Crisis

Evergrande, el 'Lehman Brothers' chino

La quiebra del gigante inmobiliario del país asiático amenaza con expandirse al sector financiero global

Oficinas de China Evergrande en Hong Kong

Oficinas de China Evergrande en Hong Kong

Adrián Foncillas

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La prensa relaciona ya a la inmobiliaria Evergrande con los episodios más traumáticos. La debacle de Lehman Brothers, un rescate como el de AIG o el estallido de la burbuja inmobiliaria que Occidente lleva anunciando en China en los últimos 15 años. Su quiebra amenaza a los sectores inmobiliario y financiero nacionales y los más pesimistas hablan de un contagio global por la caída de la demanda de las materias primas. Se da por descontada la intervención del Gobierno, falta saber cuándo y cómo.  

La compañía acumulaba retrasos en los pagos a suministradores y el reciente anuncio de que no podría satisfacer los intereses bancarios la semana próxima desató el pánico. Las imágenes de clientes reclamando la devolución de su dinero en las oficinas certifican su desplome y plantean una pregunta elemental: ¿cómo la segunda inmobiliaria de China se ha convertido en la primera del mundo en deudas en un país que sublima la economía planificada y regularizada?  

El complejo de edificios Evergrande Oasis en Luoyang, una de las cientos de obras sin finalizar de la compañía en problemas

El complejo de edificios Evergrande Oasis en Luoyang, una de las cientos de obras sin finalizar de la compañía en problemas / El Periódico

Evergrande epitomiza el esplendor de un sector que ha cabalgado a lomos del proceso urbanizador y el crecimiento de la clase media. Fue fundada en 1997 en la meridional ciudad de Shenzhen por Xu Jiayin, primera fortuna del país en su día, y hoy cuenta con más de 1.300 proyectos en 280 ciudades chinas, unos 200.000 empleados y 12 millones de clientes. Persigue el “bienestar del pueblo y la prosperidad de la nación con esfuerzos incansables”, aclara su web. Siguió la senda de otras compañías exitosas, expandiéndose a otros sectores como los coches eléctricos, los seguros o el agua embotellada. El conglomerado actual patrocina al equipo de fútbol de Guangzhou, tenaz dominador del campeonato en la última década gracias a los fichajes millonarios, y planea construir el mayor estadio del mundo. 

Modelo de negocio

Su modelo de negocio descansa en las preventas de viviendas sobre plano con las que financia nuevos proyectos. Las dificultades empezaron cuando Pekín aprobó en 2020 nuevas medidas para controlar el endeudamiento masivo y se agudizaron con la crisis del coronavirus que rebajó la pulsión compradora de la población. La bola de nieve alcanza ahora unos pagos a cuenta de 1,5 millones de propiedades, según Bloomberg, y el horizonte es sombrío porque su mediática crisis arruina cualquier expectativa de ventas futuras. El ritmo de construcción que empujaba su expansión sin bridas se ha detenido y la compañía ha perdido más del 80% de su cotización en bolsa en el último año.  

Desde que empezaron sus problemas de liquidez ha intentado desprenderse los negocios paralelos que intensificaron su crisis. Sin ningún resultado, ha admitido. Nadie puja por sus coches eléctricos, que nunca funcionaron, y tampoco ha colocado la icónica torre de Hong Kong que había comprado en 2015 por 1.600 millones de dólares. 

Estoc gigantesco

No se intuye más solución para el cobro de sus deudores que la colocación en el mercado de su gigantesco estoc, lo que arrastrará a la baja el precio del metro cuadrado. Pocos lo ven como una ventaja porque la vivienda en propiedad es un imperativo social y económico en China. La ausencia de coberturas sociales amplias y la volatilidad de la bolsa han empujado a los chinos al mercado inmobiliario como única vía de inversión con la certeza de que sus precios nunca bajan. Lo que asoma, pues, es la caída del valor de los ahorros nacionales en ladrillo, y no hay otro gobierno en el mundo tan temeroso del descontento social como el chino. 

Evergrande desnuda los riesgos del modelo, señala Alicia García-Herrero, economista jefe para Asia Pacífico de Natixis. “El regulador había tomado algunas medidas pero no iba muy lejos porque el crecimiento económico dependía de la construcción constante y no podía cerrar las vías de financiación”, explica. Las implicaciones son evidentes para un sector que supone más del 7% del PIB y el 17% si añadimos las industrias relacionadas. La contribución de la construcción al PIB es similar al de España, señala la experta, pero el volumen de activos cotizados alcanza un exorbitante 20% en China. La experta duda de que la debacle devaste el sector financiero. “Los reguladores no les permiten emitir deuda local sino offshore, por eso buena parte está en Hong Kong, y les prohibía recibir la financiación de los bancos grandes estatales y sistémicos. Estos están poco expuestos, pero sí podrán sufrir los bancos más pequeños a los que las inmobiliarias recurren a la desesperada”.  

La solución más probable para por desmenuzar el conglomerado y colocarlo a potentes compañías que asuman de forma solidaria el desastre. La prensa nacional se refiere a Evergrande como un “masivo agujero negro” que ninguna inyección de fondos puede solventar.  

La problemática es compleja, asume Stanley Rosen, profesor de Ciencia Política en el Instituto Estados Unidos-China de la Universidad de South Carolina. “Primero, porque muchos de los que protestan piensan que el Gobierno les animó a comprar y creyeron que sus inversiones eran seguras. Segundo, porque no sólo les afecta a ellos sino a muchos contratistas e intermediarios del sector”. Subraya Rosen la discordancia entre la voluntad gubernamental de asear el mercado y la necesidad de que crezca. “El sector parece el salvaje oeste, con apartamentos que se venden antes de construirse y ese dinero empleado en nuevas propiedades. Es parecido a una estructura Ponzi. El Gobierno tienen que hacer algo pero no sabemos cómo salvará a Evergrande ni cómo demostrará su voluntad de dominar este mercado especulativo”. 

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