Mercado laboral

Las subcontratas: el nudo gordiano de la reforma laboral y el eslabón más débil ante el covid

La modificación de las condiciones de subcontratación se presenta como el punto de mayor disenso entre el Gobierno, la patronal y los sindicatos para derogar parte de la reforma laboral del PP

Menores salarios, menores indemnizaciones en los despidos y más poder de las empresas para imponer sus condiciones son las desventajas de este formato que denuncian los trabajadores

La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, y el presidente de CEOE, Antonio Garamendi.

La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, y el presidente de CEOE, Antonio Garamendi. / Europa Press

Gabriel Ubieto

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La cadena de cierres de empresas y la ola de eres que está dejando la crisis del coronavirus arrecia, aunque no todos los eslabones aguantan igual los martillazos. No sufre igual los estragos de la pandemia la Seat que una de las pequeñas empresas que le llevan los controles de calidad. No sufre igual un hotel, sellado a cal y canto desde hace meses, que las camareras de piso que limpiaban sus habitaciones cuando estas estaban llenas de turistas. No sufre igual una gran superficie, clausurada durante meses por las restricciones, que los vigilantes de seguridad que guardan su recinto.

Menores salarios, menores indemnizaciones en los despidos y más flexibilidad para la empresa a la hora de decidir las entradas y salidas. Esta es la fotografía que suele dejar la comparativa entre un empleado de la empresa principal y uno de la subcontratada, muchas veces por realizar funciones similares. Este es uno de los focos de desigualdad en el mercado laboral sobre el que el Gobierno, patronal y sindicatos empiezan a negociar dentro de esa contrarreforma laboral a la que aspira la nueva vicepresidenta del Gobierno, Yolanda Díaz. Y se presenta como el nudo gordiano de las negociaciones, pues los empresarios rechazan modificar cualquier cuestión en esta línea, aduciendo el actual contexto de crisis económica.

La diferencia de estar dentro o fuera

Carmen Crespo, camarera de piso subcontratada y afiliada al sindicato Las Kellys.

Carmen Crespo, camarera de piso subcontratada y afiliada al sindicato Las Kellys. / Álvaro Monge

Antes de la pandemia, la diferencia entre estar en la empresa principal o en una subcontrata para una camarera de piso era de 500 euros. Que partiendo del salario mínimo es una diferencia abultada. Tras el covid, estar dentro o fuera puede marcar la diferencia entre tener acceso a un sustento mínimo o quedarse sin nada. Así lo explica Carmen Crespo, camarera de piso del sector hotelero que, ante la pandemia, ha reducido a la mínima expresión su actividad. “Dentro de lo que cabe, yo soy una privilegiada”, afirma, entre la angustia y la indignación. 

Una ‘privilegiada’ porque ella es de las pocas compañeras de una subcontrata que sí está en erte, pues la tónica dominante en hoteles que están cerrados ha sido el despido de las ‘kellys’. Una ‘privilegiada’ que con el contrato de 16 horas que tiene y el salario mínimo que gana le tocan poco más de 300 euros de prestación de paro. Una ‘privilegiada’ porque no tiene que pagar alquiler -vive con su pareja en casa de propiedad- y no vive con miedo a ser desahuciada, como muchas de sus compañeras, tal como comparten en las reuniones del sindicato de Las Kellys

Ahora los empresarios se quejan y piden ayudas. ¿Dónde está todo el dinero que han ganado estos años?

“Muchas las echaron cuando cancelaron el Mobile [del 2020] y no las han vuelto a contratar”, explica. “Ahora todos los empresarios se quejan y piden ayudas. ¿Dónde está todo el dinero que han ganado estos años? Porque nosotras por limpiar una habitación de 300 euros no cobrábamos ni 2 euros”, denuncia. Carmen sobrevive de limpiar escaleras en otra empresa, de la que saca 400 euros. Desde que volvió a entrar en erte a finales de año, todavía no ha cobrado su prestación. “Tengo que hacer más que malabares para sobrevivir”, cuenta. “No confío nada en que vayan a derogar la reforma laboral, llevo tantos años oyéndolo”, añade. 

Las empresas multiservicios, que prestan distintos perfiles a otras compañías -desde camareras de piso a vigilantes de seguridad-, están en el punto de mira de esa reforma de la subcontratación. Durante el ‘mientrastanto’, sus trabajadores están pendientes de si habrá empresa o una persiana cerrada cuando acaben las restricciones. “Estamos pendientes de qué vuelve a abrir y qué no. Si donde antes había dos vigilantes ahora solo ponen uno… Si hay cierres, se traducirá en despidos”, explica el responsable de seguridad privada de UGT de Catalunya, Juan Antonio Ramos

Una práctica transversal: De las Kellys al auto

Edgar Alonso, ex empleado de una subcontrata de Seat.

Edgar Alonso, ex empleado de una subcontrata de Seat. / Robert Ramos

Edgar Alonso trabaja hasta hace poco en las instalaciones de Seat en Zona Franca, codo con codo con los operarios de Seat, pero no estaba empleado por Seat. “A los trabajadores de la subcontrata nos ponen un mono distinto”, cuenta. Hasta octubre realizaba tareas de control de calidad, principalmente en el lanzamiento de nuevos modelos, pero también de los ya existentes. Hasta que el volumen de trabajo bajó y la subcontrata para la que trabajaba le notificó por burofax su despido. “Yo he llegado a ir en representación del departamento donde trabajaba a reuniones de equipo con gente de Seat, siendo externo”, afirma. “Ahora la faena que he dejado de hacer la hace el personal de Seat”, añade.

El trabajador de Seat que ahora hace mi faena cobra el doble

En la subcontrata donde estaba empleado tenía un tope salarial de 27.000 euros, mientras el cargo equivalente en Seat percibe cerca del doble al año, sin contar con las pagas por producción (en el 2020 fue de 1.550 euros), posibilidad de más horas extras o más días festivos; insiste Edgar. Este joven de 30 años está pendiente de juicio, fijado para este abril, para pedir la nulidad del cese y denunciar por cesión ilegal de trabajadores, ya que entiende que debiera ser parte de la plantilla de Seat. Mientras tanto, se ha quedado en la calle con la indemnización mínima por ley, de 20 días por año trabajado. 

Empresas fragmentadas

La fragmentación del tejido productivo ha sido una de las tendencias que se han ido imponiendo en las últimas décadas. Y que suele dejar un collage con muchas diferencias ante las bajadas de producción o directamente el cierre de una planta. Esto es algo que se está viendo entre los 17.000 trabajadores empleados en los distintos satélites de Nissan, pendiente de echar el cierre definitivo el 31 de diciembre de este año, están notando. Los trabajadores auxiliares de Acciona o los de limpieza o mantenimiento de ISS han conseguido pactar salidas con indemnizaciones por encima de los 50 días por año trabajado. Otros, como los de la cantina de la fábrica de Zona Franca, gestionada por Tecnove, están en huelga indefinida ante la falta de avances en la negociación y el temor de salir con pagas cercanas a los 20 días.

La reforma de la subcontratación promete ser uno de los puntos calientes en las mesas de diálogo social que mantiene Trabajo, patronal y sindicatos. La CEOE ya ha manifestado que este tema no quiere ni tocarlo, algo en lo que ha recibido el apoyo de la vicepresidenta económica, Nadia Calviño. Díaz parte de posiciones más cercanas a las de CCOO y UGT y tiene como aval el hecho de que la reforma de la subcontratación es uno de los puntos de la agenda legislativa remitida a Bruselas y ligada a la llegada de los fondos europeos.

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