

Corrían otros tiempo. La UE estaba centrada en dejar atrás la crisis sanitaria y económica desatada por la pandemia de covid19 y no dejaba de repetir que el incremento de la factura era un problema coyuntural, por el aumento de la demanda de gas de Asia, al recorte en la producción de Rusia y al aumento del precio del régimen de comercio de emisiones. Todo se resolvería en primavera, juraban. Un año después la Comisión Europea se ha dado de bruces con la realidad: los precios seguirá siendo elevados hasta 2024 o 2025 y hay que tomar medidas.

“El mercado de la electricidad ya no funciona porque hay un actor, Putin, que intenta sistemáticamente destruirlo y manipularlo. Tenemos que reaccionar a eso. Y por eso estamos abordando la composición del mercado eléctrico”, anunciaba la semana pasada la presidenta de la Comisión Europea sobre un movimiento bendecido incluso por los países reacios hasta ahora a cualquier reforma o intervención como Alemania, Austria o Países Bajos. La alemana, partidaria también de fijar un tope al gas ruso que llega por tubería, dará más detalles sobre los planes de Bruselas en el debate sobre el estado de la unión en el pleno de Estrasburgo, el próximo 14 de septiembre, una vez que los Estados miembros dejen claras sus preferencias.

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