Protección social

Medio millón de parados sin ingresos esperan un salvavidas

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Gabriel Ubieto

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Más de medio millón de parados espera desde hace ya meses el subsidio extraordinario anunciado por el Gobierno para aquellos que han agotado su prestación durante la pandemia. Y es que el mazazo que ha supuesto el coronavirus sobre el mercado de trabajo agrava las dificultades para encontrar un nuevo empleo y las facturas a final de mes siguen llegando. La crisis, pese a la incipiente recuperación, avanza y los ingresos entre estos colectivos menguan día a día. Hasta el punto que uno de cada tres desempleados reconoce que acumula retrasos en el pago de sus facturas; según revela un reciente informe de Eurofound.

A finales de agosto trascendió que el Ministerio de Trabajo y los agentes sociales ultimaban un nuevo subsidio extraordinario para 550.000 desempleados en todo el país. Una ayuda de emergencia de 430 euros por persona a percibir durante un periodo de tres meses, según los detalles del último borrador. De hecho, el Gobierno asumió como propio el compromiso de buscar "posibles soluciones al consumo durante el estado de alarma de las prestaciones y subsidios por desempleo de personas no afectadas por expedientes de regulación temporal de empleo"; según reza el documento de la tercera prórroga de los ertes.

Una vez cerradas las conversaciones, con consenso, para la cuarta prórroga de los ertes, el Ministerio de Trabajo se propone desatascar este nuevo subsidio. Las previsiones del equipo de Díaz es poder reanudar las conversaciones antes de acabar el mes de octubre. El coste del mismo para el erario público ha sido uno de los principales obstáculos hasta ahora, pues en el fondo de la cuestión no hay grandes disensos entre Ejecutivo, patronal y sindicatos. Este rondaría 900 millones de euros, según fuentes presentes en las conversaciones. Dicha medida vendría a ser una nueva escama del escudo social, dispuesta para cubrir el hueco entre los ertes, a los que estos parados no tienen derecho, y el nuevo Ingreso Mínimo Vital, con un atasco en la gestión.

"Toda ayuda viene bien, pero yo lo que quiero es trabajar"

Miguel Ángel Martínez cumplió hace apenas dos semanas dos años sin trabajo y este final de mes el SEPE no le ingresará ninguna prestación. Llegó a la pandemia sin empleo y durante la misma agotó su prestación. El último trabajo de este barcelonés de 44 años era en una ludoteca y antes venía de varios empleos en el sector sociocultural y recreativo. Una depresión le obligó a dejar su empleo y la caída de ingresos le forzó a dejar su piso y volver a vivir con su madre. "Toda ayuda viene bien, pero si a mi durante tres meses me pagan 430 euros y luego se acaba esa ayuda no me arregla nada. Yo lo que quiero es trabajar. Sentirme útil", afirma. "¿Han necesitado siete, ocho meses para simplemente para estos 430 euros durante tres meses?. ¿Por tres meses se están comiendo la cabeza? Esto ya lo tendrían que haber arreglado hace tiempo", añade.

"¿Por tres meses de ayuda se están comiendo la cabeza? Ya tendría que estar arreglado"

Miguel Ángel Martínez

— Trabajador sociocultural en paro

La prestación de paro se le ha agotado, no así la actitud y las ganas de trabajar. Lleva más de un año intentando reengancharse al mercado, con la ayuda de Barcelona Activa, y la crisis económica que ha venido con el virus le ha puesto más difícil las cosas. Que gran parte de los procesos sean ahora exclusivamente virtuales no le ayuda. "Antes ibas a los sitios, veían si tenías actitud y al menos si te decían que no lo tenían que hacer a la cara. Ahora no abren ni el mail con tu currículum", cuenta. Miguel Ángel compagina la búsqueda de empleo con cursos de formación. "Todas las puertas que me pueda abrir… De trabajo ya agarro lo que caiga", explica.

