Derechos en la nube
Las plataformas digitales, una economía desigual sin clase media
Aunque Youtube, Twitch y TikTok han introducido vías de monetización para pagar a los creadores por su trabajo, solo el 1% más popular puede vivir de ello
Carles Planas Bou
Periodista
Periodista tecnológico entre el mundo digital y la política internacional. Centrado en capitalismo de plataformas, IA, vigilancia y derechos digitales. Excorresponsal en Berlín durante más de cuatro años, cubrió los gobiernos de Merkel, la crisis de los refugiados y el auge de la extrema derecha. También ha trabajado en Europa Central y en Canadá. Graduado en Periodismo por la URL y máster en Relaciones Internacionales por la UAB. Ha colaborado con TV3, TVE, Deutsche Welle, Catalunya Ràdio, El Orden Mundial o El Salto.
Ser ‘influencer’ de mayor es ya una de las profesiones con las que sueñan los niños. Y no es de extrañar, teniendo en cuenta que sus referentes están cada vez más lejos de la tele y más en Youtube, TikTok o Twitch. Sin embargo, para la inmensa mayoría ese sueño se quedará solo en eso, pues el modelo económico alumbrado por las plataformas sigue siendo especialmente desigual y vivir de ellas, un privilegio al alcance del 1% de arriba. "Nunca os dejéis nublar por las cifras que ganamos nosotros, porque eso no es la realidad", remarcaba el famoso ‘streamer’ Ibai Llanos.
En los últimos años, el ecosistema creador se ha convertido en el "tipo de pequeña empresa que más rápido crece", según SignalFire, un ‘boom’ que ha llevado a las plataformas a introducir nuevas vías de monetización como incentivo para retener a sus creadores. Aún así, esos mecanismos de pago son aún insuficientes y “no te permiten tener un nivel de vida mínimo”, explica Janira Planes, directora de comunicación de la plataforma Wuolah. “Eso hace que cada vez haya más desigualdad entre creadores”.
¿Qué pagan las plataformas?
Youtube destina un 55% de sus ingresos por publicidad a los creadores, que por cada 1.000 visualizaciones obtienen entre 2,5 y poco más de 4 euros. Para llegar al salario mínimo de 965 euros, un ‘youtuber’ debería generar mensualmente (y sobre el papel) más de medio millón de visualizaciones en contenido adictivo. Hasta septiembre de este año, el gigante propiedad de Alphabet (empresa matriz de Google) ha ingresado 20.212 millones de dólares sólo con anuncios, un récord histórico.
"Yo al mes gano unos 50 euros, para pagar las facturas tengo un empleo de los de toda la vida", cuenta la creadora de contenidos Marta Llanos. A ojos de la Seguridad Social esta joven es la responsable de redes sociales y marketing de una academia de Barcelona; a ojos de sus 8.940 suscriptores es una 'youtuber' que analiza la actualidad a través de vídeos con crítica social y donde trata desde el 'boom' del Juego del Calamar hasta la ausencia de perspectiva de género en un comentario homófobo de Arévalo.
En Twitch, propiedad de Amazon, los ‘streamers’ ganan dinero a través de las suscripciones de sus seguidores (que van de los 4,99 a los 24,99 euros mensuales) y cuanto mayor sea esta mayor será la porción que se queda el creador, que puede oscilar entre el 50 y el 80% de los ingresos. TikTok, por su parte, lanzó un fondo para pagar a los creadores que cumplan con ciertos requisitos, como tener más de 10.000 seguidores, en función de la viralidad de cada vídeo, lo que hace su sistema más ‘democrático’.
Una economía sin clase media
La misión de las plataformas es ganar dinero; recompensar a los creadores es una vía para ese fin. “Es una fina línea, juegan entre dar herramientas de pago para retenerlos y para que no se quejen sin, a su vez, comprometer sus objetivos económicos”, señala Planes. Eso no significa que funcione. Zach King, uno de los creadores más prolíficos de TikTok con 66,3 millones de seguidores, explicó en un vídeo que tras generar más de dos millones de visualizaciones en una semana la plataforma le había pagado unos 122 dólares, muy lejos de lo equivalente al salario mínimo. “Sin capacidad de negociar, a los creadores solo les queda usar las propias redes para visibilizar la protesta”, apunta Planes, que a pesar de acumular más de 76.000 seguidores en TikTok gana únicamente pocos céntimos.
Es por eso que estudiosos del ecosistema digital como la inversora en capital riesgo Li Jin han insistido en la necesidad de “democratizar las oportunidades” y fomentar el surgimiento de una (ahora inexistente) clase media entre los creadores, incluso promoviendo un salario mínimo. Mientras eso no llega, los creadores, incluso los más influyentes, necesitan buscarse su salario fuera de las plataformas. “Lo que gano en Twitch es solo el 15% de mis ingresos, pero la visibilidad ahí me ayuda a encontrar otros trabajados”, explica el veterano ‘youtuber’ y ‘streamer’ Roc Massaguer, conocido como ‘Outconsumer’. Así, hasta en un 77% de los casos la principal fuente de ingresos proviene de acuerdos publicitarios o de patrocinio con marcas, según datos de Influencer Marketing Hub. Solo un 1% puede permitirse vivir de las suscripciones como el pilar de su modelo económico.
Pero incluso fuera de las plataformas sobrevivir es difícil. Convertidos en clave para la prescripción de marcas, el marketing de ‘influencers’ se ha disparado un 700% en España desde 2018, según Infoadex. Aunque crece la inversión en este tipo de publicidad, los ‘microinfluencers’ –creadores de contenido de nicho con una comunidad de entre 5.000 y 100.000 seguidores— lo tienen más complicado. Un estudio reciente señala que hasta un 62,2% de ellos sienten que no cobran lo suficiente por una profesión que, más que un sueño aspiracional, se ha convertido en una “actividad insostenible”.
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