Tributación
Ruido y nueces con el impuesto mínimo global
Los expertos alaban el acuerdo para un gravamen mínimo global para multinacionales, pero dudan de que se aplique a corto plazo
Agustí Sala
Redactor jefe de Economía
Además de El Periódico, trabajé de 1989 a 1990 en La Economía 16, como responsable de Economía en el Diari de Barcelona, de 1989 a 1990; en la sección de Economía de TVE Catalunya de 1987 a 1989, en Antena 3 de Radio, de 1985 a 1987 y en el Diari Menorca, de 1983 a 1985 y Radio 80-Menorca. Además la licenciatura en Ciencias de la Información por la Universitat Autònoma de Barcelona (1992-1986), tengo un posgrado en dirección general (PDG) 2011-2012y un curso de Márketing Digital y Redes Sociales por la EAE Business School
Agustí Sala
En el siglo XVI, William Shakespeare escribió la comedia romántica 'Much ado about nothing', traducida en España como 'Mucho ruido y pocas nueces'. Y algunos expertos en fiscalidad recurren a ese título, que además es un dicho popular para hablar del impuesto mínimo global a las multinacionales acordado por los ministros de Economía de los países más ricos, el G-7, hace unos días. "Es un primer paso de carácter político", que ya es mucho, afirma José María Duran-Cabré, director del Institut d'Economia de Barcleona (IEB). Pero está por ver cómo se concreta a nivel técnico el pacto, que muchas economías, empezando por EEUU, necesitan para aumentar la recaudación para paliar los efectos de la crisis del covid, advierte.
En todo caso el objetivo sería captar una parte del 40% de los beneficios de las multinacionales en el exterior que recalan en paraísos fiscales. Eso, según la OCDE, se traduce en más de 200.000 millones de euros anuales es una pequeña porción del PIB mundial, pero mucho dinero que los países no pueden destinar a hospitales, escuelas o carreteras.
Inmediatamente se le dio al pacto el carácter de "histórico". En cierta medida lo es, porque además supone el regreso de los EEUU de Joe Biden a la multilateralidad abandonada por su antecesor, Donald Trump, que a su vez está necesitado de recursos para su billonario plan de infraestructuras para superar la crisis del covid. Y lo mismo sucede con otras grandes economías. En todo caso, en el contexto actual como elemento favorecedor destaca el hecho de que "la presión es muy alta, no solo por parte de los gobiernos y administraciones sino por parte de las empresas que pagan más impuestos", apunta Duran-Cabré.
Pero también hay perdedores que se resistirán, además de las grandes tecnológicas y los paraísos fiscales tradicionales. Son países como Holanda o Irlanda y otros que han propiciado los acuerdos fiscales a medida ('tax rulings') de los que se han beneficiado multinacionales, y que les han permitido atraer inversión a base de gravar muy ligeramente a gigantes tecnológicos como Apple, Google, Facebook o Amazon.
Jordi Andreu, profesor de OBS Business School, no tiene claro que se pueda diseñar una arquitectura que evite que estas compañías puedan eludir el pago de impuestos a través de territorios que opten por seguir atrayendo capital mediante baja o nula tributación. "Es un acuerdo muy vago. Sabemos que se habla de un tipo mínimo del 15%, pero no sabemos cómo se calculará o cómo se aplicará en las legislaciones nacionales", afirma. Seguramente los departamento tributarios de estas compañías encontrarán la manera de aligerar la factura fiscal.
Y después del G-7 vendrá el G-20 y después la OCDE y el total de 140 estados que forman parte del proyecto BEPS (por su siglas en inglés, que significa 'Erosión de la base imponible y traslado de beneficios'), creado en 2013 para combatir las prácticas de elusión fiscal internacional. El camino para gravar más a estas compañías será largo.
Y ya hay países que están preparando estrategias para paliar los efectos de este futuro gravamen. Varios cantones suizos estudian incentivos para seguir siendo competitivos para atraer capital, porque 18 de los 26 existentes cuentan con impuestos sobre los beneficios inferiores al 15%, según el 'Financial Times'. Será preciso un gran esfuerzo para que no suceda como con la refundación del capitalismo que auguró el que era presidente francés, Nicolas Sarkozy, en plena crisis financiera de 2008. Una vez que empezó a amainar el temporal la idea se fue olvidando... hasta hoy.
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