El número de familias sin ingresos se dispara

En España un total de 670.900 familias se encuentran con todos sus miembros en paro y sin ingresos; según los últimos datos de la Encuesta de Población Activa del INE referentes al segundo trimestre. Una cifra que ha crecido el 23% en el último año. Esa falta de ingresos se traduce en malabarismo cotidianos con los suministros, que no siempre son posibles. Uno de cada tres parados en Europa afirma que está atrasado con el pago de las facturas de los suministros; según un estudio de Eurofound publicado este mes sobre los efectos de la pandemia sobre el mercado laboral. Una realidad especialmente patente en España, que ha sido el estado miembro de la UE donde más ha crecido el paro tras la llegada del virus. Uno de cada tres nuevos desempleados en el 'Viejo Contiente' eran españoles.

Sayah Djilali no cobra prestación. No porque la haya agotado (tiene 22 meses cotizados), sino porque no tiene acceso a la misma. Hace dos años tuvo que dejar su empleo para irse a Francia a cuidar de su madre enferma. Falleció, le salió una oportunidad laboral en Bélgica y se marchó para allá. Ahora, ya de vuelta en España, vive de los ahorros que consiguió hacer alló. Para este hombre de 61 años la pandemia ha sido lluvia sobre mojado. La edad es la principal losa que le pesa. "Si te enseño todos los correos en los que me dicen que me han descartado ganó un récord Guiness", cuenta con sorna Djilali. 

"Te ven la edad y ya te descartan. Ni te llaman para la entrevista y te lo dicen a la cara"

Sayah Djilali

— Empresario en paro

"Te ven la edad y ya te descartan. Ni te llaman para la entrevista y te lo dicen a la cara", añade. Ha trabajado en el negocio de la exportación desde los años 80, principalmente bisutería, y habla árabe, francés, inglés, catalán y castellano. "Yo lo que quiero es trabajar, de lo que sea. Lo mío es el negocio, montar otra empresa, pero en este momento no dispongo de dinero...  y tampoco acompaña el covid", afirma.

El informe de Eurofound revela que las dificultades se han agravado desde los primeros compases de la pandemia, pues del 28% de abril se ha escalado al 32% en julio. No solo en los suministros sufren demoras los desempleados, sino también en el pago de vivienda (20%) o en las facturas del teléfono (30%); entre otros. Y es que el ‘colchón’ con el que muchas personas encaran la posibilidad de quedarse en paro es fino. El 56% de los europeos no podría mantener su actual nivel de vida más de tres meses si se quedara sin ingresos.

"Dos meses más aguanto, luego..."

"Dos meses más aguanto, luego...", calcula J. B.; sin ingresos desde julio. Camarero en un hotel de Barcelona y con contrato de fijo discontinuo, este veterano de la restauración ya vio venir las vacas flacas en febrero, cuando en la antesala de la pandemia el Mobile World Congress canceló su edición del 2020. En marzo se quedó fuera del erte que realizó el hotel donde trabaja habitualmente, pasó a cobrar el paro y consumió de sus cotizaciones hasta julio, cuando la empresa lo volvió a llamar para, literalmente, trabajar tres días.

Desde entonces no ha vuelto a cobrar el paro y está a la espera de que el SEPE vuelve a reactivarle el pago por el que tiene cotizado. La carga de trabajo que llevan asumiendo las oficinas públicas de empleo desde que comenzó la pandemia no tiene precedentes. Un "colapso", según los usuarios que esperan durante horas a ser atendidos telefónicamente para conseguir una cita previa, o un "problema de gestión"; según las fuentes oficiales. Solo en agosto (últimos datos disponibles) el SEPE tramitó 1,5 millones de solicitudes de prestación o subsidio; una cifra tres veces mayor que las del agosto del año anterior. 

"Te vas quitando de cosas, no fumo, no bebo, casi no salgo de casa... es frustrante"

J.B.

— Camarero en paro

Esa sobrecarga de trabajo se traduce en problemas en el cobro de la prestación de algunos, como J.B., y en retrasos en la tramitación de otros, pues actualmente las pagas se reconocen a dos meses vista, según explican trabajadores del SEPE consultados. "Por suerte mi mujer trabaja y la hipoteca no es muy alta", se resigna. J.B. reconoce que este septiembre trabajó dando servicio en un par de bodas ‘en negro’, por miedo a que esa nueva alta transitoria le supusiera un nuevo problema con el cobro de la prestación. "Te vas quitando de cosas, no fumo, no bebo, casi no salgo de casa… es frustrante", explica.

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