Menos flota y tirón industrial

Galicia tiene que importar tanto pescado como el que faena

Las capturas de buques de bandera española caen a niveles de hace 65 años, antes de la proliferación masiva de congeladores

La lonja de O Berbés de Vigo a lo largo de los años: desde 2019 a 1980.

La lonja de O Berbés de Vigo a lo largo de los años: desde 2019 a 1980. / A. OTERO / A. VILLAR / J. DE ARCOS / P. MARTÍNEZ / M. NÚÑEZ

Lara Graña

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La irrupción de los procesos de congelación de pescado en alta mar tiene un nombre propio, una fecha y una consecuencia. El nombre es el de Pescanova SA, pionera mundial en su desarrollo con la construcción, en 1961, del pesquero 'Lemos'. Ensamblado en la ría de Vigo, en la antigua Astilleros y Construcciones (Ascón), pudo realizar una expedición al Cono Sur, desde donde llegó a Vigo colmado de merluza austral. Supuso, y esta es la consecuencia, una revolución total en la industria pesquera, en su fase extractiva –enseguida se introdujo el arrastre por popa–, de conservación y comercialización. En el ejercicio en que empezó a operar el 'Lemos', de 52 metros de eslora, la flota española registró capturas de 962.820 toneladas. Hoy se faena menos. Como constatan los datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), España –principalmente Galicia– ha registrado ahora el menor volumen de capturas desde el año 1956: fueron 798.400 toneladas. Una realidad con múltiples aristas pero que coincide con la mayor dependencia exterior de materia prima con base de proteína marina. La flota gallega faena cada vez menos porque es cada vez más pequeña, y la industria procesa cada vez más porque no deja de crecer. La comunidad importa ya casi tanto pescado como el que captura a lo largo de todo un año.

Hay tres claves que explican la progresiva pérdida de masa crítica de la flota extractiva gallega. En primer lugar, la extensiva proliferación de las sociedades mixtas, a finales de los años ochenta, y la entrada de España en la antigua Comunidad Económica Europea (CEE) en 1986. Los 1,21 millones de toneladas de capturas que se declararon en 1985 no han vuelto a computarse. En segunda instancia, las iniciativas de Bruselas hacia una progresiva disminución del esfuerzo pesquero, junto al hecho de que nunca ha querido modificar los criterios de reparto de cuotas. Los mismos que primaron, desde los comienzos de la política pesquera comunitaria, a un pequeño grupo de países: Francia, Reino Unido, Bélgica, Países Bajos, Dinamarca y (entonces) República Federal de Alemania. Por último, la progresiva exportación de buques a sociedades filiales –más de medio centenar en la última década, como analizó FARO DE VIGO, medio que pertenece al mismo grupo editorial que este diario– para operar en otros caladeros, tanto por el inmovilismo de la Comisión Europea como por un crecimiento exponencial de la industria transformadora. Y a costa, sobre todo, de arrastreros que operaban en Gran Sol o en el Cantábrico.

La capacidad productiva en origen y la verticalización de los procesos son cruciales en todos los sectores para garantizarse materia prima y reducir las fluctuaciones de precios en el mercado. Es lo que ha llevado a las grandes operadoras gallegas de la industria a emprender este proceso de expansión en Argentina, Marruecos, Mauritania, Namibia, Sudáfrica o Irlanda. Con unidades de pabellón extranjero, claro, de ahí que la flota española no deje de menguar (aunque sus intereses y propiedad sí lo sean). La menor dependencia de terceros es lo que llevó a la viguesa Profand, segunda mayor compañía pesquera de España, a adentrarse en el mercado marroquí con la empresa Sofinas, y a que grupos consolidados como Pereira, Fandicosta, Pescapuerta o Iberconsa a hacer lo propio en caladeros africanos o el Cono Sur. ¿El resultado? Que en 2021, y pese a todas las restricciones derivadas del COVID, la presión inflacionaria y las disrupciones en el transporte marítimo, la importación de pescado (congelado o elaborado) superó los 2.830 millones de euros de valor comercial, con 752.000 toneladas.

Y en un contexto cada vez más competitivo, ya que la producción mundial de pesca extractiva también decae. Si en 2018 las flotas globales declararon capturas por más de 84 millones de toneladas, en 2020 –último ejercicio analizado por la FAO– se quedaron en 78,5 millones. Con caladeros esquilmados como el Mar Amarillo, la estrategia de flotas asiáticas como la de China, Corea del Sur o Vietnam se mantiene en los buques de larga distancia, que operan principalmente en aguas internacionales –sin registros ni controles– o bajo acuerdos bilaterales. Pese a todas las complicaciones, y como avanzó FARO DE VIGO, la industria de elaborados gallega –de congelado, refrigerado, precocinados y conservas– cerró el pasado año con récord de ventas en el exterior, por encima de los 2.410 millones de euros. Los precios fueron más elevados, aunque insuficientes para mantener todos los márgenes.

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