Análisis

La economía, sube y baja

Las evidencias indicarían que el segundo trimestre será más positivo en el gasto de las familias 

La economía, sube y baja

La economía, sube y baja / Activos

Jordi Sevilla

Jordi Sevilla

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Suprime el contexto, elimina las causas, arrincona las explicaciones y un cuadro de previsiones macroeconómicas se convierte en una apuesta a la lotería y la coyuntura económica en un sube/baja aleatorio y, aparentemente, errático, de variables. Entonces, dada la necesidad humana de entender lo que pasa, el camino queda expedito para culpar/agradecer de la situación al Gobierno de turno: criticarle si va mal, aplaudirle si va bien, polarizando la opinión pública según esquemas mentales previos. Lo simple, aun erróneo, se acaba imponiendo.

Desgraciada o afortunadamente, los gobiernos no son hoy tan importantes como para convertirse en agentes determinantes únicos de la evolución económica en un mundo tan globalizado como el nuestro, donde las interrelaciones entre países hacen que (casi) todo esté conectado con (casi) todo, sin fijarse en fronteras nacionales.

Todos los países occidentales viven un frenazo fuerte en su recuperación y un alza súbita de la inflación. Todos, no solo España. La eurozona ha crecido este primer trimestre un 0,2%, con Italia en negativo (igual que Estados Unidos) y soporta en abril, una inflación del 7,5%. Eso habla de un problema global, un ‘shock’ externo, que repercute de forma negativa sobre todos, aunque con matices asimétricos según la estructura económica de cada país.

Y pocas dudas hay de que se han concatenado varios acontecimientos negativos y no previstos hace unos meses: ómicron, escasez de suministros, nuevos confinamientos en China (política de contagios cero que ha bloqueado el principal puerto comercial del mundo, Shanghái), guerra de Putin en Ucrania y bloqueos posteriores. Así lo señalan todos los organismos internacionales y el sentido común, siendo esta una explicación más ajustada a la realidad compleja y dinámica en que vivimos. El sube/baja en las previsiones encuentra, así, una explicación racional, alejada del inútil señalar falsos culpables para canalizar, en términos partidistas, el lógico malestar ciudadano.

Lo más destacado en España es la caída experimentada por el consumo de las familias, lo que señala dos hechos: la pérdida del poder adquisitivo y el llamado factor precaución ante noticias como la guerra en Ucrania. Las evidencias acumuladas con posterioridad, en Semana Santa y en el puente de mayo, más el empleo generado en abril, indicarían que el segundo trimestre será más positivo en cuanto a gasto de aquella mitad de familias que llegan a fin de mes y que han acumulado ahorros durante la pandemia. Si los precios siguen a la baja (el cambio en el mercado eléctrico ayudará mucho a eso) y los fondos ‘Next Generation’ se van gastando y no solo comprometiendo, las cosas tenderán a normalizarse y acabaremos el año con un crecimiento robusto, aunque insuficiente, del 4,5%. 

Más preocupante me parece la previsión a medio plazo del nuevo cuadro de previsiones del Gobierno de que el crecimiento irá decayendo hasta un escuálido 1,8% en el año 2025, donde seguiremos luciendo una tasa de paro de casi el 10% y sin cambio de modelo productivo. Pero, vaya usted a saber, con lo lejos que queda y la cantidad de cosas que pueden ocurrir hasta entonces.

Criptomonedas / criptoactivos

Casi cuatro millones de españoles poseen criptoactivos y, al menos 233.000, han recibido una carta de Hacienda recordándoles que operar con ellos, paga impuestos mientras al resto, intentan captarnos hacia esos valores digitales mediante anuncios televisivos. Se calcula que existen más de 15.000 criptoactivos diferentes siendo bitcoin, surgido en 2009, el mayoritario entre aquellos que no tiene ningún tipo de respaldo y tether entre los que cuentan con algún mecanismo de respaldo.

En su conjunto, se calcula que representan un 1% de los activos financieros mundiales, destacando la rapidez de su crecimiento porque hace apenas cuatro años estaban en el 0,02%. Según cálculos del Banco de España, las criptomonedas movieron 60.000 millones de euros el año pasado en nuestro país.

Los criptoactivos son utilizados como inversión ya que sus revalorizaciones pueden ser muy pronunciadas (bitcoin tuvo una del 1000% en veinticuatro horas), tanto como a veces sus caídas (dogecoin cayó un 80% en un año). Pero también se utilizan como medio de pago, es decir, como dinero digital para transacciones, aunque en ninguna de sus funciones cuentan con ningún tipo de regulación, control, garantías o reclamaciones. Se trata de un mercado puro y duro, donde la oferta y la demanda, coordinadas por plataformas tecnológicas, determina el precio. El sueño de un liberal a la Hayek: dinero desnacionalizado. Al menos, en teoría, ya que todo el proceso está muy cargado de riesgo, siendo los más destacados: información engañosa, manipulación del mercado (quema o retirada unilateral de activos), grandes fluctuaciones sin control ni garantías de transparencia, blanqueo.

Mientras El Salvador y la República Centroafricana han convertido al bitcoin en moneda de curso legal, China ha prohibido las cripto, llegando a castigar con 10 años de prisión cualquier transacción con ellas. Aunque lo presenta como manera de controlar el flujo de capitales, en realidad evita competencia a la apuesta decidida que ha hecho por su propia criptomoneda: el yuan digital, que estrenaron durante los Juegos Olímpicos en Pekín.

La Unión Europea lleva debatiendo, desde setiembre de 2020, un Reglamento de la Comisión sobre el mercado de las criptomonedas y, recientemente, ante el desplazamiento hacia estas monedas provocado por el resurgir de la inflación, todas las autoridades europeas de vigilancia y supervisión acaban de sacar un comunicado previniendo de su uso a la gente, presentándolas, casi, como el timo de la estampita.

Sin embargo, el fenómeno es imparable. La tecnología ‘blockchain’ de las criptomonedas está creando nuevos activos financieros y potenciando nuevas maneras de intermediación financiera, impulsando a la llamada ‘fintech’, o banca digital. Su aceptación generalizada cuestiona el papel de los Bancos Centrales, la necesidad de una política monetaria e, incluso, el de la propia banca tradicional. Preparémonos para el euro digital.

El precio de la libertad

Más allá del retroceso estimado en el crecimiento y del aumento en los precios, la guerra de Ucrania está conduciendo a un nuevo escenario mundial definido por una aguda desglobalización y un salto adelante en un modelo energético más sostenible, menos dependiente de materias fósiles. A diferencia de lo ocurrido cuando la ocupación rusa de Crimea en 2014, Occidente ha decidido dar la batalla en favor de Ucrania y pararle los pies al dictador Putin. Como dijo el presidente Zelenski ante el Parlamento Europeo, los ucranianos están dando la batalla por la libertad de que gozamos en Europa.

No perdamos de vista esta importante dimensión ética y de valores, en el actual momento mundial post pandemia. En pleno auge de las potencias autocráticas y de los populismos, defender nuestras democracias se ha convertido en una exigencia. Porque la libertad, tiene un precio. Cuidémosla.

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