Mercado laboral
Quemados en el trabajo, pero sin renunciar
Las estadísticas oficiales y los expertos consultados coinciden en que, a diferencia de Estados Unidos o Italia, no se están produciendo dimisiones en masa de trabajadores con contrato indefinido
Problemas como la excesiva temporalidad o querer trabajar más horas de las que ofrece el contrato son preocupaciones más extendidas entre los asalariados

Consultores trabajando hasta altas horas de la noche / Manu Mitru


Gabriel Ubieto
Gabriel UbietoRedactor
Periodista de economía, centrado en el mercado laboral. He crecido como redactor en El Periódico, antes hice prácticas en La Vanguardia y escribí durante seis meses desde Chile para Hemisfèria.cat. Ganador del premio Ramon Barnils (2015) por el reportaje "Els ultres prenen partit".
Lester Burham es un padre de familia estadounidense que cada mañana se anuda su corbata para ir a un trabajo que odia. Hasta que un día, harto de la rutina, de hacer horas extra y de dejarse la piel en tareas intrascendentes, dimite para dar un cambio radical a su vida. 22 años después de que Kevin Spacey diera vida al protagonista de la película Amercian Beauty, miles de trabajadores en el Estados Unidos postcovid están renunciando a sus empleos, en un episodio bautizado como 'The Great Resignation' (La Gran Renuncia). No obstante, y por más que la pandemia ha acentuado los nichos de precariedad en España, el fenómeno ‘Lester Burham’ no está llegando a España. Y es que pese al desgaste derivado de la pandemia y el aumento durante los últimos años de la pobreza laboral, tener trabajo en España sigue siendo mucho mejor alternativa que no tenerlo. Y las barreras para volver a él, una vez se ha salido, son muy elevadas.
En el mercado laboral español casi uno de cada tres trabajadores cobraba menos de 1.324 euros brutos al mes antes del covid. Uno de cada cuatro empleados está con un contrato temporal, sabiendo que en un momento u otro este se terminará. O uno de cada dos empleados con una jornada parcial desearía trabajar a tiempo completo; entre otros. "Mucha gente se encuentra en un círculo vicioso, porque cuanto más precarios son, más ganas tienen de dejar su trabajo, pero menos posibilidades tienen de salir del mismo", apunta el secretario de Treball de CCOO de Catalunya, Ricard Bellera. "¿Tienen alternativa? No, ni si quiera muchos de ellos tienen posibilidad real de formarse para cambiar de trabajo", añade.
Los datos y los expertos consultados para este reportaje así lo avalan: en España los trabajadores indefinidos no abandonan en masa sus puestos. Según datos solicitados al INE, el número de personas que empiezan y acaban el trimestre con un contrato indefinido lleva cinco trimestres consecutivos al alza, concretamente desde que empezó la pandemia. Es decir, los trabajadores fijos no solo no están abandonando sus puestos, sino que se aferran a ellos. En la misma dirección apuntan los datos del Departament de Treball de la Generalitat de Catalunya, según los cuales el número de asalariados con un contrato indefinido que pasan al paro o a la inactividad está en mínimos. En el tercer trimestre de este año, el 95% de los fijos se mantuvieron en sus puestos; un punto por encima que en el mismo periodo del 2019. El salto de uno a otro lado es grande: el riesgo de pobreza entre una persona ocupada es del 15%; frente al 54,7% de un desempleado; según la Encuesta de Condiciones de Vida del INE.
“No vemos que se esté produciendo este fenómeno, pero sí es posible que la pandemia y sus consecuencias hayan provocado un cambio de mentalidad y prioridades en los trabajadores. Sí asistimos a cierto desencuentro entre oferta y demanda en el mercado laboral español, ya sea porque las empresas de determinados sectores no encuentran a profesionales con la experiencia y competencias que demandan o porque hay profesiones que han dejado de ser atractivas para los candidatos por sus condiciones laborales”, comenta la directora de comunicación y estudios de InfoJobs, Mónica Pérez.
"¿Y de qué vivo si renuncio?"
Son varios los argumentos que las fuentes consultadas aducen para explicarlo. Uno de los más directos es que una persona que renuncia voluntariamente a su trabajo no tiene derecho a prestación de paro. Y, según la última Encuesta de Condiciones de Vida del INE, el 44% de los hogares no podría mantener el mismo nivel de vida más de tres meses con los ahorros de los que dispone. Que la movilidad laboral sea bastante más elevada en Estados Unidos que en España también influye.
"En Estados Unidos las tasas de paro son de entorno al 4,6%. La demanda de trabajadores está mucho más tensionada y para los trabajadores es más sencillo entrar y salir del mercado. Aquí [con una tasa del 14,5%], ese fenómeno de la Gran Renuncia no está sucediendo. Podría ocurrir en algunas profesiones TIC, donde ya de antes del covid faltaban trabajadores. Pero no como fenómeno generalizado", explica el director del Adecco Group Institute, Javier Blasco.
"Nuestro mercado laboral no es el norteamericano, para lo bueno y para lo malo. Allí la vinculación con el puesto de trabajo es muy débil y hay una mayor costumbre de ir rotando. E incluso mudarse por motivos laborales. Aquí eso pasa mucho menos y la gente, habitualmente, hasta que no tiene otro trabajo seguro no se va de donde está", apunta el secretario general de Pimec, Josep Ginesta.
Sin que estadísticamente sirva para trazar una tendencia, en los últimos meses sí ha habido episodios en España en la que la quemazón de algunos trabajadores ha aflorado con el covid. Es el caso de grandes expedientes de regulación de empleo (ERE) cerrados en los últimos meses. Donde, ante un elemento aparentemente traumático como un despido, firmas como CaixaBank o El Corte Inglés consiguieron más voluntarios para salir en sus eres que ceses pretendían. Salidas con paro e indemnizaciones, no al vacío si hubieran dimitido como Lester Burham. “El covid ha provocado que mucha gente fuera consciente de que necesitaba parar. Y los que han podido, han aprovechado”, apunta el doctor en psicología y profesor de ciencias de la salud de la UOC, Antoni Baena.
La pandemia ha agudizado la presión y la tensión entre muchos profesionales, algunos ya al límite de sus posibilidades. Según un estudio de este año de la UAB y CCOO, el coronavirus ha disparado el estrés laboral y el 24% de los trabajadores consume habitualmente sedantes. Pero, según corroboran las estadísticas de ocupación, la mayoría de esos vasos todavía no rebosan. Y cuando existe la necesidad de parar, pero no la posibilidad, la consecuencia es el fenómeno del ‘trabajador quemado’. “Tenemos muy enraizada esta idea de ‘al menos tienes trabajo’. Pero a veces no es solo tener trabajo, sino calidad de vida en ese trabajo”, apunta Baena.
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