Entrevista

"¿Qué es lo mínimo que deberíamos tener para sentirnos futbolistas?"

Ainhoa Tirapu fue una de las artífices del primer convenio colectivo de la primera división del futbol femenino

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Gabriel Ubieto

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Visten de corto, patean un balón, deben estar en forma para recorrerse durante 90 minutos el terreno de juego y entrenan varios días a la semana para conseguirlo. Pocas diferencias hay en cuanto a desempeño laboral entre un futbolista profesional y una futbolista profesional, aunque a nivel de condiciones económicas les separa un mundo. "¿Qué es lo mínimo que deberíamos tener para sentirnos futbolistas? Ahí es donde arrancamos, por la 'Igualdad de derechos', recuerda al otro lado del teléfono Ainhoa Tirapu, vicepresidenta del Comité de Fútbol Femenino del sindicato AFE, ex portera del Athletic de Bilabo y una de las artífices del primer convenio profesional del futbol femenino.

Este agosto, en plena pandemia y tras meses de negociaciones (con huelga mediante), el Boletín Oficial del Estado (BOE) publicó el primer convenio de futbol profesional femenino. En este, entre otras muchas cosas, se establecía el salario mínimo que debía percibir una futbolista de primera división: 16.000 euros al año; diez veces menos que el fijado (en otro convenio) para un futbolista profesional del masculina, que es de 160.000 euros al año. Al margen de las cuantías multimillonarias que mueven los clubes de primera división masculina, que les permiten sostener las cuantías salariales que cobran los Messi, Hazard o Joao Félix de cada equipo; los salarios mínimos entre hombres y mujeres parten de realidades muy diferentes.

El salario mínimo de una futbolista es 10 veces menor que el de un futbolista del masculino

A igual trabajo, no se remunera mínimamente a igual valor. No obstante, el primer paso de un largo camino hacia la paridad en el futbol no lo guió tanto el salario, sino todo lo que lo envuelve. "Para nosotras no era tan importante el dinero, que también, sino a la jornada. Cuando estás hipotecando tu vida laboral hay cosas que hay que atar, como la cotización. 5 años jugando a fútbol no pueden contar como uno porque estoy dada de alta 10 horas a la semana. Íbamos más a los derechos", explica Tirapu.

Del frío de Canadá a los focos del Congreso

Tirapu recuerda que el embrión de ese convenio nació en el Mundial de Canadá, en el 2015. El primer mundial al que se clasificaba la selección española. "Tuve que gastar mis vacaciones y pedir un permiso no retribuido de 15 días. Yo en aquel momento tenía media jornada, con otro trabajo y tenía que compaginarlo. En el extranjero la realidad era otra y muchas jugadoras se marchaban fuera para tener esa profesionalidad", explica. En febrero del 2020 se firmaba en el Congreso ese primer convenio colectivo.

La profesionalización de sus condiciones fue el primer objetivo que se marcaron las futbolistas. Y es que la negociación del primer convenio tenía la vista puesta más en el día después, ya cuando una futbolista cuelga las botas y tiene que plantear su día a día lejos del césped.

"Si tuviéramos un salario mínimo como el que tienen los futbolistas de primera a lo mejor no tendríamos que pensar tanto en el futuro, sino en invertir bien el dinero. Pero esa no es nuestra realidad. Poner el objetivo en lo que tienen los chicos era utópico y eso nos hubiera hecho perder. Porque hubiéramos estado diez años peleándonos sin conseguir un mínimo”, apunta. "Yo ni pensé que llegaría a vivir del futbol y lo hice durante los tres últimos años de mi carrera. Las generaciones que vienen ahora ya llegan con un contrato profesional desde el B. Ese es el camino", afirma.

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