Crisis energética
El cierre de un gasoducto argelino inquieta a España
La ruptura de relaciones entre Argelia y Marruecos, deja a la Península sin uno de sus conductos de gas argelino
Ricardo Mir de Francia
Periodista
Especialista en política internacional y reportero. Fue corresponsal en Washington durante una década, donde cubrió las presidencias de Obama, Trump y los inicios de Biden. Antes estuvo otros seis años en Oriente Medio. Licenciado en Periodismo por la Pompeu Fabra y con estudios de posgrado en Derecho Internacional, se ocupa actualmente de la guerra en Ucrania. Interesado también en temas de investigación, geopolítica de la energía, cambio climático y economía.
La ruptura de las relaciones diplomáticas entre Argelia y Marruecos ha tenido consecuencias para el sector energético español. Argel anunció a finales de agosto que no renovará uno de los dos gasoductos que transportan gas natural a España. Concretamente el Magreb-Europa (GME), que atraviesa durante 450 kilómetros el territorio marroquí para llegar hasta las costas de Cádiz tras cruzar el Estrecho por vía submarina. El GME dejará de estar operativo a finales de octubre, llevándose consigo los 10.000 millones de metros cúbicos que transportaba de media anual a la Península.
La decisión argelina hizo sonar las alarmas en Madrid. El país norteafricano es de largo su principal suministrador de gas. Aportó en el último año el 45% del suministro español, seguido por Rusia (10.5%), EEUU (9.6%) y Catar (6.4%), según la Corporación de Reservas Estratégicas. Una delegación española encabezada por el ministro de Exteriores viajó a Argel un mes después, donde recibió el compromiso argelino para seguir satisfaciendo la demanda española. Una parte se canalizaría a través del gaseoducto de Megdaz, que está ampliando su capacidad para canalizar hasta 10.000 millones de metros cúbicos anuales; el resto llegaría a través de barcos metaneros en forma de gas natural licuado (GNL).
Ese GNL es más caro que el gas de gasoducto, de modo que los expertos no descartan que los sobrecostes se acaben trasladando a la factura de la luz, aunque niegan que pueda crear desabastecimiento. Y es que el suministro español está muy diversificado, con una quincena de proveedores actuales, y el país cuenta con una de las mayores infraestructuras de recepción de gas de Europa.
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