un modelo económico en crisis

Samsung, ¿el final de la dinastía?

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Adrián Foncillas

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Lee Jae-yong se alejó un par de metros del atril para que las cámaras inmortalizaran cómo inclinaba su espinazo en tres ocasiones. La liturgia del perdón brindó una regocijante catarsis a un país hastiado de los desmanes de su élite empresarial. Lee, presidente en funciones de Samsung, acababa de admitir sus errores tras años de altaneros desmentidos y, aún más, deslizó que sus hijos no heredarán el imperio. Será el fin de la dinastía que ha regido la mayor compañía tecnológica del país desde que su abuelo empezara a vender pescado y frutas.

Quizá el probable regreso a la cárcel ablandara a Lee. Cumplió sólo uno de los cinco años a los que fue condenado por sobornos pero el Tribunal Supremo ordenó un nuevo juicio del que se espera la inminente sentencia. Nadie ha olvidado el mayor escándalo político en un país que los colecciona. Se llevó por delante a la expresidenta Park Geun-hye, ahora en la cárcel, embarró las principales instituciones nacionales y subrayó las turbias imbricaciones del poder político y el económico. Samsung untó a Choi Soon-sil, conocida como la 'Rasputina' surcoreana  e íntima amiga de Park, para que el poderoso FNP, el tercer fondo de pensiones más grande del mundo y accionista mayor de Samsung, aceitara una fusión de la que emergería el liderazgo de Lee. El parlamento llamó a los 21 mayores empresarios del país para que explicaran sus romerías al despacho de Choi.

Samsung, HyundayLotte, LG… Los chaebol son tan surcoreanos como el kimchy. Los cinco mayores concentran más de la mitad de la economía nacional. De Samsung son conocidos sus televisores o móviles pero también cuenta con hoteles o barcos y presta servicios financieros, por hacer la lista corta. Cualquier paseo por las calles de Seúl descubre el ubicuo nombre de Lotte en edificios y negocios variopintos. Son sistémicos y se ajustan a la definición del 'too big to fail'.

Varios presidentes, condenados

Varios presidentes han sido condenados y perdonados. Lee Kun-hee, padre del actual dirigente de Samsung, fue sentenciado en el 2008 a tres años de cárcel e indultado por sus aportaciones al país. Lee era miembro del COI y Seúl necesitaba su impulso para la candidatura de los Juegos Olímpicos de PyeongChang de 2018.

Ya se había presentado en el 2014 el célebre caso de 'la furia de las nueces' como un punto de inflexión. Cho Hyun-ah, alta ejecutiva y heredera de la compañía Korean Air, ordenó arrodillarse y atizó en la cabeza con el recio manual de procedimiento a un azafato por servirle los cacahuetes en la bolsa y no en el plato preceptivo. Fue condenada a un año de cárcel por vulnerar las leyes de seguridad aérea porque obligó al avión que se preparaba para despegar a regresar a la puerta de embarque y desalojar a patadas al subordinado. Apenas cumplió tres meses y el azafato acabó limpiando retretes.

Las promesas de embridar sus excesos integran ya el rito electoral pero resisten en la sociedad asiática más cambiante. La victoria aplastante del admirable Moon Jae-in tuvo más que ver con su programa social que con el mediático acercamiento a Corea del Norte. Sus efectos son también imperceptibles. Para Seungsook Moon, catedrática del Departamento de Sociología de Vassar College, los 'chaebol' son un problema estructural que supera las capacidades de un presidente. “Incluso cuando hay un compromiso genuino, es extremadamente difícil luchar contra ellos por su dominio económico de la sociedad coreana”, señala.

Versión surcoreana de clan y riqueza

Los 'chaebol', traducibles como 'clan' y 'riqueza', son la versión surcoreana de los 'zaibatsus' o conglomerados familiares que dominaron la economía japonesa hasta que Estados Unidos los desmanteló tras la Segunda Guerra Mundial. Park Chung-hee, tras alcanzar el poder en un golpe militar en 1963, diseñó un plan para modernizar un país devastado por la guerra que consistía en conceder los mayores proyectos a un puñado de compañías financiadas con créditos estatales y exenciones fiscales. Funcionó. Corea del Sur protagonizó un milagro económico y hoy es la quinta economía exportadora global. La fórmula exigía sacrificios que Lee Kun-hee sublimó pidiendo a sus empleados que “lo dieran todo a Samsung menos la esposa y los hijos”.

Su papel de locomotora y la creación masiva de empleo justificaron que durante décadas se pasaran por alto las fechorías. Hoy muchos ven los 'chaebol' como paquidérmicas e ineficientes reliquias, juzgan inadmisible que la riqueza nacional se concentre en unas cuantas familias egoístas y propensas a la ilegalidad y lamentan que estrangulen a compañías pequeñas y 'start-ups'. Algunos economistas alertan de que, más allá de consideraciones éticas, son más una carga que un motor.

“Los 'chaebol' son totalmente negativos en el siglo XXI si creemos que la función de las corporaciones es crear trabajo decente y estable y ofrecer productos y servicios de alta calidad. Todo eso es opuesto a la maximización de ganancias para los accionistas y el rápido beneficio a través de la manipulación financiera”, juzga Moon.

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