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Los rostros tras los ertes y despidos del covid

Leila entró en abril en erte y ya no se reincorporó a su empleo. La empresa donde trabajaba cerró y este 2021 se ve obligada a volver a empezar

Carmen recuerda como varios de sus compañeros fueron despedidos en la anterior crisis y espera que los ertes eviten repetir el mismo guion

Rostros tras los despidos

Rostros tras los despidos / Marc Vila

Gabriel Ubieto

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El 2020, el primer año covid, ha abierto una de las mayores crisis económicas de la historia reciente. El funesto 2020 acaba, pero tras de sí deja un primer reguero de despidos y eres, con una cifra de 3,8 millones de parados que amenaza con seguir creciendo. Y el 2021 arranca repleto de incertidumbres, con 755.000 trabajadores en erte que esperan volver al trabajo. Cifras detrás de las cuáles hay nombres e historias que van mucho más allá de lo que puede mostrar la estadística.

Leila: "Este 2021 me toca volver a empezar"

Leila

Leila, despedida hace un mes tras el cierre de la empresa donde trabajaba. / Marc Vila

Leila entró en erte en el mes de abril y no ha vuelto a reincorporase a su empresa. De un primer erte saltó a un segundo y de ahí al ere, explica esta joven de 31 años. Al otro lado del teléfono se oyen sus dos hijos corretear por casa, apurando los últimos días de vacaciones antes de volver al colegio. “Cuando empiecen las clases me pondré a buscar trabajo. Este 2021 me toca volver a empezar”, cuenta Leila.

Esta joven trabajaba hasta hace nada en Arytza, una multinacional agroalimentaria con actividad en los cinco continentes y especializada en la fabricación de pan y productos similares para grandes cadenas, principalmente de supermercados. Un sector que no ha visto disminuir sus ventas durante esta pandemia. “Ya antes no iba muy bien la cosa y han aprovechado el virus como excusa para cerrar”, opina Leila. Como esta joven oficial de primera, un total de 6.930 trabajadores han sido despedidos en Catalunya por un ere este 2020; la cifra más alta desde el 2013. Y las perspectivas para este 2021, cuando para muchas empresas acogidas a un erte finaliza el veto a los ceses, no son mejores.

Hace 10 años entró como temporal en la compañía y tras ir encadenando contratos y cubriendo bajas hace cuatro años consiguió quedarse como indefinida. Una tranquilidad que ha perdido este 2020. En su casa se han tenido que ajusta el cinturón, pues tanto Leila como su marido han pasado por un erte y “no es lo mismo que el sueldo”, apunta. Tampoco llegó puntual y tuvieron que pedir moratorias para pagar la hipoteca del piso y los dos coches que emplean para ir a trabajar.

Leila trata de ponerle al mal tiempo, buena cara. “No se todavía por donde voy a mirar, a lo mejor le doy un vuelco a todo”, cuenta esta oficial de primera. “Intento ser optimista, aunque la cosa está difícil. El virus ha hecho mucho daño, pero quiero pensar que soy joven y por suerte tengo paro y puedo aguantar un tiempo mientras voy buscando”, reflexiona.

Carmen: "Mientras estemos en erte estoy tranquila, luego no se qué pasará"

Carmen

Carmen, actualmente en el segundo erte desde que comenzó la pandemia. / Marc Vila

Carmen, empleada en una empresa textil de la provincia de Barcelona desde hace dos décadas, ha entrado hace poco en su segundo erte en esta pandemia. Al primero de marzo, provocado por el confinamiento más estricto y que se alargó hasta agosto, le ha seguido otro en noviembre por una caída de la producción y a tiempo parcial. La compañía donde trabaja Carmen está especializada en proveer a grandes marcas y sufre las consecuencias de las restricciones y cierres intermitente de comercios y grandes superficies de los últimos meses.

El anuncio de ese segundo erte lo recibió Carmen y el resto de la plantilla con nerviosismo, tanto por el mal síntoma empresarial que ello implica, como por la perspectiva de quedarse sin ingresos durante algunos meses. Pues en esta empresa textil sufrieron el colapso del SEPE durante el primer confinamiento y no cobraron sus prestaciones hasta pasados tres meses. Carmen pudo tirar con los ahorros que le permite su sueldo de 1.200 euros. "Muchos compañeros lo pasaron muy mal, tuvieron que pedir moratorias de la hipoteca o de los recibos…", explica la también presidenta del comité de empresa y delegada de la USOC.

La desescalada de verano fue una suerte de espejismo, en el que volvió a subir la faena y Carmen y sus compañeros pensaban que no volverían hablar de las siglas erte. Ahora han vuelto a ellas, aunque esas cuatro palabras son de las pocas certidumbres a las que pueden agarrarse estos días, en los que periódicos y telediarios abren con nuevas restricciones y una tercera ola de contagios que recorre toda Europa.

Como Carmen acabaron el 2020 un total de 755.624 trabajadores suspendidos, asidos a un expediente que obliga a las empresas a no poder despedir durante un periodo de seis meses si quiere poder disponer de las ayudas públicas. Un dique de contención en el que el Gobierno ha invertido 21.000 millones de euros, entre prestaciones y ayudas a las empresas; una cifra sin precedentes.

"Ves como están las cosas y te preguntas si la empresa podrá aguantar o no, si perderás el empleo…", cuenta. Carmen echa la vista atrás y piensa en la crisis financiera que comenzó en el 2008 y cómo varios de sus compañeros con más antigüedad fueron despedidos. "Hasta el 30 de junio tenemos pactado un erte y estoy tranquila, luego ya no sé que pasará", reflexiona.

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