Economía celestial

El Vaticano convoca un seminario con líderes de la Economía occidental para poner la visión del Papa argentino en el centro de la agenda internacional

El Papa Francisco, en el balcón balcón de la logia central de la basílica de San Pedro

El Papa Francisco, en el balcón balcón de la logia central de la basílica de San Pedro / periodico

Irene Savio

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Esta semana se celebró en el aula magna de la Casina Pío IV, un bellísimo edificio renacentista enclavado en los jardines vaticanos, sede de la Pontificia Academia de Ciencias Sociales, un seminario titulado “Nuevas Formas de Solidaridad”. En su género, se trató de una reunión atípica, una especie de Davos de temperamento alternativo. Acudieron varias figuras de grueso calibre de la Economía occidental: la nueva jefa del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalina Georgieva, economistas de prestigio como Jeffrey Sachs y el premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz, representantes de diversos organismos internacionales, y los ministros de Economía de algunos países latinoamericanos y europeos. Sin la presencia de Asía y África, todos fueron invitados a disertar sobre un incriminado: el capitalismo.

Lo aclaró de inmediato Stiglitz, quien fue uno de los primeros en hablar y dio más trasfondo. “El capitalismo está en crisis” y “los Chicago Boys están en retirada”, zanjó el economista estadounidense, en referencia a esta corriente de teorías económicas ultraliberales que dominó en las últimas décadas del siglo pasado. A partir de ahí, todo fue un dominó de ponencias sobre cómo apostar por un modelo económico integrador y sostenible, que corrija los problemas creados en las últimas décadas, en particular las crecientes desigualdades, las asimetrías tecnológicas y el cambio climático, temas que el Papa argentino considera prioritarios. El encuentro ya se había celebrado en el pasado, pero nunca sin esta sintonía, lo que en el Vaticano interpretaron como un éxito.   

Hasta la jefa búlgara del FMI lo admitió. El sistema económico mundial está "está poniendo en peligro el futuro de nuestros hijos”, dijo. Más tajante fue el Papa, cuya presencia no había sido anunciada y quien llegó —en su habitual automóvil de turismo con matrícula vaticana— al foro después del almuerzo, ante las miradas deferentes de los asistentes. “Las 50 personas más ricas del mundo podrían financiar la atención médica y la educación de cada niño pobre en el mundo y (…) salvar millones de vidas”, empezó diciendo el líder máximo de la Iglesia católica, en medio de los clics de los fotógrafos. 

No fue lo que más llamó la atención. Lo que el séquito de observadores que asistía a la reunión siguió con mayor interés fue que Francisco —sin nunca mencionar directamente a su país— apoyó la causa del nuevo gobierno argentino de Alberto Fernández. “Es ciertamente justo el principio de que las deudas deben ser pagadas”, dijo Francisco, teniendo a su izquierda a la responsable del FMI, quien horas antes había cenado con el encargado argentino de renegociar el millonario préstamo (44.000 millones de dólares) que Buenos Aires contrajo en 2018 y ahora tiene dificultades en devolver. Pero “no se puede pretender que las deudas contraídas sean pagadas con sacrificios insoportables”, sentenció el Papa. 

No hubo desacuerdos de calado, o eso indicaron las muecas de los líderes delante de las cámaras. Pero tampoco hubo presencia, por ejemplo, de la Escuela de Chicago. Así, muchos se dijeron convencidos de que el desenlace de la crisis argentina será otro indicador para saber hacia dónde va el sistema económico. Argentina nos da la oportunidad de “demostrar que existe un enfoque alternativo al que ha fallado repetidamente en el pasado”, añadió al respecto Stiglitz, autor de un libro de reciente publicación en el que defiende que hay que subir los impuestos a los más ricos. “El sistema está fallando y el caso de Argentina ejemplifica bien muchas de las disfunciones”, coincidió la mexicana Alicia Bárcena, secretaria de la comisión de Naciones Unidas para el desarrollo económico de América Latina (CEPAL).

Martín Guzmán, el ministro joven (37 años) de Economía de Argentina, también avaló esta lectura. “Estas discusiones son fundamentales para cambiar un conjunto de reglas de la globalización que, desde el final de Bretton Woods, no han logrado poner a los mercados al servicio de las sociedades”, afirmó. El tema es que “el capitalismo ya no significa progreso para las personas de la calle. Necesitamos una revolución”, dijo Bruno Le Maire, el ministro francés de Economía, quien elogió a la encíclica Laudato Sí de Francisco y tiró sus peores dardos a Facebook y su proyecto de criptomoneda Libra. “Ha llegado el momento de actuar”, dijo asimismo la ministra española Nadia Calviño, en un discurso enfocado a las políticas ecológicas del gobierno de Pedro Sánchez. 

En medio de tanta palabrería, alguno -eso sí- expresó dudas sobre cómo pasar de la teoría a la práctica.  “Cambiar no es fácil”, advirtió Arturo Herrera, el ministro de Hacienda de México, país donde las resistencias al gobierno izquierdista de Andrés Manuel López Obrador no son pocas. El problema es que (el presidente estadounidense, Donald) Trump es un sociopático”, soltó entonces Sachs, desatando una carcajada en algunos y sonrisas incómodas en otros. En voz casi imperceptible, también Georgieva murmulló a ratos. La cuestión es que “no solo (hay que cambiar) Estados Unidos...”. 

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