CEO de X-Elio

Lluís Noguera: "Hay que acelerar las renovables si no queremos que muera la industria europea"

El directivo afirma que "España debería revisar al alza sus objetivos tras el aumento de los precios generado por la guerra de Ucrania"

El CEO de X-Elio, Lluís Noguera, durante una reciente visita a Alicante

El CEO de X-Elio, Lluís Noguera, durante una reciente visita a Alicante / HÉCTOR FUENTES

Miguel Vilaplana

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Lluís Noguera, ingeniero de telecomunicaciones que antes había ejercido como consejero delegado de Global Power Generation -compañía perteneciente al Grupo Naturgy y Kuwait Investment Authority-, está al frente en la actualidad de X-Elio, una empresa especializada en el desarrollo, construcción, financiación y operación de proyectos energéticos fotovoltaicos con presencia global en Europa, Estados Unidos, América Latina, Japón y Australia. El fuerte incremento de los precios de la electricidad han convertido a las renovables en la gran esperanza para rebajar las tarifas, y también en el camino que hay que seguir para conseguir la descarbonización del planeta y luchar contra el cambio climático. Noguera coincide en el papel fundamental que debe desempeñar el sector en esta materia, aunque advierte de la necesidad de intensificar la ejecución de proyectos, para lo cual resulta imprescindible que se desatasque el cuello de botella que se ha generado en las diferentes administraciones.

El sector de la energía solar es algo relativamente reciente. ¿También lo es X-Elio?

Lo que es hoy una multinacional dedicada a la construcción de plantas fotovoltaicas nació hace 17 años a partir de una pequeña empresa de ingeniería de origen murciano. La primera fase de expansión, en 2008, estuvo basada en la tarifa regulada que regía en España, aunque después, a medida que la situación regulatoria fue avanzando a nivel internacional, se empezaron a abordar también proyectos en EE UU y Japón. Con todo, lo que supuso un impulso definitivo fue la entrada, en 2015, del fondo estadounidense KKR, al que se le sumó a continuación el canadiense Brookfield, que en la actualidad se reparten a partes iguales la compañía. El salto ha sido muy importante, toda vez que funcionamos como una multinacional.

¿Qué es lo que ha cambiado desde entonces?

La firma se ha convertido en una multinacional presente en siete mercados, ya que, aparte de en España, EEUU y Japón, en la actualidad también trabajamos en Italia, Australia, Chile y México. Lo que intentamos es estar en aquellos mercados donde la energía solar resulte competitiva. Además, desde hace 18 meses también estamos apostando por el negocio de las baterías, porque es la combinación perfecta para tener una energía económica capaz de sustituir al gas a corto plazo.

¿También están presentes en el mercado del autoconsumo?

Hemos realizado algunas instalaciones, incluso para marcas automovilísticas tan conocidas como Renault o Seat. Pero en la coyuntura actual el autoconsumo es más caro que la solar centralizada, de ahí que nos centremos en las grandes plantas fotovoltaicas por un tema de eficiencia.

¿Cuál es el volumen de negocio que tienen en España?

Hasta hace unos dos años estábamos en el 30%, pero en estos momentos este mercado está tirando más que en otros países, porque hay un cuello de botella en la obtención de permisos en todas partes.

El fuerte incremento de los precios de la electricidad ha propiciado que las energías renovables se encuentren en plena expansión. ¿Tienen muchos proyectos en cartera?

Estamos en una fase de crecimiento enorme. Nuestra previsión es la de tener en construcción 700 megavatios a final de año, aunque para el año que viene ya manejamos unas perspectivas de 1.500 y para dentro de dos de 2.000. En cualquier caso, todo dependerá de la obtención de los permisos.

¿Qué es lo que está propiciando estos cuellos de botella?

Hay dificultades por muchos factores. Primero, porque hemos pasado una crisis sanitaria en la que los esfuerzos se han desviado hacia otros menesteres y, después, porque en España se ha concebido un plan de renovables muy ambicioso que ha propiciado un fuerte incremento de proyectos sin que se haya aumentado el número de funcionarios. Con todo, también debo decir que en nuestro país no somos ni mucho menos los más lentos a nivel burocrático. De hecho, y aunque la burocracia es un mal común, solo en Texas están siendo más rápidos que en España.

¿Cuál es el nivel de atasco que tenemos ahora mismo en los despachos?

Según las últimas cifras que manejamos hay en estos momentos 120.000 megavatios en tramitación y solo se están concediendo permisos para 4.000 anuales. El objetivo del Gobierno es pasar a 7.000, pero para ello se tendrán que valorar, de entrada, aquellos proyectos que carezcan de viabilidad, para que los funcionarios puedan centrar todos sus esfuerzos en aquellas iniciativas que sí tengan opciones reales de prosperar.

