Jubilación
Las 5 claves del 'Plan Escrivá' para las pensiones
La propuesta del Gobierno para reformar el sistema de pensiones pasa por dar premios a quien alargue voluntariamente su vida laboral, así como penalizar más a quien quiera retirarse antes
Un modelo que ha sido criticado porque puede beneficiar más a aquellos profesionales difícilmente sustituibles, en detrimento de los más precarios

El ministro de Inclusión, José Luís Escrivá / J. Hellín


Gabriel Ubieto
Gabriel UbietoRedactor
Periodista de economía, centrado en el mercado laboral. He crecido como redactor en El Periódico, antes hice prácticas en La Vanguardia y escribí durante seis meses desde Chile para Hemisfèria.cat. Ganador del premio Ramon Barnils (2015) por el reportaje "Els ultres prenen partit".
El Gobierno ya ha hecho público su plan para reformular el sistema de las pensiones. Pilotado por el ministro de Inclusión, José Luís Escrivá, este aún no es definitivo y puede ser objeto de cambios, pues carece del apoyo de los agentes sociales y de una mayoría en el Congreso. Los grandes pilares del nuevo modelo se basan en incentivos para trabajar más, de forma voluntaria. También penalizaciones para aquellos que pretendan retirarse temprano. Y todo ello dibuja un esquema que puede tender a beneficiar a aquellos trabajadores más altamente cualificados y difícilmente sustituibles, en detrimento de aquellos que llegan más apurados a sus últimos años de carrera profesional.
Las pensiones se revalorizarán en función del IPC del año anterior. Y, cuando al ejercicio siguiente, el INE ya disponga de la inflación confirmada, el Ejecutivo puede introducir alguna corrección si la inflación hubiese sido negativa. Es decir, el Gobierno moderará en años posteriores las subidas para compensar el poder adquisitivo que puedan haber ganado los pensionistas en el año precedente si la economía hubiera estado en deflación. Las pensiones mínimas quedan excluidas de esa fórmula de compensación.
El Plan Escrivá pretende, por la vía de los premios, tentar a los trabajadores en activo a que alarguen su vida laboral. Para ello contempla dos vías. Una es la de otorgar un 4% más de pensión para toda la vida por cada año que el trabajador decida posponer su retiro. Y la otra, algo más vistosa, es un pago único de entre 4.786 euros y 12.000 euros por cada año de demora en el momento del retiro. No obstante, sería bastante más común la primera cifra que la segunda, pues solo el 3,6% de los actuales pensionistas podrían haber accedido al cobro de esos 12.000 euros si hubieran alargado sus carreras. Frente al 42,5% de los actuales pensionistas, que perciben menos de 700 euros de prestación y que les tocaría un cheque de 4.786 y 5.264 euros, dependiendo del número de años cotizados.
En paralelo a los incentivos a la jubilación voluntaria demorada, el Ministerio de Inclusión pretende penalizar el retiro temprano por el que opten por propia iniciativa aquellos trabajadores que todavía no cumplan con la edad mínima de jubilación. Y la vía quiere que sea aumentar los coeficientes reductores de la futura pensión; hasta el 30% en el caso de las carreras de menos de 38 años. De momento, de este planteamiento quedarían excluidos aquellos empleados jubilados de manera forzosa.
Actualmente hay convenios colectivos que incorporan cláusulas que obligan a un trabajador a jubilarse una vez supera determinada edad. Esto es algo con lo que Escrivá pretende acabar por ley. Y como complemento, también quiere frenar otro recurso que algunos trabajadores utilizan para retirarse de manera anticipada: la jubilación parcial. Y es que el Ejecutivo sostiene que los trabajadores compactan su jornada y se retiran antes, en vez de trabajar menos durante sus últimos años. Para ello, Escrivá quiere limitar la concentración de jornada a no más del 60% en el primer año.
Las primeras críticas que ha despertado el ‘Plan Escrivá’ para reformular las pensiones es que no es un planteamiento que vaya a afectar a todos los trabajadores por igual. Las voces críticas ven un sesgo clasista en el planteamiento del ministro, pues interpretan que aquellos profesionales dedicados a oficios menos físicos y más difícilmente sustituibles por las empresas podrán beneficiarse en mayor medida de esas tentaciones al retiro tardío. Pues aquellos que estén empleados en gremios más penosos, por un desgaste acumulado, pueden tener más complicado llegar con las fuerzas y salud suficientes para poder plantearse alargar uno o dos años su vida laboral.
Otro argumento contrario es que estos incentivos pueden suponer un tapón para las generaciones más jóvenes a la hora de facilitar vacantes disponibles. Sobre este último punto, no obstante, existe abundante literatura económica que apunta a que los trabajadores sénior no son competidores de los jóvenes, pues ofrecen aptitudes y perfiles diferentes, sino que son complementarios. Y que aquellos países que consiguen mantener a más gente más años trabajando, también son capaces de ofrecer más oportunidades a los más jóvenes.
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