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Varios bidones de petróleo

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Jordi Sevilla

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Tras el ejercicio de flagelación patria ante el magro 0,3% de crecimiento experimentado por España en el primer trimestre de este año, constatamos ahora que no ha sido tan malo, comparado con el 0,1% que ha resultado ser el promedio de los países de la OCDE, con Alemania con un 0,2%, Francia con el 0% o Italia, Japón y EEUU en negativo. Y es que la guerra de Ucrania ha agravado los efectos negativos todavía vigentes de la pandemia y la interrupción de suministros. 

En la reunión, esta semana, del Foro de Davos, la directora gerente del FMI ha llegado a calificar el momento actual como "el mayor reto desde la segunda Guerra Mundial". Y dos nuevas preocupaciones han cobrado fuerza: la crisis energética y la crisis alimentaria que, sumadas a las anteriores ponen fin a tres décadas de una determinada concepción de la globalización.

La guerra de Putin y el posterior bloqueo a Rusia ha revolucionado el mercado energético mundial, con problemas de falta de suministro y con precios disparados del gas (triplicado) y del petróleo (el Brent ha pasado en dos años de 28 dólares barril a 129). Todo ello, además, está provocando un triple efecto: un reajuste geoestratégico con países como Qatar, Argelia, EEUU o Noruega, queriendo suplir el hueco de suministro a Europa; un resurgir del carbón como fuente energética alternativa, cuyo precio también ha subido junto con su demanda y un impulso a las energías renovables que igualmente está subiendo los precios de sus materiales. En resumen, los costes energéticos han disparado la inflación y los vacíos de suministros están provocando un reajuste en el mapa mundial de suministradores.

En paralelo, la guerra ha convulsionado, también, los mercados de cereales, aceite de girasol y fertilizantes, provocando escasez de suministros y fuertes subidas en precios en mercados que ya eran alcistas por los problemas climáticos (sequía en África) sobre algunas cosechas. El índice de precios de la FAO señala aumentos de 30 puntos porcentuales en un año lo que se traduce en inflación en occidente y en hambre-malnutrición en otras zonas del planeta. A pesar de las elevadas reservas de alimentos y de las ayudas implantadas por el Banco Mundial, se espera que unos 800 millones de personas entren en situación de desnutrición en todo el mundo. 

Crisis alimentaria y crisis energética, unido a la crisis climática previa, anticipan una fuerte elevación del número e intensidad de los conflictos sociales. Pendiente, todo ello, de la duración de la guerra en Ucrania donde, no lo olvidemos, se libra, además, una batalla por la libertad y contra la autocracia.

Y el veredicto del Banco de España, es…

Recuperación incompleta y desigual, en un contexto inflacionario e incierto. Necesidad de una estrategia integral (y consensuada) de reformas para afrontar los retos estructurales de la economía española. En estos dos párrafos resume el Banco de España su Informe Anual 2021, presentado esta semana por su Gobernador.

De sus más de trescientas páginas y recomendaciones, entresaco algunas cosas. Si crecimos un 5,1% el año pasado y el Banco espera cerrar este año con el 4,5%, podemos afirmar que España habrá sorteado la recesión inducida por la guerra en Ucrania, mejor que otros, aunque con una elevada dispersión sectorial y geográfica. Salvo por la inflación, que se explica por la subida de precios de la energía y los alimentos ambos importados, que espera alcance una media anual del 7,5%, para descender el próximo año hasta el entorno del 2%.

Podemos decir, pues, que si la economía española sufrió más la pandemia por estar especializada en aquellos sectores más golpeados por las restricciones a los movimientos por motivos sanitarios (comercio y turismo), está encajando mejor los problemas derivados de la guerra, salvo el precio de la energía sobre lo que el Gobierno acaba de adoptar medidas disruptivas pendientes, todavía, del visto bueno definitivo de Bruselas.

Y mientras tanto, mantenemos un ritmo elevado de creación de empleo. Dos asuntos adicionales quiero destacar del Informe: la sensibilidad social que se introduce, casi como novedad y la amplia lista de reformas estructurales que se proponen en el contexto de una Estrategia Integral (y consensuada, añado yo) para varios años/legislaturas.

La inflación o la lucha contra el cambio climático no son socialmente neutras. Golpean con mayor intensidad relativa a los menos favorecidos. "Se estima que los hogares con menor renta habrían soportado en los últimos meses una tasa de inflación 1,2 pp superior a la que enfrentaron los hogares con mayor nivel de renta" por el mayor peso relativo de alimentación y energía en su cesta de la compra.

Por otra parte, "los riesgos físicos y de transición vinculados al calentamiento global, podrían afectar de forma más intensa a los hogares y las empresas más vulnerables". Tener en cuenta ambos hechos para emprender políticas que contrarresten este efecto será fundamental para evitar que los más desfavorecidos se queden atrás en la superación de ambos asuntos.

Mientras a corto plazo la evolución de la economía española depende de la superación definitiva de la pandemia, la evolución del conflicto bélico en Ucrania y por la persistencia del actual episodio inflacionista, conseguir a medio plazo "una senda de crecimiento robusto, sostenible e inclusivo" dependerá de la respuesta que demos a un conjunto de retos estructurales de enorme calado, que solo se pueden abordar mediante una estrategia integral, con vocación de permanencia.

Nueve reformas que van desde favorecer el crecimiento del tamaño medio de las empresas, hasta potenciar la empleabilidad de los trabajadores mayores o el incremento del capital tecnológico. Un ambicioso plan que va a determinar la ambición de país que tenemos ya que solo puede ser abordado desde un gran acuerdo político y social entorno a las políticas definidas y aplicadas.

Tres ventanas de oportunidad para España

El proceso de desglobalización y de conflicto entre democracia y autocracia que se ha abierto ante nosotros, proporciona muchos problemas como hemos visto. Pero también ofrece algunas oportunidades si sabemos actuar con rapidez y determinación. Al menos en tres ventanas: podemos ser la plataforma gasística europea; podemos ser la fábrica europea de microchips (el PERTE recién aprobado es un buen paso en la dirección correcta) y debemos reforzar nuestra industria espacial y de defensa.

Asuntos todos ellos, junto a las reformas estructurales, mucho más trascendentales para nuestro futuro que la mayoría de debates en que nos solemos enzarzar. Y mucho más, en todo caso, que los tics del pasado con que, con demasiada frecuencia, reaccionamos. Por ejemplo, subir o bajar impuestos es irrelevante para los desafíos que tenemos por delante.

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