Las plantas fotovoltaicas se están encontrando en algunos territorios con un fuerte rechazo por su impacto medioambiental y paisajístico. ¿Están encontrando muchas trabas?

Es evidente que estas instalaciones pueden tener un impacto a nivel visual, pero también es cierto que las compañías buscan terrenos de fuerte irradiación y falta de agua, que son los más económicos y normalmente coinciden con campos de cereales. La Administración es la que tiene que decidir la viabilidad de los proyectos en cada caso, y yo soy de la opinión de que lo que hay que hacer es buscar un equilibrio, de manera que un municipio no se atiborre de plantas solares y el de al lado no tenga ninguna, cuando tiene el mismo impacto visual. En este sentido, creo que la normativa que se ha desarrollado en la Comunidad Valenciana es muy adecuada, dado que impide que un municipio pueda tener más de un 3% de su territorio afectado. También hay que tener en cuenta que se puede compaginar la actividad agrícola y ganadera con la solar, y que la construcción de las plantas genera muchos puestos de trabajo.

El plan nacional de energía y clima se marca como meta alcanzar los 39 gigavatios instalados en 2030. ¿Llegaremos a tiempo de conseguirlo?

Lo primero que hay que decir es que, cuando se redactó, era el más ambicioso que había en toda Europa. Sin embargo, España debería revisar al alza sus objetivos tras el aumento de los precios de la electricidad y el gas generado por la guerra de Ucrania. De hecho, países como Italia y Alemania ya se fijan como objetivo alcanzar los 80 gigavatios. Por otro lado, si continuamos al actual ritmo de concesión de permisos, es evidente que no se podrán cumplir los objetivos, aunque soy optimista y espero que los trámites puedan ir agilizándose.

¿La crisis energética les está beneficiando?

La crisis no beneficia a nadie, entre otras cosas porque antes de que sucediera ya sabíamos que teníamos que desarrollar muchos megavatios, pero se va a tener que acelerar si no queremos que la industria europea muera con un precio de la electricidad cinco veces más caro que en EEUU. Es una simple cuestión competitiva.

¿No hay alternativas?

El gas ya sabemos que está en Rusia y que no se trata de un socio fiable, y los contratos firmados con EEUU para abastecerse no se harán efectivos hasta 2026 y las negociaciones que se mantienen con Catar para aumentar la producción también tardarán entre tres o cuatro años en fructificar, debido a que hay que proceder a la construcción de infraestructuras. El carbón, por otro lado, es altamente contaminante y para la nuclear, si nosotros ya tenemos problemas con los permisos, imagina para poner en marcha una central de este tipo. Las energías renovables, por tanto, están justo en el centro de la solución.

¿Están sacando rentabilidad del incremento de los precios del gas y la electricidad?

Las eléctricas no es ningún secreto que están teniendo mayores beneficios, pero nosotros nos dedicamos al desarrollo de plantas solares y firmamos contratos con nuestros clientes industriales a un precio fijo durante diez años. Así que, en su inmensa mayor parte, hablamos de ventas a largo plazo por las que no obtenemos un beneficio de la coyuntura actual.

El Gobierno ha anunciado recientemente la aplicación de un impuesto a las energéticas. ¿Qué opina al respecto?

Cuando se puso el impuesto del 7% a la generación se vio que la electricidad, a continuación, subió también un 7%. Reconozco que es difícil encontrar la fórmula para rebajar las tarifas, pero soy de la opinión de que esta no va a venir de la denominada solución ibérica. El Gobierno lo ha intentado y las medidas llevadas a cabo han tenido algunos efectos, pero no los que a todos nos gustaría. Los cambios deben venir de Europa y de la mano del sistema de regulación.

¿Hay esperanzas de que el precio se reduzca?

A largo plazo lo hará, pero a medio plazo depende de la voluntad política para acometer una reestructuración profunda, reducir consumos y acelerar los permisos para las energías renovables. El tema se tiene que solucionar porque, insisto, la industria europea está entre la espada y la pared.

La comunidad internacional se ha marcado 2050 como plazo para conseguir la plena descarbonización. ¿Lo ve factible?

Yo creo que es plenamente posible, entre otras cosas porque, si fallamos en este asunto, las consecuencias del cambio climático van a ser devastadoras e irreversibles. Además, precisamente, el apartado que lo puede tener más fácil para cumplir es el de la generación eléctrica. No me imagino coches eléctricos funcionando con electricidad producida a partir de carbón, ni camiones con hidrógeno generado con gas. Esos son argumentos más que poderosos, pero, además, hay voluntad política, capacidad financiera y tecnología para llevarlo a la práctica. Lo que hace falta es coger inercia , y estoy convencido de que incluso para 2030 la parte eléctrica la podríamos tener muy encarrilada.

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